Corría el 30 de noviembre de 1718 cuando campesinos del Señorío de Agüimes, que por entonces abordaba Ingenio, Carrizal, Temisas y la propia villa agüimense, comenzaron una revuelta popular que se conoció como el Motín de Agüimes. El motivo de la misma era el amaño de una subasta por la que Francisco Amoreto pretendía hacerse con 600 fanegadas de Balos hacia el Sur que estaban siendo gestionadas y cultivadas desde al menos un siglo antes por los vecinos del pueblo. Amoreto, que era el suegro del primer Conde de la Vega Grande (el título nobiliario fue comprado en 1732 tras el matrimonio de su hija con el heredero de la casa del Castillo y Ruiz de Vergara) era un terrateniente originario de Saboya que heredó las fortunas en tierras y otros medios de producción de su padre, Alejandro Amoreto. La riqueza provenía, tal como recuerda Faneque Hernández, profesor, escritor y catedrático de Historia Secundaria, del cultivo de la caña de azúcar en Canarias, a lo que se había dedicado su familia desde que llegara de Italia a principios del siglo XVI.
Los vecinos de este señorío, por hambre de tierras, venían cultivando los terrenos de los Llanos de Sardina, en la costa de lo que hoy es Vecindario. Se trataba de tierras realengas que apenas tenían valor. En aquella época en Gran Canaria, por lo general, las tierras menos rentables eran las de la cumbre y las de la costa, por lo que estaban en manos de la realeza, al contrario que las de las medianías, que debido a que eran ricas en agua estaban en manos privadas. Por lo tanto, los campesinos convirtieron aquellos secarrales en una vega gracias a que lograron traer, con un sistema de sorriba y regadíos, agua desde el barranco de Tirajana hasta los Llanos y Lomos de Sardina. Lo que era un erial se había convertido en un vergel en el que se cultivaba trigo y millo y se realizaba pastoreo gracias al trabajo de generaciones de agüimenses.
“En determinado momento el señor don Francisco Amoreto trata de hacerse con los terrenos una vez adquirieron valor gracias al trabajo de los vecinos en tierras que no les pertenecían, en tierras que eran costeras y de uso colectivo y comunal. El señor Amoreto amaña una subasta con sus amigos de la Audiencia de Las Palmas y consigue ser el único postor porque la cantidad para comprar en subasta pública era inabordable, solo alcanzable para personas muy ricas. Eran terrenos que ya estaban cultivándose, de hecho, eran propiedad de los campesinos que los heredaban en testamento porque los regaban año tras año”, explica Hernández.
Sin embargo, los campesinos no admitieron que, después de décadas de explotación de esos terrenos y de haberlos puesto en cultivo, un señor a través de esta subasta pública se hiciera con ellos y les obligara a ser esclavos en tierras que eran de su propiedad. Fue así como comenzó la rebelión del pueblo, siendo la primera acción una agresión al entonces alcalde real de la Villa. Por aquel entonces Agüimes, al ser un señorío, tenía dos alcaldes, uno para asuntos criminales que nombraba el corregidor de la isla y otro para asuntos civiles que nombraba el obispo.
“El alcalde real se había puesto de la parte de Amoreto cuando se procede a invadir las tierras que cultivaban los campesinos, por lo que es apaleado. Por suerte solo quedó malherido, aunque sí inconsciente, lo que ayudó a la solución final del conflicto”, rememora Hernández. Los ánimos estaban caldeados en Agüimes y tuvo que intervenir la Capitanía General de Canarias, que trasladó al capitán general desde Tenerife a la isla para poner orden. Paralelamente se realizó un juicio sumarísimo y 21 campesinos fueron sentenciados a prisión en Ceuta y al destierro de la isla. En este momento la revuelta ya se había expandido al resto de Gran Canaria, cuya población no acepta la sentencia e invade la plaza de Santa Ana en la capital exigiendo la liberación de estos presos.
