Benedicto XVI pronuncia un histórico discurso en la Abadía de Westminster

LONDRES, 17 (EUROPA PRESS/Darío Chimeno)

Benedicto XVI se ha convertido en el primer Papa en visitar la Abadía de Westminster, el templo más importante del anglicanismo, donde, consciente de las reformas y conformismo que el resto de las confesiones cristianas han admitido, ha alentado a la fidelidad a la Palabra de Dios porque “es una palabra verdadera, nos exige una obediencia que nos lleve juntos a una comprensión más profunda de la voluntad del Señor, una obediencia que debe estar libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento. Ésta es la palabra de aliento que deseo dejaros esta noche”.

A la llegada de Benedicto XVI miles de personas se han concentrado, entre fuertes medidas de seguridad, en la Plaza de la Abadía gritando y portando pancartas a favor y en contra del Papa, poniendo de manifiesto el carácter liberal británico, donde opiniones contrarias pueden ser claramente manifestadas. Antes de su entrada en la histórica Abadía anglicana, el Abad pudo explicarle la fachada del edificio de origen gótico.

En el acto, el Santo Padre ha saludado atentamente a todos los representantes de las confesiones cristianas, entre los que estaban desde mujeres ordenadas obispos a representantes de la Iglesia Ortodoxa. Tras este saludo, un conjunto de niños y adultos cantores, interpretó un canto anglicano, antes de que el Santo Padre pudiera pronunciar su discurso. El acto, de una duración de más de un hora, ha contenido entre otros, un discurso del Arzobispo de Canterbury, el rezo y el canto de varias oraciones en común.

Durante todo su discurso, el Papa ha hablado sobre todo del camino de ecumenismo que comenzó hace ahora cien años cuando se firmó la Conferencia de Edimburgo entre las principales confesiones cristianas y en la que propuso “la unidad cristiana como condición previa para un testimonio creíble y convincente del Evangelio en nuestro tiempo”. Para el Papa, “la unidad de la Iglesia jamás puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica, en la fe confiada a cada nuevo miembro del Cuerpo de Cristo durante el rito del Bautismo”.

Aunque el Santo Padre es consciente “de los retos, las bendiciones, las decepciones y los signos de esperanza que han marcado nuestro camino ecuménico”, no dejó de animar a todos los presentes a “redescubrir su herencia común, a reforzar lo que tienen en común y a proseguir en el esfuerzo de crecer en la amistad”. Al finalizar, rezó para que Dios “dé vigor a nuestros esfuerzos para reparar las rupturas del pasado y afrontar los retos del presente con esperanza en el futuro que, en su providencia, depara a nosotros y nuestro mundo”.