Prolongar la estancia en casa de los padres, fijar una caravana o montar una vivienda prefabricada son 3 opciones para esquivar la compra de una vivienda que roza los 148.715 euros. Las estrategias económicas se mueven como si fueran cuadros de un cubo de rubik y plantan cara al artículo 47 de la Constitución Española, aquel que vela por una vivienda digna.
Alicia Rodríguez tiene 27 años y es mileurista, todos los días cuando regresa a casa después del trabajo le abre la puerta su madre, María Rosa Sánchez, en el municipio grancanario de Las Palmas de Gran Canaria. “Sí, vivo con mis padres, vivir sola, tal y como están las hipotecas es una locura y el alquiler no me convence, es a fondo perdido y quiero hacer lo que me de la gana con mi espacio. Aunque tengo novio, todavía no vivimos juntos, porque estoy convencida que primero debemos conocernos bien; hoy en día es muy complicado adquirir un compromiso de 40 millones de pesetas, como para tener que abandonarlo si se estropea la relación”.
Ella es una de tantos jóvenes que buscan soluciones alternativa a la compra de una vivienda, en este caso, vivir con sus padres hasta que ahorre una cantidad importante o hasta que los precios se acerquen al umbral “de lo justo”, “lo primero que llegue”, afirma Rodríguez. En la actualidad el precio medio de una vivienda alcanza los 148.715 euros, casi 25 millones de pesetas, según los resultados de junio del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, acostumbrados a los precios altos, lo que más preocupa a los ciudadanos hipotecados es el tipo medio de sus préstamos que se acerca al 4.7%, si atendemos a la media entre bancos y cajas de ahorros, según el INE.
“Vivir en casa de mis padres se trata de una estrategia económica”, puntualiza. Una solución personalizada para un problema generalizado que choca en sus mismas raíces con la Constitución española. El artículo 47 reza que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” y que “los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”.
Alicia Rodríguez se ríe de la realidad “por no llorar”: “¿Dónde está mi vivienda digna?. No creo que el Gobierno promueva condiciones necesarias suficientes y mucho menos que impida la especulación, precisamente los precios actuales descansan al amparo especulativo, ante la desidia gubernamental y el resultado, es este sin vivir”.
Para Oscar Yuste el texto constitucional tampoco se ajusta a la realidad, pero el prefiere no reírse, lleva 22 años viviendo en una autocaravana de 28 metros cuadrados, en San Bartolomé de Tirajana, junto a su mujer y su hijo de 7 años. Para él la solución alternativa a la compra de una vivienda, pasa por la utilización del terreno de 400 metros cuadrados que tiene en propiedad. Sin embargo, acusa al Ayuntamiento de pedirle una millonada (en pesetas) “sólo para comenzar la construcción de su propia casa”.
“Antes mantenía un régimen de alquiler en un piso de 33 metros cuadrados, pero era un chorro de dinero todos los meses que se iba a ninguna parte, yo prefiero algo mío, y ya lo tengo, mi terreno, ahora me falta construirlo, aunque el ayuntamiento me saca de mis casillas con sus pegas económicas para que levante la casa”, explicó Yuste. “Por ahora me apaño bien en la caravana, salvo por el lío de guardar la ropa y los juguetes del niño”, continuó.
Para Ramón Ramos la recomendación a su vecino municipal es clara: Instalar una casa prefabricada en su terreno. “Esta es mi alternativa para huir de los vergonzosos precios de la vivienda”, asegura Ramos. Aunque Yuste no se muestra muy convencido: “Para comprarte una casa prefabricada los bancos sólo me ofrecen la posibilidad de un préstamo personal y no hipotecario, ya que argumentan que la vivienda, al ser prefabricada, puedo moverla. Yo todavía no puedo hacer frente a los intereses que me proponen”.
Con todo, Ramos insiste que es la mejor opción y disfruta de una casa prefabricada de madera con 60 metros cuadrados, que le costó 38.000 euros con electricidad y fontanería: “Es preferible antes que una inversión de 40 ó 50 millones de pesetas para aguantar una colmena de vecinos impresentables”. El personal de Casa Verde Atlántica tardó en montar la vivienda de madera entre 15 días y un mes, sólo faltaban los muebles. “La madera, es el mejor material de construcción, es antialérgico, antihumedad y desprende olor a pino toda la vida”, argumentó Ramos.
Juan José Pérez, comercial administrativo de la empresa que instaló la vivienda a Ramón Ramos, va más allá y asegura “en Inglaterra aproximadamente un 80 por ciento de las construcciones son prefabricadas de madera, en España todavía hacen falta más campañas de confianza para su instalación, por ahora tienen más reconocimiento como segunda vivienda o como hogar en Telde y en localidades con campo”, asegura.
Para Ramos una casa prefabricada de madera le ofrece total confianza: “En el huracán Delta mis vecinos tuvieron desperfectos en sus estructuras, a mí no se me cayó ni una teja. No hecho de menos nada de una casa de cemento y mis amigos cuando vienen no sienten recelo, al contrario, copian la idea porque es la opción más económica, con más libertad y seguridad que existe. Dura más de 100 años”.
“Esa es otra alternativa” piensa Alicia Rodríguez, “está bien lo de la seguridad y el precio, pero viviendo con mis padres también lo tengo; aunque no existe la misma libertad para traer amigos o para estar solo y perderte con tus pensamientos, con la familia es más fácil que haya jaleo o discusiones por la decoración”, subraya.
“Más adelante pensaré en otras opciones” concluye Rodríguez. Vivir en casa de los padres, montar un hogar en una auto caravana o trasladar una vivienda de un día para otro, son sólo tres posibilidades para huir de la compra de cuatro paredes de hormigón con unos precios por las nubes. Las estrategias económicas e imaginativas se mueven como si fueran cuadros de un cubo de Rubik para escapar del Euribor.