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Los vinos canarios buscan ser el caldo de cultivo

En los últimos años el vino canario se ha estado cotizando cada día más al alza, a pesar de que el Archipiélago no es una comunidad con grandes extensiones de vides. De hecho toda Canarias junta apenas produce lo que elabora una bodega medianamente normal en la Península.

El enólogo e ingeniero técnico agrícola Alberto González Plasencia, reconocido como segundo mejor enólogo de España y décimo a escala mundial en el Wine Master Challenge celebrado en Estoril, es gomero pero se ha recorrido medio mundo probando y produciendo vinos.

“Hay que dar a conocer todas las variedades de uva que hay en Canarias, no solo las mayoritarias. Algunas son tan minoritarias que apenas se hace vino de ellas. Hablo de las variedades más importantes de España y del mundo para que la gente conozca lo que se está haciendo y las posibilidades que tiene. Muchas veces es el desconocimiento de lo que hay lo que nos lleva a copiar lo que están haciendo los demás. Se puede ir por otro camino muy diferente al que se está yendo”, apunta.

La Ribera Sacra

Ha trabajado como profesor de viticultura y enología para el Ministerio de Educación y ejerce como director técnico y enólogo en diferentes bodegas de La Gomera y Lanzarote, además de asesorar en Gran Canaria, Fuerteventura y la Ribera Sacra de Galicia. Desde el año 1991 se dedica a la elaboración de vinos de forma profesional.

“Algo tan simple como que en Canarias tengamos 10.000 hectáreas de viñedos y que casi el 80% esté plantado solo de listán negro y de listán blanco es una gran pena, teniendo en cuenta de que hay otras muchas variedades que apenas ocupan el 1% de la superficie y que sin embargo cuando vamos al mercado son vinos que están supercotizados, caros, buscados, pedidos fuera. Hay un gran desconocimiento, no es otra cosa”.

“Se podría cultivar otros tipos de uvas, por supuesto. No tiene sentido plantar más listán negro cuando un mercado como Tenerife tiene una producción grande y apenas se vende o se vende mal, o aquí en Lanzarote donde tenemos esa uva y el vino tinto apenas se vende. Es una pena que haya gente hoy día que siga plantando esa variedad. Si no es por un amor muy concreto, no se entiende que se esté plantando una uva cuyo vino cuesta venderlo”, añade.

Desconocimiento

A su juicio, hace falta más información y más formación en el sector. “Si fuera una variedad que tiene un mercado abierto y que te la van a pagar muchísimo mejor, se entendería. Creo que hay bastante desconocimiento de lo que tenemos. Más que un capricho personal, creo que es un desconocimiento de la gente. Cuando doy una charla me encuentro que la gente se sorprende, no conoce”.

“Hace muchísima falta más formación también. Gran Canaria, por ejemplo, en este caso está haciendo mucho gasto en promoción. Hay mucha promoción. Creo que ahora mismo la Isla es el lugar de España que más promoción hace del vino, pero se han olvidado de la formación por completo. Apenas hay formación, pero sin embargo vemos una excesiva promoción de los vinos. Pero puede ser una caja de Pandora que el día de mañana se queda vacía, no va a haber nada sin formación detrás”, agrega.

Natural de Vallehermoso (La Gomera), fue director técnico y enólogo de bodegas Timanfaya, Stratvs, La Vegueta, Tamargada y actualmente lo es de Bodegas Rubicón en Lanzarote. Posee dos medallas de oro de excelencia, cinco grandes medallas de oro, 55 medallas de oro, 71 de plata y 23 de bronce.

No entiende que se quiere empezar la casa por el tejado. “Dan por hecho que el vino es maravilloso, que tenemos que llegar a todos los rincones, hacemos toda la promoción que haga falta y luego, cuando todo eso acabe, ¿quedará todo encaminado, se seguirá tomando el vino de Gran Canaria o realmente quedará en nada?”

