El pasado sábado, 14 de septiembre, arrancaba en el Teatro Cuyás la XXVII temporada de la Zarzuela de Canarias con la obra La del manojo de rosas, un sainete lírico en dos actos, con música del Maestro Pablo Sorozábal y libreto de Francisco Ramos Castro y Anselmo C.Carreño, cargado de amor y humor a partes iguales gracias a sus ingeniosos textos.
En la obra, señera del repertorio español, se dibuja una estampa social del momento, para pasar luego de puntillas sobre cada uno de los aspectos que la componen: la sociedad de clases, la situación política, social y económica, y cómo los seres humanos se relacionan con todos estos aspectos con los que les toca convivir.
Los actuales responsables de este Festival de Zarzuela, que se encuentra a las puertas de celebrar su XXX aniversario, trabajan poniendo todo el amor del mundo por la Zarzuela, por la música, por el teatro, por la cultura, por el cuidado y perpetuación del patrimonio y establecen también una enorme dosis de humor y empeño que conjugan a su vez con un presupuesto tan pequeño como grande es la pasión que invierten para dejar el listón muy alto.
Las notas iniciales fueron interpretadas por la Orquesta Sinfónica de Las Palmas y su actual Director, Rafael Sanchez Araña, un artista de la batuta y un especialista en acompañar sutilmente las distintas voces en escena desde el foso. Mucho ímpetu y carácter debe tener, aunque su apariencia diga lo contrario, porque la orquesta le sigue indiscutiblemente, acatando todas las indicaciones que el joven director, con sutileza y firmeza a partes iguales, les hace llegar.
Después de una elegante introducción musical, comienza el desfile de protagonistas de La del manojo de rosas, y Estefanía Perdomo, la protagonista, la primera que sale a brindar sus preciosas y melodiosas frases, en esta caso, interpreta a una Ascensión espléndida, firme, decidida, con una voz límpida ya de sobra conocida, pero que no por ello deja nunca de sorprender.
Perdomo, tan involucrada en el papel como si hubiese nacido en el mismo Chamberí, repartía pasión y calidad a partes iguales junto a Alicia Ramos, que estuvo espléndida en la voz, la interpretación y la puesta en escena como Clarita. José Luis Gago, en el papel de Espasa, provocó las carcajadas de los allí presentes, esforzándose, sin que se notara, para que cada palabra de su texto llegara con la mayor nitidez posible.
Pero todos lo dieron todo; Fernando Campos, en el doble papel de Joaquín señorito Joaquín obrero; Capó, un camarero que subrayó el tono humorístico de la obra; los padres de Joaquín… Brindaron lo mejor de sí mismos a una escena muy lograda con muy pocos medios, gracias al conocimiento y dedicación de Raúl Vázquez y de Carlos Santos, y detrás escondida, la ineludible maestría de Laura Navarro.
El equipo supo hacer llegar al público la importancia que tiene mantener viva la llama de la cultura y del teatro. A la salida, se pudo observar cómo todos los asistentes salían felices y con ganas de volver al siguiente título, y sobre todo, con esperanza de que con la treintena, el Festival de Zarzuela reciba un mayor apoyo y obtenga la importancia que le corresponde, tanto por la forma como por los contenidos.