“La clave principal es el abandono del medio rural, de las actividades tradiciones”, afirma el técnico forestal del Cabildo de Gran Canaria Diego Didac; para la propagación del fuego, “es primordial el abandono del medio de manera paulatina”, corrobora Manuel Amador, director de Medio Ambiente de la Corporación. El incremento de grandes incendios forestales en la Isla se explica, en gran parte, porque cada vez hay menos personas que se dedican a la agricultura y al pastoreo, cuyos cultivos y ganados hacen de cortafuegos y limpian los montes de combustible.
Gran Canaria tiene una superficie cultivable de 30.000 hectáreas y el 60% de ellas está en desuso, según datos del Gobierno regional correspondientes a 2013. Actualmente, quedan unos 60 pastores en la Isla que practican la trashumancia con autorización, según el Cabildo, una tradición prehispánica en la que el pastor se traslada con el ganado en busca de pasto y se muda con él. El turismo, que comenzó a llegar a la Isla a mediados del siglo XX, lo cambió todo. Aumentó la población, se incrementó la construcción y se transformó el paisaje irremediablemente, tanto en las zonas donde se levantaron hoteles, como en el campo.
“Las fincas en zonas de medianías antes estaban cultivadas y ahora, muchas, tienen vegetación invasora, tanto de zarzas como de helechos y demás. Eso es un polvorín. Esos cultivos eran cortafuegos y ahora propician una propagación de las llamas mucho más rápida”, explica Amador.
Actualmente, el Producto Interior Bruto que aporta el sector primario a la economía canaria no llega ni al 2%. En Gran Canaria, al igual que en prácticamente todas las zonas llamadas industrializadas, la globalización entró de lleno y se produjo la apertura de par en par al comercio internacional. Y las importaciones demandadas que traen productos a precios muy bajos, junto a las grandes superficies de alimentación, impiden a los agricultores y ganaderos competir en igualdad de condiciones.
Esto implica que las personas que se dedican a la agricultura repitan constantemente un mantra: no es rentable. “El coste que se invierte en la actividad no se cubre ni con lo producido”, afirma Amador. “La industrialización ha traído los combustibles fósiles, la electricidad, y la gente ha dejado de coger leña, ha dejado de cultivar, porque ya no sale rentable. Y los incendios son una consecuencia de ese cambio social”, reafirma Didac.
Otro de los motivos que explica ese abandono es el sacrificio que implica trabajar en las actividades rurales. En la ganadería trashumante, por ejemplo, el pastor debe tener una dedicación completa, pues todos los días ha de atender a sus animales, ordeñarlos, sacarlos para que pasten. No existen los festivos. “Los propios ganaderos les dicen a sus hijos que se busquen otro oficio porque es una vida muy dura”, afirma Amador, aunque matiza: “También hay quien ha heredado y ha perpetuado el oficio”.
Además, las personas que se quieren dedicar a la agricultura sin tener tierras tampoco lo tienen nada fácil porque ni las instituciones públicas facilitan un directorio de fincas en desuso, ni los propietarios privados quieren desprenderse de ellas. “Hay un temor de los dueños a arrendar y perder su terreno”, sostiene Amador. Deben ir casa por casa o buceando en internet y superar numerosas trabas burocráticas para poder cultivar. “En el servicio de Medio Ambiente hay muchas trabas, muchos embudos, porque no tenemos personal técnico o administrativo suficiente”, justifica Didac.
Limpiar el monte
Limpiar el monteLa agricultura y la ganadería no solo contribuyen a limitar el avance de las llamas, que cada vez son más virulentas como consecuencia del cambio climático. También ayudaban a limpiar el monte de pinocha: “En muchas ocasiones se usaba para la cama de las vacas, para hacer colchones, almohadas o empaquetado de plataneras”, recuerda Amador. Esta actividad, la recogida de pinocha en las cunetas, ya no resulta rentable, puesto que a los ganaderos les resulta más económico importar la paja gracias a las altas subvenciones que otorga la Unión Europea.
Sin embargo, el jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, Federico Grillo, recuerda que los incendios no están tan vinculados a la limpieza de los montes como al cambio climático y a las transformaciones sociales que han producido el abandono del campo. De hecho, aunque se contase con todos los medios posibles para llevar a cabo esta labor, solo se podría limpiar el 30% de la Isla, porque hay muchas zonas a las que no se puede acceder. Lo que sí ha destacado Grillo, ha sido la labor que lleva desarrollando durante 18 años la Corporación Insular con quemas controladas, que han ayudado a estabilizar el incendio de Valleseco, que ha afectado a unas 9.200 hectáreas.
Consumir producto local
Consumir producto localEn cualquier caso, Didac considera que “no hay culpables” y que la sociedad en su conjunto tiene una parte de responsabilidad: “Desde las administraciones hasta los ciudadanos”. Estima que, si se comprara más producto local, como los quesos de Gran Canaria que fabrican los pastores, se “cambiaría totalmente el paisaje” y los grandes incendios tendrían más limitaciones para propagarse con tanta facilidad. En este sentido, Amador asegura que las administraciones “pueden concienciar a la población, divulgar”, además de “facilitar la labor a las personas” que se dedican a la agricultura o la ganadería“, pero, al final, ”es una decisión individual, que también ayuda a apagar los fuegos“.
El técnico forestal del Cabildo de Gran Canaria reconoce que “la llama nos ha deslumbrado” y durante las últimas décadas se ha intentado parar los incendios “con más medios”, pero “hemos visto que nos hemos equivocado”. “Los grandes incendios no lo apagan los hidroaviones, ni muchos más medios que acudan. Es más efectivo un paisaje mosaico que frene el fuego, con las actividades tradicionales. La clave es volver a eso, pero no es un tema sencillo”, concluye.