Esfuerzo baldío

Es muy crítico con esta actuación institucional porque lo considera un esfuerzo baldío. “Es un error no haber formado en todos los niveles, sobre todo a los agricultores, viticultores y bodegueros, para que sigan un camino del vino de referencia. Yo creo que aquí, desde mi punto de vista, tendría que plantearse algo más de formación y quizá menos promoción”.

Pero eso no lo ven así las administraciones. “Yo en eso he tenido mucha experiencia al ir a abrir puertas por muchos motivos. Las puertas siempre están abiertas el primer día, pero si luego se cierran te va a costar mucho volverlas a abrir. Lo importante cuando abres una puerta es entrar y quedarte. Mucha gente nos comenta que han llevado una caja de vinos o que han llevado a tal sitio cien cajas, pero luego ha pasado un año y no han vuelto a pedir más ese vino. Se llevó ese vino y se acabó. Ese tampoco es el camino”.

“En Canarias hemos cometido ese error muchísimas veces. Hay que aprender de los errores para no seguir repitiéndolos”.

Hay islas que cometen en este sentido menos errores que las otras. “Hombre, lo que ocurre es que en cada isla hay gente que lo están haciendo muy bien, se han desmarcado mucho del grupo. Hay gente puntera que sabe hacer las cosas, marcando un camino, intentando ir más despacio y conquistando. Pero hay otros que, claro, creen que esto es subirte a un carro y acelerar para llegar rápido arriba y son los que al final estropean el camino para ellos y para otros, y no consiguen nada”.

El enólogo tiene el objetivo claro. “Lo que queremos es llegar, competir y quedarnos. Si lo hubiésemos hecho bien tendríamos otros resultados. Hay que tener en cuenta que toda Canarias junta apenas produce lo que produce una bodega medianamente normal en la Península. Sin embargo, se siguen repitiendo los errores: tenemos problemas para vender el vino, no se vende el vino, no se consume. Somos incapaces de vender lo que producimos y tenemos más turistas que litros de botellas de vino. Entonces está claro que tenemos que ser realistas y ver la verdad, la realidad”.

El reto

Parece que en Canarias no se tiene la confianza suficiente como para acometer este reto. “Los canarios podemos competir con algo original, auténtico. Si tú vendes algo que nadie tiene, algo que no vas a encontrar en ningún lugar del mundo, no tienes ningún problema en venderlo. Porque en el mundo se venden productos y vinos súper caros que son de zonas exclusivas. En unas islas italianas se vende vino carísimo por todo el mundo, en Nueva York son muy perseguidos y no hay ningún tipo de problema porque es algo original, diferente”.

Entiende que los canarios deben aprovechar sus peculiaridades para elaborar vino. “Lo que nosotros no podemos pretender es intentar hacer un vino Tempranillo en Canarias como lo están haciendo en Rioja o Ribera, y encima pretender hacer un vino mejor que el que ellos llevan haciendo 40 años y venderlo diez veces más caro, porque la viticultura canaria es cara. O a un valor más alto porque aquí cuesta mucho la producción, no tenemos maquinaria, no hay regadíos, no tenemos las cosas mecanizadas”.

Uno de los principales problemas que tiene Canarias para poder competir con los vinos que produce es la lejanía y la insularidad. “Es imposible competir a precios de ellos. No llegaremos nunca. La botella allí está a uno o dos euros y la de aquí sale a 18. Hay una gran diferencia. El primer día o el primer mes lo vendes, pero cuando pase un tiempo no puedes competir con los de la Península. Eso nos está pasando”.

Vino distinto

Sin embargo, también hay ventajas: las singularidades canarias permiten hacer un vino distinto. “Todo el mundo que viene de fuera lo dice. No hay un técnico que no diga: Dios mío, lo que tenéis aquí ya quisiera tenerlo yo en tal sitio. Sería rico con ese paisaje, esa forma de cultivar. Tenemos muchísimas cosas únicas, podemos plantar sin necesidad de injertar, una serie de cosas que nadie tiene. No nos podemos quejar de todas las virtudes que tiene esta tierra, el clima para vender grandes productos. Dios nos los concedió. Es una ventaja frente al resto del mundo para ser lo mejor, pero no despegamos. No sé por qué no terminamos de creérnoslo”.

