Juan Gopar: “La única manera de monumentalizar un espacio público es contando con las opiniones y vivencias de la gente”
El artista lanzaroteño da los primeros pasos con su Haciendo Lugar en el XIII Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario. El artista hace una reflexión sobre la relación del hombre con el entorno que nace con intención de continuidad.
Juan Gopar (Lanzarote, 1958) es uno de esos artistas renacentistas en el sentido estricto de la palabra: pintor, dibujante, escultor… Y ahora se enfrenta al reto de hacer paisaje en el XIII Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario. Llegó a la capital de Fuerteventura con La Casa de la Higuera, una propuesta que pretende llamar la atención sobre la necesidad de mirar hacia la Naturaleza antes de que sea demasiado tarde. Pero, como él mismo dice, el lugar es mucho más de lo que cada uno piensa y aprehende de él. Y esa idea inicial, que gira en torno a la idea de casa y jardín como metáfora del ecosistema en peligro, se ha transformado gracias al contacto con el espacio y con la gente. Charlamos con Juan Gopar sobre su trabajo en Puerto del Rosario. Hablamos de lo que significa abandonar el estudio y trabajar en el espacio público. Una experiencia que queda plasmada en una obra a la que intentará dar continuidad en toda la isla (con la creación de otros 99 jardines) antes de saltar el mar en busca de otros lugares.
¿Cómo va todo?
Vamos caminando. Algunas cosas van más avanzadas y algunas menos, pero hay que tener en cuenta de que estamos hablando de un proyecto complejo. No por la construcción en sí de la pieza, sino porque uno de los elementos con los que estoy trabajando es el tiempo, y eso es algo que para hacerse tangible es necesario esperar.
Y para colmo en la calle… ¿Es difícil abandonar la intimidad del estudio?
Esa es una de las primeras cuestiones importantes. Éste es mi primer proyecto para un espacio público. Es la primera vez que salgo de ese cubo blanco y eso implica riesgos. Pero bueno, aunque siempre haya trabajado ahí dentro uno siempre piensa en qué le gustaría hacer si aparece una oportunidad como ésta. Y ahora se ha producido esta invitación del Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario para participar en una convocatoria que tiene ya trece años de trayectoria. Pero antes uno trabajaba en un sitio y después, esas piezas se iban distribuyendo por la ciudad. Pero este año aparece esa posibilidad de intervenir en el lugar y eso se convierte en el verdadero proyecto.
¿Eso ayuda o condiciona?
Ayuda. Trabajamos en un entorno cercano al espacio intermareal y con la referencia de los hornos de cal. El sitio ya me ofrece una explicación casi topográfica; y esa ubicación te desata la imaginación. Y uno intuye por dónde va a caminar. Pero aún así, todavía hay un diálogo con el lugar. Antes de empezar a trabajar tuve la oportunidad de viajar varias veces hasta Fuerteventura para caminar por estos lugares. Pero aún así, necesite sentarme tranquilo para ver qué le pasa al lugar. Y es ahora cuando ese nombre aparece: Hacer Lugar. Y en vez de un concepto que gire en torno de monumentalizar la historia o algún elemento concreto yo quiero hacer otra cosa. Lo fundamental aquí es que no hay fórmulas. Hay que experimentar una formalización específica que sea fruto del propio contexto en cada ocasión. Ver lo que le pasa al sitio, qué es lo que dice el mapa, qué es lo que dice la gente… Eso ha sido fundamental.
Entonces los vecinos y vecinas que pasan por ahí se han integrado al proceso creativo…
Exactamente. La ciudad es la gente en la calle. Y los lugares también. Y aquí hay que diferenciar entre paisaje y territorio. El paisaje es lo tangible, es la topografía del sitio. Pero a lo tangible hay que añadirle lo intangible. Todo eso que no cuenta el mapa. Y ahí nos encontramos con muchísimos elementos: el horno, por ejemplo, es una parte de la antropología industrial y de la propia historia de la Isla de Fuerteventura. Y aquí aparece el, por ejemplo, el papel del cosco, que es una planta endémica que va a ser la parte fundamental del jardín. No sólo es una especie muy extendida en zonas próximas a la franja intermareal, sino que fue lo que le dio de comer a Fuerteventura y al resto de las islas en épocas de hambruna. Y después está la higuera como símbolo del inicio de otra mirada para reencontrarnos con un paisaje que ya estaba señalado desde un punto de vista antropológico por esos hornos. Aquí se pueden encontrar muchos símbolos. La cal, por ejemplo, no sirve sólo como blanqueador de paredes. Es un elemento de limpieza y sanación. Pero a la vez un factor importantísimo de la historia de la isla.
