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ONCE UPON A TIME IN SAD HILL

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En realidad, el ser humano acaba por creerse sus propios argumentos, válidos o no, y mientras tanto sobrevive, normalmente, a costa de los que tiene a su alrededor. Esto último se entiende, porque nuestra sociedad sigue estando escorada hacia un determinado sexo, en detrimento del otro, y ello posibilita, en pleno siglo XXI, situaciones esperpénticas que debieron haber quedado olvidadas tiempo atrás.

Los cuatro antagonistas de la narración cinematográfica.

© 2019 Black Lion Pictures Oy & Oy Bad Taste Ltd.

Dicho todo esto no es de extrañar que los personajes que deambulan por Once Upon a Time in Sad Hill respondan a las señas de identidad anteriormente citadas, aunque ni siquiera sepan cuál es su verdadera situación. Ellas saben que no están viviendo la vida que quieren y ellos reconocen no solo sus debilidades, sino sus carencias, pero donde la ecuación falla es en su incapacidad de tratar de salir de un ciclo que no beneficia a ninguno. Por todo ello, y sumidos como están en una suerte de ensoñación irracional, llegar al cementerio de Sad Hill, mítico emplazamiento de la Guerra de Secesión norteamericana -trasplantado a nuestro país por el director italiano Sergio Leone- supone esa encrucijada perfecta para que los personajes, de una vez, hagan frente a los fantasmas de su existencia.

El cementerio de Sad Hill © 2019 Black Lion Pictures Oy & Oy Bad Taste Ltd.

Sad Hill es el lugar donde el duelo clásico fue demolido y tres antagonistas se enfrentaron. Esta vez no son tres, sino cuatro los que buscarán solucionar su desazón de la manera más épica y radical posible.

¿Hacía falta llegar a tal extremo para darse cuenta de que lo que se debía hacer era cambiar un estilo de vida tan nocivo como demencial? No, pero hemos llegado a un punto en el que la comodidad, la pasividad y la falta de iniciativa han terminado por sepultar los deseos y los anhelos de las personas. Y si algo representa el cementerio de Sad Hill es un obligado punto y aparte, por mucho que se trate de evitar.

Once Upon a Time in Sad Hill es, por encima de todo, un canto a la libertad de expresión cinematográfica, sin pensar en los ingresos de taquilla. Su director y guionista, Rax Rinnekangas, plantea una suerte de conflicto existencial a cuatro bandas y lo inserta en uno de los espacios cinematográficos más icónicos de cuantos se han creado a lo largo de la historia del séptimo arte.

Rodada en cinco idiomas, con antagonistas del norte y del sur de Europa (Finlandia y España), la historia trata de responder algunas de las cuestiones que siempre han rondado por la cabeza de los seres humanos, muchas de ellas basadas en la irracionalidad.

© 2019 Black Lion Pictures Oy & Oy Bad Taste Ltd.

Ni siquiera Sad Hill es un lugar que se sustenta en la racionalidad, sino en la pasión de un grupo de personas por recuperar y mantener la imagen de un lugar que ha permanecido guardada en su memoria desde que apareció en la gran pantalla. Quizás lo que nos viene a decir el guionista y director finlandés es que, por lo menos una vez en la vida, deberíamos llegar a un emplazamiento como el cementerio de Sad Hill y, una vez allí, decidir qué queremos hacer con nuestra vida. El duelo posterior es una cuestión de cada uno.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2019.

© 2019 Black Lion Pictures Oy, Oy Bad Taste Ltd, SolisterraeMusic S.L., y Asociación Cultural Sad Hill.

En realidad, el ser humano acaba por creerse sus propios argumentos, válidos o no, y mientras tanto sobrevive, normalmente, a costa de los que tiene a su alrededor. Esto último se entiende, porque nuestra sociedad sigue estando escorada hacia un determinado sexo, en detrimento del otro, y ello posibilita, en pleno siglo XXI, situaciones esperpénticas que debieron haber quedado olvidadas tiempo atrás.