Es evidente que hay una responsabilidad compartida entre la gente del sector y la Administración. “Es todo, pero lo cierto es que en Canarias falta mucha formación. En realidad faltan dos cosas: formación e investigación. Porque muchas veces no se investiga y no sabemos si una variedad que está en El Hierro puede ser maravillosa en Gran Canaria, o mejor incluso. Copiamos mucho y mal en los modelos turísticos que seguimos. No investigamos y la investigación es necesaria para mejorar. No hay inversión para la investigación. Es una pena”.

González Plasencia aun no ha perdido la esperanza de que en su tierra se reconduzca el mundo de la enología. “Hombre, yo creo que como yo hay mucha gente en Canarias dispuesta a trabajar e investigar, pero tienen que empezar por apostar por el sector primario, que es vital en Canarias y ha sido el más machacado de toda la vida. Es un sector vital y el turismo aprecia el sector primario porque no solo viene aquí a tomar sol en la playa sino que le encanta conocer todo lo que se hace a nivel de campo, de agricultura y ganadería. Le encanta ir a una bodega, catar unos quesos. Es algo que ya busca el turismo enograstronómico, que viene con dinero”.

La pujanza del sector

Sin embargo, el sector del vino tiene cada día más pujanza. “El sector vitivinícola en Canarias es muy importante y muy fuerte. Lo ha sido siempre y hoy día podría ser un sector brutal. Lanzarote ha recuperado bastante de lo que tuvo y va más o menos con la malvasía volcánica, La Palma también va recuperando, pero cuando hablamos con los bodegueros y los viticultores no los vemos contentos porque las cosas no se están haciendo bien”.

Aunque es gomero, lleva mucho tiempo trabajando en Lanzarote. “Llevo más tiempo en Lanzarote que en La Gomera y en Tenerife, donde estudié. Llevo aquí más de treinta años, llegando a los cuarenta”. Ahora con las bodegas Rubicón tras pasar por Stratus. “Llevo varios proyectos. Trabajo también en los vinos de la Ribeira Sacra de Galicia, estoy echando una mano en Gran Canaria en bodegas de Tunte y Gáldar, asesorando. Ahora estoy con un proyecto muy bonito e interesante en Fuerteventura, donde el Cabildo está apostando por recuperar la historia que ha perdido. Fue la isla en la que se plantó la primera viña de Canarias y ha quedado en el olvido. La isla tiene muchísimas posibilidades de hacer buenos vinos y de recuperar cepas que todavía están vivas de esa época. Algo asombroso”.

Lo que no sabe es por qué no se invierte más en esa actividad. “No sé por qué no invertimos más en esto, que es la sostenibilidad de un territorio. Depender tanto de la mercancía que viene desde fuera en los barcos es un problema muy grande para las Islas. El sector primario está cada día más ahogado, lo ahogan más. No hay una cultura del agua ni del aprovechamiento de los recursos naturales. Estamos cada vez peor. Es la realidad. Yo voy para viejo y no puedo decir que todo esté cambiando para mejor. Creo que hemos retrocedido”.

Parece que las autoridades majoreras se han puesto las pilas. “El Cabildo de Fuerteventura me tiene asombrado en el poco tiempo que llevo allí. Cosas que en Lanzarote no se consiguieron en 40 años, aquí lo han conseguido en dos meses. Los políticos están poniendo muchas ganas y eso me alegra. Espero que haya continuidad. Se hizo una inversión grande en poco tiempo para comprar un aparato que en Lanzarote costó muchos años tener”.

Le apena todo lo que ocurrió tras la polémica de las bodegas Stratus en Lanzarote, a la que estuvo ligado y que fueron cerradas por orden judicial. “Con todo el montaje de la bodega estuve un año viajando y fue muy duro. Yo quise descansar un poco y había solicitado un tiempo para dedicarme a la enseñanza. Me fui en mayo de 2012 y en septiembre de ese mismo año la cerraron”.

