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AVENGERS: ENDGAME. EL FINAL DE UN CAMINO

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Y esto mismo se puede aplicar a nuestro maltratado mundo y a cualquiera de los que se esconden más allá de las estrellas que iluminan la espina dorsal de la noche. Ni siquiera seres tan megalómanos, sádicos y desmedidos como Thanos, el titán, escapan a todo lo anteriormente dicho. Su soberbia contrasta con la lucidez de quienes, en solitario o formando parte del grupo de héroes más poderosos de la Tierra, llevan tiempo asumiendo que sus peripecias vitales vienen con fecha de caducidad.

Quizás sea ésa la mayor virtud de la película Avengers: Endgame; es decir, mostrarnos el paso del tiempo y sus secuelas, tanto físicas como mentales. Poco queda de la euforia original tras las batallas, la sinrazón y las pérdidas sufridas en cada uno de los episodios previos. La guerra, por muy justificada que esté, cambia a las personas que la libran y, después, ya nada es como antes.

De ahí que ninguno de los personajes sea ajeno a dichos cambios y, a la menor oportunidad que se les presenta, buscan solucionar aquello que quedó pendiente, por muy rocambolesco y trasnochado que esto pueda llegar a sonar. En esto, la película se asemeja a los antiguos Giant Size publicados por Marvel Comics décadas atrás, en donde se solían atar muchos de los cabos sueltos que habían quedado pendientes en las series regulares publicadas por la Casa de las Ideas. Es innegable que disponer de tres horas de metraje ayuda a lograrlo, sobre todo porque hay tiempo de sobra para detenerse en esos pequeños detalles que los guionistas gustaban de recopilar en los anteriormente citados números especiales.

Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.)Photo: ©2019 Marvel Studios.

Avengers: Endgame supone el final de una aventura que empezó hace más de una década y que ha servido para forjar un universo cinematográfico, impensable cuando el presente siglo XXI comenzó, y que, a pesar de los cambios que se producirán tras el estreno de esta cuarta y última entrega de la saga de los héroes más poderosos de la Tierra, promete tener cuerda para rato.

Eso sí, la película está pensada, sin disimulo, para quienes llevamos décadas leyendo las series gráficas y viendo las sucesivas entregas cinematográficas, aunque esto no significa que el resto del personal no esté invitado a esta fiesta de despedida. Es más, los últimos cuarenta y cinco minutos de metraje son para guardar en la memoria y recordar cuando uno piense que ya no hay nada más que hacer, ni que decir. Me gustaría añadir que están todos los que son -exceptuando a los mutantes, que siguen en una realidad alternativa, por lo menos hasta este año-, pero sí se encuentran la mayoría de ellos y la sensación de verlos a todos juntos es difícil de explicar con palabras para quienes no lo hayan disfrutado desde hace mucho, mucho tiempo.

Ah, y quien piense que Captain Marvel era una película “excesivamente feminista”, mejor que se ahorre el trabajo de ir a ver la película… Avengers: Endgame demuestra a las claras que en Marvel Comics ya se han enterado de que estamos viviendo en el siglo XXI -algo que no deja de sorprender conociendo los mimbres que forjaron la compañía que absorbió la editorial hace unos años, aunque ésa sea otra cuestión que, ahora mismo, no viene al caso.

Todo lo demás, incluyendo las sensaciones, los sobresaltos, la desazón y las preguntas que quedan sin responder termina por ser una cuestión íntima, personal y que cada uno deberá asimilar de la forma que crea oportuna, una vez que las luces de la sala se vuelvan a encender.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2019

The Avengers es una creación de Stan Lee y Jack Kirby

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Y esto mismo se puede aplicar a nuestro maltratado mundo y a cualquiera de los que se esconden más allá de las estrellas que iluminan la espina dorsal de la noche. Ni siquiera seres tan megalómanos, sádicos y desmedidos como Thanos, el titán, escapan a todo lo anteriormente dicho. Su soberbia contrasta con la lucidez de quienes, en solitario o formando parte del grupo de héroes más poderosos de la Tierra, llevan tiempo asumiendo que sus peripecias vitales vienen con fecha de caducidad.

Quizás sea ésa la mayor virtud de la película Avengers: Endgame; es decir, mostrarnos el paso del tiempo y sus secuelas, tanto físicas como mentales. Poco queda de la euforia original tras las batallas, la sinrazón y las pérdidas sufridas en cada uno de los episodios previos. La guerra, por muy justificada que esté, cambia a las personas que la libran y, después, ya nada es como antes.