En España existieron cerca de 300 campos de concentración franquistas -5 en Canarias- por los que pasaron entre 700.000 y 1 millón de españoles, asegura el periodista Carlos Hernández de Miguel que ha realizado una investigación durante más de tres años sobre este capítulo que, dice, ha sido “olvidado” por la historia.
Una investigación cuyos resultados ha reunido en el libro Los campos de concentración de Franco (Ediciones B) este periodista y escritor, para quien España se convirtió durante la dictadura en un “gigantesco campo de concentración”.
Estos espacios, señala el autor, fueron “una de las patas de la enorme mesa que fue la represión franquista”, una práctica de la que hay poca documentación derivada “de la destrucción masiva de ficheros que se realizó durante la dictadura y los primeros años de la Transición”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, en España se realizó un borrado general especialmente de la documentación que podía relacionar al régimen franquista con el nazismo, de tal forma que hay un “agujero brutal de los archivos existentes sobre esa etapa”.
Porque, a pesar de las diferencias, hubo una analogía y existieron algunos elementos en común entre estos campos de concentración españoles y los implantados por el sistema nazi, sostiene Carlos Hernández, que explica que incluso dirigentes de la Gestapo participaron en el adiestramiento de las fuerzas policiales españolas.
El sistema franquista de estos campos fue diseñado de acuerdo a las necesidades de la dictadura, que eran -recalca el escritor- el “exterminio” de los elementos “más activos” del entorno republicano y la consecución de mano de obra a través de los “batallones de trabajo”.
“En los campos de concentración franquistas no hubo cámaras de gas, pero se practicó el exterminio y se explotó a los cautivos como trabajadores esclavos. En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente”, recalca Carlos Hernández de Miguel.
Con su investigación, en la que ha visitado decenas de archivos, el autor ha identificado 296 campos de concentración oficiales, abiertos en otras tantas ciudades y pueblos españoles.
Andalucía, con 52 campos de concentración, encabeza este “ránking del horror” dibujado por Carlos Hernández, en el que le siguen la Comunidad Valenciana con 41, Castilla-La Mancha con 38, Castilla y León con 24 y Aragón con 18.
Extremadura, con 17 de estos campos; Madrid con 16, Cataluña con 14, Asturias con 12, Galicia y Murcia con 11, Cantabria con 10, Euskadi con 9, Baleares con 7, Canarias con 5, Navarra con 4, La Rioja, con 2 y Ceuta, junto a las antiguas colonias españolas en el norte de África, con 5, completan las cifras.
Aunque durante toda la dictadura se fue borrando paulatinamente la documentación sobre estos campos, a mediados de los años 60 hubo otro “momento importante” de destrucción de archivos, recuerda el periodista.
Hernández de Miguel destaca el hecho de que ninguno de estas entre 700.000 y un millón de personas habían sido juzgadas o acusadas oficialmente y considera “muy triste” que no hayan sido reconocidos como víctimas del franquismo.
Y tras los 40 años de dictadura hubo “un pacto de silencio” en la Transición que, aunque pudiera ser entendible en el momento, no justifica el hecho de que a partir de mediados de los años 80 no se decidiera “poner la Historia en el lugar que se merece”.
El periodista, autor también del libro Los últimos españoles de Mauthausen, lamenta que el Estado no haya puesto los medios para que se conozca la existencia de estos campos de concentración y las nuevas generaciones se “vacunen” contra ellos.