El Gobierno declara a los Carneros de Tigaday Bien de Interés Cultural

El Gobierno de Canarias suma al catálogo del Patrimonio Cultural una de las figuras más representativas del carnaval tradicional de las Islas, los Carneros de Tigaday, gracias a su declaración como Bien de Interés con la categoría de Conocimiento y Actividades Tradicionales de Ámbito Local, con lo que se garantiza para futuras generaciones esta manifestación que escenifica la relación de los antepasados herreños con la naturaleza.

Los Carneros se celebran el domingo y el martes de carnaval en Tigaday, en el municipio de La Frontera: un grupo de personas, por regla general jóvenes del pueblo, corren por las calles enfundados en una vestimenta realizada al completo con pieles o zaleas de carneros u ovejas.

El “rebaño”, de aspecto grotesco, corretea persiguiendo a cuantos se encuentra en el trayecto. A su aspecto debemos sumarle el hecho del sonido estruendoso que provocan los cascabeles que llevan atados a la cintura.

Los Carneros persiguen a la muchedumbre, que huye aterrada. Embisten, empujan, agarran, derriban y topan con sus cuernos, sin hacer daño premeditado a nadie. El que es embestido por el rebaño, queda impregnado del olor nauseabundo que desprenden las pieles curtidas, además de manchados del tizne o betún que recubre el cuerpo de Los Carneros.

El Hierro, una de las islas más identificadas con unos orígenes ganaderos, vincula el inmenso corpus documental, la arqueología y las referencias orales, revelando la coexistencia histórica entre sus habitantes y la cría de animales que garantizaron su supervivencia.

Son por ello, más que evidentes, los vínculos entre la actividad ganadera y la reproducción de un modelo pastoril que queda netamente reflejado en gran parte de las actuaciones identitarias de la sociedad herreña. No resulta extraño, que se tratase de imitar modelos próximos y encontrase en los líderes de la manada, los carneros, el rol a imitar en diversiones profanas como los carnavales.

La abundancia de la materia prima, zaleas obtenidas de las reses sacrificadas para el sustento, y los cuernos, símbolo de fertilidad profana en una gran cantidad de culturas, pusieron en manos de los más atrevidos el disfraz más perfecto, el más original y sencillo.

Los Carneros, y su escenificación, en el seno de los carnavales herreños, no tendrían hoy ningún tipo de sentido si no se hubiese procedido a su recuperación, gracias a Benito Padrón, y a la dedicación de miembros de Tejeguate, entroncado con la juventud de La Frontera.