“Hay valores por los que merece la pena hacer sacrificios”, la frase es de Howard Koch, uno de los guionistas de la película Casablanca. El barco de naviera Armas que cada fin de semana comunica Gran Canaria con el Aaiún se convirtió la madrugada de este domingo en el café de Rick, el local más popular de la ciudad marroquí que dio nombre a la oscarizada película que protagonizaron Ingrid Bergman y Humprey Bogart. No había ninguna banda de música dispuesta a tocar la Marsellesa en un momento culmen, pero sí había espías, espías por todos los lados.
Si salías a cubierta a disfrutar de la noche, del mar plato bajo la luna, te seguía un policía marroquí. El profesor Helio Ayala, de la Red de Escuelas Solidarias, cuenta a CANARIAS AHORA desde el barco que “nosotros nos sentamos todos juntos, pero si alguno iba al baño o quería dar un paseo por la cubierta siempre tenía a alguien cerca vigilándolo, la verdad es que no los dejamos dormir”. Fue una noche entretenida para la veintena de activistas proderechos humanos que este sábado por la noche salieron de la capital grancanaria con destino a El Aaiún.
Su intención era pasar el día en la ciudad ocupada por Marruecos, querían hablar con la población saharaui, conocer sus testimonios. La jornada del sábado estuvieron en el Parque San Telmo en el Encuentro Gran Canaria Solidaria, celebrando el aniversario de la Carta de los Derechos Humanos. Qué mejor forma que completar el fin de semana visitando un lugar cercano a Canarias donde esa declaración se viola todos los días.
El barco atracó en el puerto de El Aaiún a las 9 de la mañana de este domingo. En el muelle el ministerio del Interior de Marruecos ya tenía organizado el habitual “comité de recepción”: un grupo de ciudadanos con las vestimentas saharauis y la bandera de Marruecos gritando contra los canarios que venían en el barco. “Cuando nos asomamos a la cubierta empezaron a gritarnos. Nosotros no sacamos ninguna bandera, sólo nos asomamos mientras bajaban los marroquíes porque la policía le dijo al capitán del barco que no dejara salir a los pasajeros con pasaporte español”, cuenta Ayala.
Una decena de policías subió al barco a identificar a los pasajeros canarios. Helio Ayala pudo comprobar que la policía contaba con una ficha personal de ellos “fue sorprendente, tenían los datos personales de todos nosotros, junto al nombre se podía leer los que pertenecen a algún partido político, a la Red de Escuelas Solidarias o a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. Nos tienen fichados”.
Después de devolver los pasaportes la policía comunicó al capitán que los pasajeros canarios no podían bajar a tierra “por razones de seguridad”. Unos minutos después de entregar los pasaportes la policía pidió entrar de nuevo en el barco “para obtener más información”. Pero el capitán les impidió la entrada y se comprometió a no dejar salir a los activistas canarios.
Una vez que la policía abandonó el barco los activistas decidieron realizar una acción desde cubierta. “Nos pusimos unas camisas con el lema Sáhara libre y nos asomamos fuera, sacamos una gran bandera saharaui”, dice Ayala, que añade que “ya no estaban los colonos, sino un grupo de policías que comenzó a gritarnos y a tirarnos cosas, algún palo de las banderas que tenían”. Los policías querían volver a subir al ferry, pero el capitán les dijo que no. Los activistas tendrán que pasar todo el domingo dentro del ferry de Armas, que por la noche regresará a Gran Canaria. No saben si vendrán acompañados de los mismos policías, el barco podría volver a convertirse en aquel bar de Rick de Casablanca. Si no fuera porque los activistas proderechos humanos son gente de principios, después de tanto tiempo con los mismos espías alguien podría exclamar la frase más famosa de aquella película: “ esto podría ser el principio de una gran amistad”.