Heredera de Ciudadano Kane en su construcción argumental, El político narra el proceso por el que un ciudadano honrado, Willi Stark (Broderick Crawford), se puede llegar a trasformar en un monstruo tras decidir presentarse a unas elecciones como gobernador de un estado norteamericano. Desde la mitad del siglo pasado, esta película quiso plantear en los espectadores ese tipo de preguntas que tan familiares nos resultan acerca de la clase política, ¿Corrompe la política por naturaleza? ¿El corrupto nace o se hace? ¿No puede escapar nadie a las serpientes de la ambición? ¿Entonces es Antonio Morales la excepción Made in Canarias? ¿Cómo escapan los políticos honrados no solo al poder sino a la antesala del poder? ¿Cómo se huye del fantasma de la cadena de favores preelectorales?
Esta película cuenta en su trama con uno de los mejores discursos políticos de la historia del cine, sin embargo no son solo reflexiones políticas las que nos plantea el film. También nos invita a reflexionar sobre el papel que las mujeres jugaban en la política en los años cincuenta: se comportan como árbitros gentiles de las discusiones entre hombres a la hora de la cena. Si la conversación se torna crispada por culpa de la cosa pública saltan como resortes ofreciendo whisky al personal, no vaya a ser que si toman partido desaparezcan los coches, los vestidos, las cenas. No vaya a ser que pongan los pies en la tierra y salgan de su casa de muñecas y cojan el toro de su realidad por los cuernos y formen parte del cambio y se atrevan a ser los seres civiles que otras ya en esa época se atreven a ser.