“Me apenó y me sigue apenando. ¿A qué padre no le afecta que a un hijo suyo le ocurra algo malo? Independientemente de lo que sea el empresario Juan Francisco Rosa y lo que esté detrás, el proyecto en sí yo lo llevé a cabo, tuve que viajar para sacar información y buscar maquinarias. Era un proyecto de lo mejor que había para toda Canarias y al que dediqué parte de mi vida, de la noche al día, durante mucho tiempo para hacer algo digno y único que ha sido admirado por todos”.

Proyecto único

Destaca que aquel proyecto conejero fue algo único. “No había nada igual en ningún lugar. Independientemente de que las guerras empresariales típicas siempre estén, y ahí tenemos un ejemplo, todo el mundo sabe que esto no es una historia de que haya hecho algo malo o se haya contaminado el agua. Es lo mismo que cuando hablamos de que el sector primario va de maravilla. No podemos cerrar los ojos para decir cositas e intentar engañar a los demás. El periodismo dice lo que quiere decir, falsifica las palabras según el interés, leemos la noticia de diferente manera según quién la escribe. Esto simplemente es una guerra contra el empresario en sí por su trayectoria o por lo que sea. Ahí no entro, pero no es nada justo lo que se ha llevado a cabo”.

Se acusó al empresario conejero de contaminación de aguas, entre otras irregularidades. “Todas las bodegas en las que he trabajado jamás han contado con un sistema de depuración de aguas. Si es que no existe en el municipio y en todo el pueblo de Uga ni siquiera sistema de alcantarillado. Tendrían que denunciar entonces hasta a cualquier ganadería o restaurante que esté contaminando ahora mismo en el pueblo porque no hay red de alcantarillado. Es absurdo todo esto”.

Destaca que incluso hay sentencias contradictorias en este caso. “Claro, porque todo depende de las influencias de unos y otros. Eso está clarísimo, pero ahí no nos podemos meter. Lo que no se puede es poner una manta para no ver el sol. El sol sale por un lado y se pone por el otro y que cada uno lo vea del color que quiera, pero las verdades están ahí. No se puede ser hipócrita”.

“Stratus como proyecto y bodega es lo mejor que le podía haber pasado a la isla de Lanzarote. Gracias a él todo el mundo sabe cómo tiró para arriba la calidad y con ello el posicionamiento a nivel mundial de los vinos, cómo se hablaba de Lanzarote y cómo venía gente buscando ese enoturismo relacionado con los vinos y las bodegas de la isla. Es pura hipocresía. Celos, envidias, lo que hay mucho en esta tierra. Hacen pagar lo que no tenían que pagar”.

Singularidad

Alberto González defiende que el vino lanzaroteño es muy singular dentro de los caldos canarios. “Nosotros tenemos una ventaja porque tenemos una de las uvas únicas del mundo como es la malvasía volcánica. El 90% de la producción mundial la tenemos nosotros en Lanzarote. Cuando llegó la filoxera prácticamente esta variedad se extinguió. Es una de las malvasías más antiguas del mundo y se quedó en Lanzarote y un poquito en Italia, en Sicilia. Queda un poco en Tenerife y Gran Canaria, pero la producción mayor está en Lanzarote. Produce unos vinos únicos, buscados y perseguidos”.

Aunque el vino es un producto tradicional, es susceptible de innovación. “En los vinos es fundamental innovar. Es la única manera, aunque se cometan errores, no importa, hay que seguir experimentando. Si no todos tomaríamos el mismo vino que sabría igual en todos lados. Está de moda lo que llaman el vino técnico, que está muy bien, correcto, pero con los ojos cerrados te tomas un vino y puedes decir que se puede elaborar en cualquier parte del mundo. Es muy correcto, pero te sabe igual. Los vinos técnicos no tienen futuro”.

También enfatiza que en los vinos es tan importante el contenido como el continente, su presentación, la botella, el diseño. “Es vital. Yo siempre insisto en cambiar la imagen de los vinos porque hay miles de botellas. Si nosotros no conocemos lo primero que vamos a hacer es convencernos con la vista. Si una botella está mal vestida y no nos dice nada, no la elegiremos. Tan solo la cogemos si alguien nos dice que es un vino maravilloso, aunque esté desastrosamente vestido. La imagen es vital”.

