PUERTO PRÍNCIPE (HAITÍ), 10 (De la enviada especial de Europa Press Laura Ramírez)
Cientos de miles de haitianos viven, un año y medio después del terremoto que azotó Haití, en condiciones de insalubridad, rodeados de basura y con un techo de plástico en el mejor de los casos, en los campos de desplazados que se extienden a lo largo del país y de los que sólo en la capital, Puerto Príncipe, hay un total de 500, según ha explicado el sacerdote haitiano y padre paúl, Fredy.
En este sentido, el padre Fredy, que se ocupa de los niños de uno de estos campamentos, ha denunciado que las organizaciones de ayuda humanitaria están desapareciendo de los campos, “quizá por la crisis”, pero que, en cualquier caso, no están cumpliendo con sus “promesas”. “Están olvidándose de nosotros”, ha afirmado, al tiempo que ha lamentado que han dejado a muchos niños “sin la esperanza de ir a la escuela”.
Ante esta situación, un grupo de más de 20 mujeres con la ayuda de este sacerdote han desarrollado el proyecto 'Niños de Esperanza' con el que pretenden dar una educación a los más pobres de los campamentos como la que recibe “un niño de cualquier país” para que en un plazo de unos diez años puedan ayudar a Haití a remontar. Concretamente, el padre ha seleccionado a 25 pequeños, en su mayoría huérfanos de padre, madre o incluso que tienen padres pero no se hacen cargo de ellos, que no sólo reciben educación de la mano de ocho profesores sino que también aprenden de “disciplina” e higiene.
“Un mes después del terremoto llegué para dar de comer a los niños y su situación me fue tocando así que comencé a seleccionar a los niños más sucios. El comité compraba ropa y utensilios de aseo y dábamos un premio a quien viniera más limpio y después yo hablaba con ellos”, ha explicado el padre Fredy al tiempo que enseñaba fotografías del antes y el después de algunos de los menores seleccionados para este proyecto.
En cualquier caso, ha indicado que, aunque disponen de un presupuesto mensual, “nunca” dejan de dar de comer a los niños, no sólo a los pertenecientes a la escuela sino también a todos los que viven en el campamento y se acercan. De hecho, ha apuntado que, en estos momentos, están atendiendo a unos 80 chavales al día.
DESALOJO DESDE JUNIO
No obstante, la permanencia del campamento pende de un hilo ya que, según ha explicado el sacerdote haitiano, el dueño del solar necesita el terreno y desde el pasado mes de junio están desalojando el campo en el que viven 400 haitianos de los que 220 son niños.
Sin embargo, a pesar de la miseria con la que viven los desplazados --se calcula que más de un millón de personas perdieron sus viviendas debido al seísmo--, su alegría y esperanza transluce en encuentros como la misa del domingo para la que se visten con sus mejores ropas, en el caso de las mujeres de un blanco inmaculado, y en la que cantan y bailan al ritmo de una banda en la que los instrumentos protagonistas son el saxo, la batería y la guitarra eléctrica.
La presidenta de Manos Unidas, Myriam García Abrisqueta, ha asistido a la eucaristía de este domingo en la parroquia del campamento de desplazados en la que ha aprovechado para agradecer a todos los haitianos presentes que compartan su vida con las personas que les visitan y les ha pedido su “oración y cariño” para lograr alcanzar “ese mundo mejor por el que todos luchan”. También les ha recordado que es “imprescindible” para Manos Unidas que se impliquen en los proyectos para que estos funcionen.
Por su parte, los fieles haitianos han mostrado su deseo de que continúe la cooperación y de mantener las “manos unidas” para continuar trabajando. Así, Renold ha señalado que a pesar de la realidad que viven, de la “basura, la suciedad y el malestar” de la gente que vive en los campamentos, tienen “esperanza para construir ese mundo mejor”. “Esta situación tiene que cambiar y la queremos cambiar”, ha asegurado.