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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El calor y la competencia de la banana condenan al plátano de Canarias

El aumento de temperaturas condena al plátano de Canarias frente a su competencia con la banana, que ya casi copa la mitad del mercado. Durante este año, el calor ha provocado el adelanto de las producciones y que se genere más oferta de la que el mercado puede absorber, algo que se ha notado especialmente durante el verano, periodo en el que la demanda es baja. Cuando esto ocurre, la fruta goza de un mecanismo excepcional de la Unión Europea que permite la retirada de una parte para que los precios no caigan en exceso en los lineales, donde compite con la banana, importada desde América y África hacia la Península desde la década de 1990. Según los datos de la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan), durante este año, la conocida como pica suma 14,5 millones de kilos en las primeras 35 semanas del año (incluida la última de agosto), entre la obligatoria (10,6) y la voluntaria (3,8).

Como consecuencia del exceso de oferta, los pequeños agricultores que cortan las piñas en sus fincas apenas obtienen lo suficiente para paliar los altos costes a los que tienen que hacer frente. Si gozan de la suerte de contar con plátanos de la mejor calidad, quizá consigan llegar a estar por encima de los 30 céntimos por kilo, en referencia a lo que recibe el productor, descontado el transporte y los gastos de empaquetado. Implica vender a pérdidas, pero al menos les permite aguantar hasta que llegue la ayuda directa del Posei comunitario (0,30 euros por kilo), que les ayuda a cubrir los costes totales de producción y quizá ganar algo de dinero. A los que tienen una calidad inferior no les alcanza ni con las ayudas, si escapan de la pica.

Según el Observatorio de Precios de Canarias, desde enero a abril (últimos datos disponibles) el pago en origen osciló entre los 44 y los 37 céntimos por kilo, mientras que en destino ronda los 1,70 euros; en Península, la venta en lineales apenas ha bajado de los 2 euros el kilo. “Ahora mismo, el plátano se puede estar vendiendo a precios similares al de la banana en el mercado mayorista: unos 0,75 y 0,80 euros. Pero la banana se vende a 1,10 y 1,20 euros, mientras que el plátano está a 2 euros”, apunta Sergio Cáceres, portavoz de Asprocan.

Es la otra cara de la moneda para los productores, que durante una parte del año 2022 recibieron buenos precios, hasta 1,38 euros por kilo, lo que provocó que se agrandaran los márgenes y una manilla de la fruta pudiese verse en supermercados de la Península a 3,29 euros el kilo. El año pasado fue excepcional porque la producción escaseó por los cultivos perdidos por el volcán de La Palma (70.000 toneladas menos) y, por ende, una demanda superior a la oferta hizo que subiera su valor en todos los eslabones de la cadena, con una peor coyuntura para la banana.

“Es evidente que el precio del año pasado se debía a las circunstancias y no era el que debía. El Precio de Venta al Público se ha corregido, pero no tanto como el precio en origen, que es donde estamos teniendo un año bastante malo y no ha repercutido en el consumidor”, explica Cáceres.

En este escenario, la Plataforma por un Precio Justo del Plátano ha convocado una manifestación para el 16 de septiembre frente al Cabildo de La Palma por la situación “insostenible” debido a los precios “ridículos y abusivos”. El colectivo demanda que se aplique la Ley de la Cadena Alimentaria al plátano y no se permitan los pagos por debajo del coste de producción, pues la fruta fue la única excepción en esa norma a petición de Asprocan.

Una pica camino de récord en los últimos diez años

La media histórica de envío de plátanos a la Península semanalmente se sitúa en torno a los 7 millones de kilos, pero lo que se decide enviar no siempre coincide con lo que se corta en las fincas. El año pasado se quedaba corto y este 2023 en las cosechas ha ocurrido todo lo contrario: “La oferta disponible está por encima de los 9,5 millones semanales. La media para esta semana está 2,5 millones por encima de lo habitual de los últimos años”, detalla Cáceres.