Consejo regulador

El presidente del comité de catas del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Gran Canaria, José Juan Martín Domínguez, cree que con el vino canario hay que vender “el exotismo que tienen las islas, el romanticismo y lo diferente”. Considera que los mercados no quieren productos globalizados sino diferentes, únicos. “El vino de Canarias ofrece cosas que no tienen los de La Rioja o los de Ribera del Duero”, asegura con aplomo.

Asegura que hay que remontarse al siglo XV para hablar del inicio real del vino grancanario. “A principios del siglo XV fue la introducción, pero sobre todo en el XVI parece ser que ya se asentó el mercado del vino en Canarias. Hay un libro de Manuel Lobo Cabrera que habla precisamente del comercio del vino entre Gran Canaria y las Indias en el siglo XVI. Pero podemos hablar desde que se inició la conquista en la isla en el siglo XV en adelante. Es una historia que ha sido interrumpida. No ha sido una historia continua y quizá por eso se perdió un poco la cultura del vino. Es una historia que por unas cosas o por otras se interrumpió en varias ocasiones”.

Martín Domínguez es miembro del Panel Cata en el Instituto Canario Calidad Alimentaria (ICCA) y del comité de catas desde su fundación. El mercado del vino en la Isla se origina “por guerras, por acuerdos internacionales, por cosas de los mercados, por epidemias que afectaron a los viñedos… Fue una historia que siempre estuvo interrumpida por intervalos”.

 

Los vinos de Gran Canaria no siempre han sido apreciados a través de la historia. “Parece que en la actualidad esto está cambiando pero hace quince o veinte años los grancanarios no apreciábamos los vinos de la Isla. Posiblemente tenga mucho que ver con que hubo una época de epidemia en el siglo XIX que arrasó los viñedos y nos fuimos desconectando de los mercados ingleses”.

La competencia del ron

Sin embargo, hay otras causas. “Hay un libro que se llama Jaque al vino, de Alfredo Martín, en el que habla de que en esos momentos se introdujo otra bebida, como el ron, que tuvo mucha presencia en la Isla en una época. Entonces el vino pasó a un segundo plano del consumo en la Isla, pero seguramente se mantuvo en las clases más pudientes, en la zona del Monte. Las grandes familias y los grandes apellidos del Monte seguían produciendo y consumiendo vino. Las clases menos pudientes probablemente tomaban otras bebidas alcohólicas como el ron, que se introdujo en Gran Canaria a principios del siglo XX”.

El historiador Manuel Lobo recoge en una monografía la importancia que tuvo el vino de Gran Canaria, no tanto en producción como en Tenerife, pero sí en calidad, tanto en mercados de Inglaterra como de las Indias, sobre todo cuando se empezó el comercio con América. La importancia y la producción que había ya en aquella época eran estimables.

No obstante, Tenerife siempre produjo más vino que Gran Canaria. “En proporción es verdad que el vino producido en Tenerife siempre ha sido mayor que el de Gran Canaria, pero en cuanto a calidad vemos a lo largo de la historia que los vinos de aquí también eran apreciados en mercados extranjeros”.

Repunte en el consumo

En los últimos tiempos se ha notado un repunte en el consumo de vinos de Gran Canaria. “Yo creo que tiene que ver mucho con la creación en el año 2000 de la  Denominación de Origen, que es un organismo que agrupa a productores y viticultores. Y eso  tiene mayor trascendencia que si va cada uno por separado. Se empieza a trabajar desde el año 2000, revisando lo que antes se hacía y teniendo en cuenta las nuevas técnicas, la ciencia y la limpieza”.

Desde hace años los vinos canarios se exportan con asiduidad a otros continentes. “Hay algunos vinos de Canarias que tienen trascendencia internacional con buenas críticas y se empieza a mirar desde fuera a las islas. Es cuando empezamos a creérnoslo nosotros también”.

