¿Cómo se logra tener una opinión? En realidad, ésta es una pregunta que me llevo haciendo los últimos dieciséis años, justo en el momento en el que empecé a escribir esta columna. Para mí, las principales herramientas han sido la experiencia, la observación, el contexto histórico y, sobre todo, evitar los estereotipos y los prejuicios que éstos acarrean. Unas veces lo he logrado con mayor acierto y otras, no, pero si algo he tratado de dejar claro a lo largo de estos años es que, cuando se da una opinión, debe estar sustentada por algo más que las ganas de unir una palabra con otra.
LA IMPORTANCIA DE UN ARCHIVO COMO EL QUE POSEE ANDRÉS PADRÓN
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¿Cómo se logra tener una opinión? En realidad, ésta es una pregunta que me llevo haciendo los últimos dieciséis años, justo en el momento en el que empecé a escribir esta columna. Para mí, las principales herramientas han sido la experiencia, la observación, el contexto histórico y, sobre todo, evitar los estereotipos y los prejuicios que éstos acarrean. Unas veces lo he logrado con mayor acierto y otras, no, pero si algo he tratado de dejar claro a lo largo de estos años es que, cuando se da una opinión, debe estar sustentada por algo más que las ganas de unir una palabra con otra.
Mucho antes que todo eso había otros canales igualmente válidos, mucho más sólidos y, sobre todo, donde el mensaje se basaba en un instante congelado, pero que buscaba, casi diría que perseguía un sentido de la estética que ninguna de las herramientas actuales podría lograr hoy en día, por mucho que quienes cocinan las campañas publicitarias se empeñen en divulgar.
Hay momentos, demasiados, debería añadir que resulta del todo insultante comprobar la banalidad de nuestra sociedad cuando se alaba y/o idolatra una instantánea del famoso y/o del “Social Media Influencer” de turno, fotografías, todas ellas, carente del más mínimo sentido estético y artístico cuando, décadas antes, hay millares de ejemplos muchísimos más válidos. Además, a éstos últimos, el tiempo ha terminado por reivindicarlos frente a lo que luego hará con aquellos nacidos de una inmediatez carente de cualquier sentimiento de permanencia en el tiempo.
Quizás por todo lo anteriormente dicho, y por la descomunal ignorancia que sigue marcando buena parte del tempo de nuestra sociedad, el mismo y teórico concepto del archivo resulta tan innecesario y banal, frente a la imperiosa necesidad, por ejemplo, de tener millares de lugares donde socializar, desfogar las bajas pasiones y/o ahogar las penas entre el devenir de los vapores etílicos surgidos del garrafón “gran reserva”.
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