Resulta llamativo que en su encuentro con Coalición Canaria de cara a a una posible Investidura, Mariano Rajoy se haya querido reunir también con el presidente del Ejecutivo regional, algo que nunca se ha planteado respecto a Urkullu en el que sostendrá con el PNV y ni por asomo, salvo sorpresa mayúscula, con Puigdemont, cuando sea el turno de CDC.
Porque no es que la presencia de Clavijo sea sólo consecuencia de una tradicionalmente fluida relación con CC (hasta lo sucedido en la última legislatura con Paulino) y del obvio interés del PP en sumar aliados -aunque también- sino de la importancia que, pese a anécdotas como aquel lamentable chascarrillo de los tiempos Aznar-Mauricio en el que Arenas comparó a Canarias con Ponferrada, ha tenido siempre este Archipiélago para quien gobierna en España, sea quien sea, por razones geoestratégicas y de alta política no ya nacional, sino internacional.
Y porque, en definitiva, aunque a Mariano le importa mucho poder ser investido y quiere el respaldo de CC (pero la fuerza de CC en el Congreso es la que es), lo que tampoco quiere que suceda si finalmente logra seguir en La Moncloa es lo de su primera legislatura, cuando Paulino se fue hablar con el Rey de Marruecos del petróleo de Repsol y del de más allá de la mediana sin consultarle.
Y es que en aquel entonces se produjo una fractura que, unida a las pésimas relaciones entre el de El Sauzal y José Manuel Soria, nunca fue fácil de reparar, aunque en los grandes temas de Estado, como las relaciones con la UE y el futuro del REF, se siguiera haciendo causa común y predominara el consenso.
Pues bien, tal vez por todo lo anterior, ahí teníamos este martes a José Miguel Barragán hecho un brazo de mar en Moncloa ejerciendo de hombre de Estado ante la plana mayor de la prensa nacional, ayudado por el hecho de que la salida de Clavijo no hubiese sido estética y de que asumir que en Canarias también tenemos mujeres de Estado como Ana Oramas tal vez sea aún una asignatura pendiente.
Según contó a los periodistas, más preocupados (y es lógico) por el estado (de ánimo) de Rajoy y por si les había dado indicaciones de sus próximos movimientos que por las exigencias archipielágicas, Rajoy y Cospedal hablaron con sus interlocutores bastante tiempo de números, pero no tanto de las cifras de inversión pendientes en los convenios de Infraestructuras, de las subvenciones al transporte o del montante del PIEC como de los que salen en las distintas combinaciones de quesitos partidarios en que se divide el hemiciclo. Y lo que está claro es que, descartada la gran coalición por el PSOE, Mariano busca unas abstenciones para gobernar en minoría en segunda votación que probablemente solo el mismo PSOE (o Pedro Quevedo) puedan otorgarle. Y que es complicado que puedan llegar en julio.
La llamada “agenda canaria”, con los Convenios y el Plan Integral de Empleo que los cuatro años de Rajoy y Soria en gran medida mermaron, la nueva financiación autonómica y la reforma del Estatuto de Autonomía, además del blindaje del REF, y de la condición ultraperiférica de Canarias en una eventual reforma de la Constitución, serán objeto de negociación en los próximos días por ambos partidos.
Pero a nadie se le escapa que la pelota no está en manos de CC, si se quiere que haya Gobierno, sino fundamentalmente de los acuerdos que puedan alcanzar los dos grandes partidos. E imagínenese si será así, que Barragán incluso se atreve a asegurar que “no tiene que ser difícil” alcanzar acuerdos con el PP respecto a la agenda canaria si ya se lograron con Pedro sánchez antes de su Investidura fallida.
Y aunque, según dijo, el PP no les transmitió este martes el mensaje de que hicieran de intermediarios con el PNV, los socialistas, con NC (o con CDC), también es cierto, según él, que “todos tienen que ceder” y en este sentido llamó a conservadores y socialistas a negociar “sin cheques en blanco ni líneas rojas”, porque ante la elaboración de los PGE del año que viene o el nuevo diseño de Europa tras el Brexit “el Estado no puede seguir gestionándose” en funciones. Cosas de la gran política de Estado.