“Tenemos paisajes únicos, variedades únicas, los terrenos volcánicos dan unas características especiales, la climatología de Gran Canaria también importa. En la isla tenemos muchos microclimas diferentes. No es lo mismo un vino de San Bartolomé de Tirajana que uno que se elabora en Tejeda, en montañas por encima de los mil metros”.

“Todos esos aspectos, que se empiezan a apreciar desde fuera y los grandes críticos empiezan a nombrarlo, nosotros nos lo empezamos también a creer. También hay que destacar la importancia del paisaje, por lo que tenemos que empezar a vender también el paisaje que tenemos. Los vinos tienen que ir acompañados de paisajes únicos. En Estados Unidos, aunque no conozcan Canarias, tienen que saber que el paisaje volcánico está asociado a sus vinos. En Canarias hay viticultura extrema en zonas donde es complicado llegar. Estamos cerca de África y rodeados de mar. Todos esos aspectos son un plus añadido al producto que está dentro de la botella”.

El exotismo isleño

Según él, hay que vender el exotismo que tienen las islas, el romanticismo y lo diferente. “Los mercados están cada vez yendo más a alejarse de productos globalizados porque quieren autenticidad de productos que se diferencien. El vino de Canarias ofrece cosas que no tienen los de La Rioja o los de Ribera del Duero. No podemos competir en hacer un vino igual que ellos. Tenemos que hacer un vino diferente al Ribera o al Rioja porque lo que vamos a buscar es nuestra diferenciación”.

  

Los vinos de Gran Canaria han llegado a Estados Unidos. “Hace unos años The New York Times hizo una selección de diez vinos de menos de diez euros y entre ellos estaba Frontón de Oro, de Camaretas, en San Mateo. Lo que valoraban de este vino era la autenticidad y la diferenciación. Hay grupos de bodegueros que se han unido para exportar a Estados Unidos o Canadá. Otros prefieren hacerlo por su cuenta y se han introducido en los mercados peninsulares a través de Madrid”.

No obstante, la comercialización está todavía en un estado inicial. “Sigue siendo la asignatura pendiente de aquí. Se están conociendo más y el mercado local se ha reactivado con la realización de las noches de vino en diferentes municipios de la isla. De lo que se trata es de llevar al vino directamente al consumidor, que lo pruebe y que lo aprecie, pero la asignatura pendiente sigue siendo el mercado de fuera, vendernos al exterior”.

 

Aunque hay microclimas en las islas, todos los vinos canarios tienen puntos en común. “Los vinos grancanarios tienen mucho parecido con los de Canarias en general porque hablamos de climas y variedades parecidos, aunque Lanzarote se diferencia quizá un poco más. Últimamente los vinos dulces de las islas están obteniendo premios a nivel internacional. Están siendo muy apreciados. Los tintos no tienen tanta estructura y capa tan contundentes como los vinos de Ribera del Duero. En los nuestros hay que buscar más la delicadeza, la sutilidad y la elegancia. Son vinos marcados por los suelos volcánicos, tienen ese aroma de volcán que son bastante apreciados fuera. Nuestros vinos tiene una vida más corta”.

Estima que cada zona vinícola debe hacer el vino de su tierra sin mayores experimentos. “Hace años buscábamos hacer un buen Rioja con los vinos de Gran Canaria, pero esas variedades no estaban en nuestra tradición. Desde aquí no podemos competir con los Tempranillo que se hacen en La Rioja”.

Vino como arte

El bodeguero Cristóbal Guerra, además de  pintor y escultor, señala que “la nueva viticultura se está haciendo desde un punto de vista diferente a otros lados. En otros lados son industrias que producen un movimiento importante de dinero y personas. Aquí la viticultura ha sido casi herencia de familia”.

“Quería -afirma el pintor- que cualquiera de nuestros posibles consumidores, tanto locales como foráneos, viera todo lo que hay detrás de la botella de vino cuando la consume: esa cosa que ahora está de moda y llamamos embotellar el paisaje. Yo como soy pintor y escultor llevo unos 16 años en esto. Lo que hice fue buscar una finca e intervenirla con el arte de la tierra. Quería trascender ese producto, desde la transformación de la tierra a su embotellado”.