“Con las armas en las manos centenares de personas en la plaza de Santa Ana le imponen al capitán general la liberación de los 21 reos, que vuelven a su pueblo esa misma noche. Al día siguiente se reaviva el conflicto porque los campesinos y milicianos de Telde, Agüimes e Ingenio quieren que se destruyan los papeles del proceso para que no haya represalias sobre los procesados. Al final, gracias a la intercesión de la iglesia y el Cabildo de aquella época, se evita una masacre puesto que el capitán general iba a dar la orden de fuego contra los concentrados. Se llega a un acuerdo por el que se perdona a los reos y ahí acaba el conflicto. Cinco años más tarde el Consejo de Castilla da la razón a los campesinos y señala que por derecho de tanteo tenían la posibilidad de quedarse con las tierras que venían cultivando sus padres y sus abuelos y que a partir de entonces las tierras no eran propiedad de Amoreto, sino que eran propiedad colectiva de los campesinos”, resume Faneque Hernández.
De aquel alzamiento hay reflejos en nuestros días. Así, Vecindario, Sardina del Sur, El Doctoral y Casa Santa tienen su origen en este acontecimiento histórico. “La ciudad de Vecindario se creó en honor a los rebeldes, se llama así porque las tierras quedaron en manos del vecindario. El Doctoral nace porque don Domingo Mendoza Alvarado defendió a los campesinos en el proceso en la Península ante el Consejo de Castilla y como al final prosperó su demanda, los campesinos para pagar sus gestiones le entregaron tierras porque no tenían dinero en efectivo”. Mientras, Casa Santa surge porque Mendoza dejó estipulado que una parte de lo que se produjese en una parcela segregada a tal fin fuese destinado a la ayuda de la Casa Santa de Jerusalén. En el siglo XIX tanto Vecindario como Sardina, así como terrenos de San Bartolomé de Tirajana, formaron el municipio de Santa Lucía.
Un hecho colectivo representado en una obra colectiva
El Ayuntamiento de Agüimes, con la colaboración de la Fundación Tamaimos, ha organizado para estos días las XIV Jornadas de Patrimonio Histórico del municipio que servirán para conmemorar los tres siglos del hito. Iniciadas este miércoles, tienen su punto álgido este fin de semana con la representación este viernes y este domingo de la obra musico-teatral La rebelión de los sureños, para la que ya no quedan entradas. Además, también están previstas ponencias, conferencias, visitas guiadas, talleres y actuaciones musicales.
Faneque Hernández ha sido el autor del libreto en el que se basará la representación, dirigida por Nacho Cabrera y producida por Teatro La República. “El guión es un poema épico que compuse con muchos personajes al modo de Fuenteovejuna para que pudiese ser llevado a una obra artística. Al principio no sabíamos si iba a ser solo teatro, música o una ópera, y al final es una gran obra musical teatral. Realicé el libreto o guión en verso de lo que iba a ser el desarrollo de la obra literaria a través de la música y de las actuaciones de esta Rebelión de los sureños”, resalta.
Como apunta, este histórico hecho colectivo será representando en una obra en la que participarán 130 personas entre coro, actores y actrices y los músicos de la Orquesta Sinfónica de Gran Canaria. El reparto está formado por vecinos de Agüimes que pondrán en valor lo ocurrido hace 300 años en el municipio. “Han sido varios meses de trabajo para prepararlo, ha sido grandioso por la cantidad de gente que trabajan”, apunta el autor del script.
Para elaborar el guión ha utilizado como fuente principal la obra de Vicente Suárez Grimón, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y la investigación de Antonio de Béthencourt y Massieu, autor de El Motín de Agüimes - Las Palmas. “Esta es una de las diez obras que he escrito, pero es de la que estoy más orgulloso porque va a tener este realce”, concluye Hernández.
Mira la fotogalería del ensayo de la obra teatral en este enlace.