Al mal tiempo, buena cara. Y nueva, añaden desde la Sociedad Islas Canarias, pues la principal entidad de emigrantes del Archipiélago en Uruguay se prepara para inaugurar un edificio anexo a su histórica sede en Montevideo y culminar un proceso de expansión protagonizado en plena crisis económica mundial.
Adquirido durante 2009 por 90.000 dólares, parcialmente financiados por el Gobierno de Canarias, el nuevo inmueble de la avenida Millán afronta las últimas obras para albergar en próximos meses una escuela de arte, comunicación y diseño. De este modo, la iniciativa formativa se suma a la oferta sanitaria de la Sociedad Islas Canarias, cuyo centro de atención primaria ocupa la restante mitad del edificio desde su compra en 2007 por 29.000 dólares. Tras la inversión, también con participación autonómica, la consulta de la capital charrúa atiende de manera gratuita a los emigrantes isleños junto a la sede de la entidad, una quinta adquirida en 1963 con el dinero y los avales de los propios socios.
A partir de ahora, el reto de la entidad canaria se sitúa en consolidar los servicios prestados y lograr la autofinanciación mediante, aparte de las cuotas simbólicas de los 630 socios, el alquiler de sus locales, la organización de eventos o cualquier otra vía alternativa. Aunque el conjunto de Latinoamérica zafó de la recesión global, las asociaciones de emigrantes también sufren los efectos de la coyuntura internacional al depender parte de su financiación de las arcas del Gobierno de Canarias. De hecho, el Ejecutivo autónomo aporta para programas asistenciales alrededor del 40% de las cuentas anuales de la Sociedad Islas Canarias, con un importe superior a 90.000 dólares en 2010 y nueve personas en plantilla.
Precisamente, la presidenta de la asociación canario-uruguaya, Inmaculada Cedrés, prevé nuevas dificultades presupuestarias derivadas de la crisis económica española: “Ya nos han recortado el derecho al voto y me temo un recorte mayor en los derechos de nuestros mayores y personas necesitadas”. En cualquier caso, “este es el sitio donde nos tocó vivir y acá seguiremos peleando”, subraya la máxima responsable de la Sociedad Islas Canarias, constituida en 1928 y refundada en 1952 por la importante colonia del Archipiélago en el país.
“Si naciste distinto, morirás distinto”
Pese a vivir durante más de medio siglo en el país, Inmaculada Cedrés no posee la nacionalidad uruguaya, aunque sí la residencia legal: “Quizá sea un síntoma de rebeldía, pero si naciste distinto, morirás distinto”. Natural de Mácher (Lanzarote), su padre trabajaba en el campo mientras su madre cosía en casa, pero “era muy difícil mantener las cosechas” y toda la familia se embarcó rumbo a Montevideo en 1960 tras los pasos del abuelo materno.
De una travesía marítima “todo el tiempo en el camarote”, Inmaculada Cedrés recuerda el fallecimiento del cocinero: “Me impresionó mucho”. Y tras desembarcar en Montevideo, causó sorpresa en la niña conejera de 5 años un vendedor de flores de raza negra, primer encuentro con un miembro de la comunidad de afrodescendientes del Río de la Plata. Después de los iniciales contactos en el bar El Quitapenas, punto de reunión por entonces de los emigrantes económicos españoles en la Ciudad Vieja de la capital charrúa, su padre trabajó en la construcción y su madre se dedicó a la costura en fábricas y domicilios, mientras que ella progresó en la industria de la joyería hasta contar con un taller y tienda propios.
Dedicada por completo a la administración de la Sociedad Islas Canarias desde 2000 y a la máxima responsabilidad durante los últimos tres años, Inmaculada Cedrés, casada y con tres hijos, no regresó a Lanzarote hasta 2002. “Fue indescriptible, porque sentí que estaba en mi lugar y me vinieron muchos recuerdos. El viento, caminar sobre el picón o andar en camella no eran ninguna novedad, lo tenía incorporado y me parecía natural”. Eso sí, “la isla está muy cambiada, demasiado sobrecargada”.