La fruta comercializada hasta finales de agosto suma 255.210.000 kilos, casi 59.000 toneladas más que en el mismo periodo del año pasado y 12 más que en 2021. Y este 2023 Asprocan ha ordenado la retirada del mercado de 14.556.234 kilos, cerca de un 5% de todo lo que se comercializó en 2022. De continuar la dinámica, podría ser la pica más elevada de los últimos diez años, si supera la de 2016 (16.181 toneladas) y 2017 (16.484 toneladas) al cierre del año, aunque hay que tener en cuenta que las cifras finales pueden diferir de lo ordenado por la patronal. 

Toda la fruta que no se comercializa, según Asprocan, va destinada a bancos de alimentos o para el sector agrícola y complejos ambientales. De hecho, durante el mes de agosto no se han podido donar los plátanos “al no haber disponibilidad de recepción y distribución”, según Asprocan, que recuerda que al depender del voluntariado, durante el verano no hay logística. “Se toman otras medidas autorizadas, como al ganado o a la creación de compost”, indica Cáceres. 

El portavoz de Asprocan añade que se intenta fomentar la exportación a terceros países, como Marruecos, pero durante el verano dice que es más difícil. “El cambio climático no solo afecta a la producción. También al consumo. Si con 30 o 35 grados apetecen frutas frescas con mucho contenido en agua, como sandías y melones, eso tampoco ayuda a la comercialización”. Y por ello, se recurre a la pica.

Sin embargo, Asprocan aspira a que hasta final de año la producción descienda, sobre todo entre los meses de septiembre y octubre, cuando tradicionalmente hay menos oferta. “Durante todo el año, la producción se ha mantenido por encima de lo esperado. Se supone que ahora debe darse la tendencia contraria: que el mercado incremente el consumo a la vez que nosotros reducimos la producción. En eso confiamos. Y con eso, tratar de recuperar los niveles de precios”, apunta Cáceres.

La paradoja: más kilos con cultivos sepultados por lava

Sin embargo, el calor no es el único factor que ha provocado un aumento de la producción, al menos, según dice Amable del Corral, platanero con más de 50 años de experiencia y presidente de la Plataforma Agraria Libre de Canarias (Palca). “El calor ha aumentado la producción, porque cada vez que hace más calor se anticipan las cosechas, eso es matemático y hasta ahí estamos de acuerdo”, dice, pero pregunta: “¿Qué pasaría si las hectáreas que están bajo la lava del volcán de La Palma estuviesen en producción?”.

La lava afectó a un total de 600 hectáreas en la Isla Bonita, unas 220 sepultadas y el resto aisladas pero recuperables a corto o medio plazo. Representa en torno al 20% de la producción anual de plátano en las islas. El portavoz de Asprocan asegura que se ha conseguido volver a poner en rendimiento el 70% de los cultivos que no estaban sepultados, pero aún así, reconoce que, dada la pérdida, “el nivel de producción es mucho más elevado en términos reales”.

El presidente de Palca apunta que la razón es que se han incorporado más hectáreas de cultivo de plátano durante los últimos años a pesar de que se retira fruta del mercado por exceso de oferta o baja demanda. Además, son nuevas plantaciones con derecho a ayudas del Posei, un programa destinado a fomentar el sector primario de regiones ultraperiféricas y compensar la lejanía e insularidad; suma 141 millones solo para el plátano en un año, más del doble de ayudas que recibe el resto de las producciones agrarias y ganaderas en las Islas. Y en la práctica, quienes mas tierras tienen, más dinero reciben: en torno al 6% percibe más del 50% de los fondos.

Para acceder a la ayuda del Posei se pone como límite unas 420.000 toneladas anuales comercializadas y que no se retire del mercado más del 5% de la producción en los 12 meses en su conjunto. Si se sobrepasa esa cifra, como ha ocurrido en otros años, se debe prorratear la ayuda. “Se están creando nuevas hectáreas por parte de los grandes o de nuevos productores que están perjudicando a los pequeños o tradicionales que llevan 50 o 60 años. Los más débiles tendrán que abandonar y 15 o 20 se quedarán con todo el mercado. Y aquí no hay control por parte de la Consejería”, critica Amable del Corral. 

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