La Navidad en Gran Canaria se celebra este año con 24 grados y con algo de calima. El clima que caracteriza a las llamadas Islas Afortunadas cuando en otras zonas están bajo cero contribuye a atraer turismo y una buena muestra de ello es el aumento de los precios de los billetes para viajar al Archipiélago. Pero para los agricultores significa tener que regar sus cultivos en la época invernal o verse obligados a adelantar plantaciones de cosechas casi tres meses con la esperanza de que a principios de 2020 haya algo de lluvia. Otro año más, la Isla llega al final del año con las reservas de las presas públicas bajo mínimos, al 24%. Una muestra de la sequía.
El volumen de los siete embalses públicos del Cabildo de Gran Canaria es de 3 millones de metros cúbicos, lo que indica “la realidad del año, que se han producido muy pocas precipitaciones”, explica el gerente del Consejo Insular de Aguas, Gerardo Henríquez. Y la lluvia que ha habido, como la borrasca a principios de diciembre, “no ha caído en zonas de altura, donde están las presas”, “ni con la abundancia suficiente como para provocar que corran los barrancos y se pueda recoger agua”. “Ha sido un año seco”, confirma.
La presa más grande de la Isla, la de Soria, acumula 410.913 metros cúbicos de agua, un 3% de su capacidad; en el norte, las de Candelaria y Vaquero están al 11% y al 30%, respectivamente. Y al sur, Chira tiene un 17% de agua acumulada, Gambuesa un 73% y El Mulato un 67%. Ayagaures está al 3% porque solo recibe agua cuando rebosa Gambuesa y desde este embalse también se puede transportar a las mismas zonas o distribuir hasta Fataga, que está al 1% porque su impermeabilidad no es tan buena y puede producir pérdidas. Es decir, se debe al sistema de distribución que emplea el Consejo Insular del Aguas para que las propias presas actúen como reguladoras y así mantener unas dotaciones estables.
Con las reservas actuales, Henríquez asegura que los agricultores tendrán el agua garantizada, pero si en 2020 continúa sigue sin llover, habrá “apuros” para 2021. El secretario insular de la Confederación de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), Juan Hernández, especifica: “Si no llueve, habrá restricciones del Consejo Insular de Aguas”.
El precio del agua de las presas que establece la Corporación Insular para que los agricultores puedan regar oscila entre los 12 y 15 euros la hora de agua. Es fijo y no está sujeto a las variantes del mercado, que ahora mismo ronda los 22 euros y que en verano supera los 30 euros, algo inasumible para los agricultores.
En 2017, las presas llegaron al final del año al 13% de su capacidad, uno de los peores datos del siglo XXI en Gran Canaria, castigando sobre todo a las zonas del sur, donde la escasez de lluvias es más acuciante. Para paliar la situación, se invirtieron 1,4 millones de euros para realizar obras que permitieran trasvasar agua desalada y depurada desde Las Palmas de Gran Canaria y asegurar el riego sin reducir el volumen de los embalses.
Pero esa iniciativa no puede aplicarse a las presas que se ubican en cotas superiores a los 300 metros porque el bombeo necesario para que lleguen encarece el coste del precio del agua. “Es la mayor parte de la agricultura interior que hay en la Isla, sobre todo lechugas, col o papas, y solo pueden regarse con las presas porque el coste energético es inasumible por la actividad agraria. Pero si no llueve, el problema persiste”, explica Hernández.
Además, el agricultor no pone el precio a su producto, lo pone el mercado y “quien lo compra no es nada solidario, ni pagará más dinero para que el agricultor pueda tener acceso a agua a un precio más caro”, añade el secretario insular de COAG en Gran Canaria.
Para el gerente del Consejo Insular de Aguas esta situación “no es nueva”, porque las lluvias en Gran Canaria no son cíclicas, sino “irregulares”. Mientras tanto, aboga por “tener un contacto directo con los regantes, con los agricultores, mantener las dotaciones bien reguladas para estirar lo más posible el agua y, sobre todo, continuar usando agua regenerada en varias zonas para poder mantener el agua de las presas pese a la escasez de lluvias”.
Pero si no llueve “es imposible”, reconoce Henríquez. Aunque muestra bastante recelo, Hernández afirma que “el deseo de todos” es que “se llenen los embalses” y para ello “se necesitan muchas semanas de lluvia, pero no torrenciales, sino lluvias mansas que puedan ser recogidas y que no vengan a destrozar”.