El perfil político de Juan Negrín, figura clave en la Guerra Civil, ha eclipsado desde siempre su legado como científico, a pesar de ser el eslabón imprescindible que une la vida y el trabajo de dos Premios Nobel, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) y Severo Ochoa (1905-1993).
La Fundación Negrín ha presentado Instruir e impulsar, un libro que rinde homenaje al centenario del Laboratorio de Fisiología de la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE), un centro de fomento de la investigación y la docencia que el joven médico grancanario --que dos décadas más tarde se convertiría en el último líder de la II República-- puso en marcha por encargo del propio Ramón y Cajal, nada más regresar a España desde Alemania.
El libro pretende ser también un tributo a la generación de fisiólogos que salió de aquel centro de excelencia (14 discípulos de Negrín fueron catedráticos) en la que destacan nombres como Severo Ochoa, Rafael Méndez, José María y Francisco García Valdecasas, Ramón Pérez Sirera, Francisco Grande Covián, Blas Cabrera, José Domingo Hernández Guerra... Un nómina de investigadores que, para muchos, conforma la Generación del 27 de la ciencia española
El trabajo subraya además la amistad y el espíritu de camaradería que todos ellos conservaron siempre, a pesar de sus diferencias políticas y de la dolorosa herida que supuso en cada una de sus biografías la Guerra Civil, que abocó a buena parte al exilio.
De ello da testimonio en primera persona el médico Carlos Corral, uno de los autores del libro, nieto de José María de Corral García, mano derecha de Negrín en el Laboratorio de Fisiología y, tras la guerra, director del Instituto Cajal del Centro Superior de Investigaciones Científicas (1940) y fundador y presidente de la Sociedad Española de Ciencias Fisiológicas (1950).
Carlos Corral muestra a través del archivo de su abuelo y de su correspondencia con Negrín como aquellos dos españoles de principios de siglo, el primero carlista y el segundo socialista y republicano, compartían el mismo ideal: hacer realidad el encargo que habían recibido de Ramón Cajal, presidente hasta su muerte de la JAE, de intentar renovar la universidad española formando nuevos profesores con una sólida preparación científica y experimental.
Corral y Negrín siguieron carteándose en plena guerra, en incluso después, desafiando las consecuencias que para el primero hubiera tenido que el franquismo lo vinculara con el líder republicano.
“Cuantas veces ante dificultades o problemas de la vida me sorprendo pensando, voy a contarle al Sénior estas cosas (...) Sepa que he puesto siempre la amistad lo primero. Si todos nos hubiésemos entendido aquí como nosotros no creo que ofreciera dificultad alguna el revolver cualquier problema”, escribe Corral la Nochebuena de 1946 a tres viejos amigos que le han escrito una postal desde Nueva York, con una clásica estampa del Empire State Building.
La postal le ha llegado un mes antes a la Facultad de Medicina de Madrid y la firman con su nombre y apellido tres personas: Juan Negrín padre (al que sus discípulos apodan Sénior), Juan Negrín hijo y Severo Ochoa. Y, en sí misma, es el testimonio de otra reconciliación: Negrín y Ochoa la escriben en su primer encuentro, tras el enfado que los separó en 1936 porque el maestro había votado en contra del discípulo en el tribunal que habría de elegir al nuevo catedrático de Fisiología de la Universidad de Santiago.
El nieto de José María de Corral, estudioso de la figura de Ochoa, no tiene ninguna duda de que fue Negrín el que sembró en la cabeza del Premio Nobel las ideas de Ramón y Cajal.
“A todo el que llegaba al laboratorio de Fisiología, Negrín le regalaba dos libros: Introducción a los estudios de la Medicina Experimental, de Claude Bernard, y Reglas y consejos para la investigación científica, de Cajal”, ha explicado este médico, convencido de que el científico grancanario es el “eslabón imprescindible” para comprender la continuidad que existe entre los dos únicos Premios Nobel que ha tenido España, literatura al margen.
Y tampoco duda de que en aquella generación de discípulos del Laboratorio de Fisiología había otras mentes con talento para haber conquistado el mismo honor, entre los que cita a Grande Covián.
¿Qué quedó del Juan Negrín científico tras la guerra? Según su nieta, todo. Carmen Negrín, presidenta de honor de la Fundación, recuerda que su abuelo mantuvo siempre durante el exilio un laboratorio en su casa de Londres y subraya que en 1956, meses antes de su muerte, recibió una invitación para un congreso de Fisiología.
“Lo que quiere decir que en su especialidad todavía lo respetaban y lo tenían en consideración”, ha añadido la nieta del político.
El presidente de la Fundación, José Medina, ha remarcado que la publicación de este libro, a la que seguirá una exposición, cierra además un ciclo de 20 años en su trabajo para que la sociedad conociera la faceta científica del político, para lo que fue clave que en 1996 se diera su nombre al nuevo hospital de Gran Canaria.