Quieres explotar la carga simbólica del lugar…
Los lugares tienen texto y tienen contexto a la vez. No pueden fabricarse en serie y ese es uno de los conceptos con lo que quería trabajar. Un escultor al uso puede trabajar en formulaciones abstractas: el viejo y el mar; el Carnaval; a la Constitución o a los enfermos del Covid. Cuando se propone monumentalizar la historia o un lugar la gente espera algo grande. Y yo planteo trabajar con cosas casi intangibles. Voy a trabajar con tiempo, que es lo que representa la higuera y el jardín. Ya lo he dicho en varias ocasiones: nueve mujeres no pueden gestar a un niño en un mes. Y aquí el tiempo es un elemento fundamental. No podemos plantar una escultura y nominar a ese sitio: que sea la escultura la que de nombre y sentido al lugar. Eso no funciona así porque el espacio público es de todos y es de nadie. Porque el significado monumental, al final, ha terminado por identificarse con lo enorme y yo quería hacer algo que no fuera tan grande. Algo que fuera simbólico pero que se diluyera en el sitio.
Y tanto… Al final el lugar ha terminado por cambiarle el nombre al proyecto.
Y sí. Es que creo que esta es la única forma de intervenir en lo público. Tienes que diluirte en el otro tratando de entender que ese espacio es individual pero, también, es colectivo. Y ahí, la subjetividad del artista no tiene más valor que el de un perro olfateando una farola. Porque esas dos prácticas son las que constituyen el paisaje.
Quizás eso sea lo más potente del Simposio. El protagonismo absoluto del proceso.
He estado grabando a la gente, haciendo preguntas y hasta pequeñas entrevistas. Y ya hay algunas personas habituales con las que se establece un diálogo. Y ahí está lo que diferencia un ámbito de un lugar. Un ámbito es un sitio que se puede cartografiar y que puede aparecer en un mapa administrativo. Pero eso no es un lugar. El lugar lo hace la gente. Y lo hace suyo incorporando su vida a ese espacio. Y de ahí que este proyecto de lugar intente alargar el tiempo: es el material más importante con el que voy a trabajar. Y eso es algo que voy a solicitar. Tiempo. Porque no puedes plantar un árbol y al día siguiente pretender sentarte a su sombra. Y eso es, también, un ejercicio de responsabilidad. Plantar un árbol y no regarlo es como tener un hijo y lanzarlo al contenedor de basura. Estamos hablando de un ser vivo al que hay que dedicarle tiempo, responsabilidad y atención…
Y eso tendrá un significado…
Que lo mismo pasa con el espacio público. Y por eso te decía que era importante la idea de reencontrarse con los lugares y para lograrlo es necesario una nueva mirada y nuevas preguntas que incidan en que lo que entendemos como espacio público.
¿De qué manera ha evolucionado esa Casa de la Higuera que planteabas como idea inicial?
La Casa de la Higuera está. Sigue ahí. Y es el acto final del proceso. Es una casa transparente que se representará a través de ese perfil que dibujan los niños como símbolo de lo que es una casa. Será una estructura de dos por tres metros relativamente sencilla y realizada con acero inoxidable pulido en el que se va a reflejar todo el entorno. Es decir, en esos perfiles se van a reflejar el horno, las plantas, la higuera… La idea es que esa escultura sea invisible cuando se ponga. Pero dentro de esa casa va a crecer la higuera para simbolizar que la Naturaleza es el hogar final del hombre. El destino final del hombre es la Naturaleza y el hogar también lo es.
