“Chile, la alegría ya viene”. Esta película habla de un fenómeno que en los años 60 había subestimado cualquier poder político hasta el momento: el poder de los mensajes televisivos, de las imágenes en movimiento entrando por las casas de los ciudadanos y los votantes. Le sucedió a Estados Unidos cuando las imágenes de las atrocidades que su ejército hacía en Vietnam en nombre de la libertad estaba realizando dieron la vuelta al mundo, lo pagó caro el presidente Nixon sudando como un cerdo en una entrevista televisiva hecha por el periodista Frost y también lo pagaría caro el Chile de Pinochet. No es una película rotunda como su título. Es estimulante, es histórica y sobre todo es la historia de un plebiscito, un referéndum, una consulta popular que nos recuerda una cosa: la voluntad del pueblo es impredecible. Cuando se le pide la opinión al pueblo pasan cosas inesperadas como que España entre en la OTAN o que Rodolfo Chiquilicuatre vaya a Eurovisión.
En el caso que el film narra la pregunta era sencilla. ¿Quiere el pueblo chileno a Pinochet? La precampaña de esta decisión contó con dos spots publicitarios uno a favor y otro en contra del dictador, uno a favor del sí y otro a favor del no. Chile ya bailaba al son del no y este spot fue su banda sonora. René Saavedra (Gael García) es el publicista encargado de la campaña del no y pone toda su imaginación al servicio de la causa política más importante del país en el que viven él y su hijo. Es algo personal.
La historia nos ha hecho spoiler, pues sabemos que aquel año de 1988 ganó el no rotundo en Chile a la dictadura de Pinochet quien subestimó este jueguito de los anuncios televisivos. Era el principio del fin. La alegría ya estaba allí.