Estás hablando de Naturaleza, pero la higuera siempre ha sido un árbol de civilización…
Claro. Es un símbolo que se asocia con la vida y el origen del mundo y de los procesos. Incluso en algunos estudios bíblicos se dice que lo que mordió Eva no fue una manzana, sino un higo. Es un fruto con muchísima carga simbólica: también se le relaciona con la fruta y el sexo de la mujer. Estamos hablando del inicio de la vida. Y por eso la idea de plantar cien higueras es un elemento que acompaña a ese proceso de la construcción del lugar.
¿Ya has podido confirmar que habrá cien haciendo lugar por toda Fuerteventura?
Ahora estamos tratando de cerrar esa parte del proyecto. Lo complejo de este proyecto no es tanto hacer la escultura o plantar el jardín sino que haya una pedagogía. Y en eso estamos durante estos días. Por ejemplo, estamos trabajando con las estudiantes de Bellas Artes que nos acompañan como asistentes para lanzar este mensaje. Estamos escribiendo unas cartelas para ir contando el proyecto y también estamos incorporando las preguntas y los comentarios que la gente nos hace.
¿Y qué te dice la gente?
La pregunta principal es qué es lo que estamos haciendo aquí. Y después nos dicen que estaría bien que se regaran las plantas y se cuidara el árbol una vez terminado. Viene la señora que hace deporte y te dice que hay que cuidar el entorno; y los viejitos que llevan ahí sentados un rato viendo como trabajamos dicen que estaría bien que se pusiera alguna sombra… Y ahí surge eso de lo que hablábamos antes: de la necesidad de que la gente haga suyo el sitio. En realidad estamos haciendo sitio.
¿Y a ti, como creador, te gusta esa intromisión de la gente en tu proceso creativo?
Esta es mi primera salida a la calle: es la primera cosa que hago pública. Y yo entiendo que si es pública tiene que ser así. No hay otra forma de intervenir en un sitio dónde tú no estás solo. En el estudio mi forma de pensar es distinta, pero si trabajo en la calle una parte de mi labor debe ser escuchar a la gente. Esa es la esencia del Simposio. La mejor obra de arte es una conversación y de eso hay bastante aquí. Y yo también estoy aprendiendo a entender cómo vive otra gente el sitio. Estoy yendo más allá de mi propia percepción del lugar. Y estamos hablando de un sitio con unos valores fantásticos: está el mar, el horizonte, el propio horno… El paisaje no es una cuestión de bonito y feo. Cada paisaje tiene su cosa y sobre todo depende de las vivencias de la gente.
¿Vamos a tener otros lugares fuera de Fuerteventura?
Pues a mí me gustaría que el proyecto se iniciara aquí. Fuerteventura es la isla más antigua de Canarias y me gustaría que, desde aquí, poder llevar la idea a otros sitios y crear un ‘Proyecto Lugar’ que puede continuar en otros espacios. No sería con higueras, porque va a depender de lo que me encuentre en el sitio y qué le pasa a la gente que está en ese sitio. Me interesa mucho como es la relación de la gente con esos espacios.
A las órdenes del maestro
Una de las muchas novedades del XIII Simposio Internacional de Escultura de Puerto del Rosario es la inclusión de cuatro estudiantes de Bellas Artes que sirven como asistentes a cada uno de los artistas invitados. Desde la organización, muy vinculada a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, se apunta a que este ‘giro’ responde a la necesidad de integrar a la comunidad educativa canaria en una de las iniciativas artísticas más importantes del Archipiélago. Por lo pronto las chicas ya llevan una semana de trabajo y según señala Juan Gopar, la experiencia está siendo muy positiva. “Ellas están entendiendo una forma nueva de atacar este tipo de procesos” señala el artista quien destaca que una de las enseñanzas del modelo majorero es “que el mismo proyecto es más importante, incluso, que el final”. “Están entendiendo la importancia de esos procesos”. El artista indica que ideas como incluir a los estudiantes en este tipo de convocatorias son muy positivas y que en el caso que nos ocupa, “estamos viendo como aprenden cosas nuevas como la necesidad de esa interacción con la gente que nos ve trabajar”. “Las estudiantes hacen murales, muchas cosas de escultura, han trabajado con resinas… Y aquí estamos trabajando con cosas intangibles y en una cuestión que es mucho más conceptual. Y a eso es a lo que no están acostumbradas. Pero para eso están aquí. Para aprender”.