El segundo debate presidencial, pensado como un foro para que los candidatos Barack Obama y John McCain escuchasen directamente “la voz del pueblo”, careció de espontaneidad y no logró cambiar la dinámica actual de la contienda.
Cuando faltan 27 días para los comicios generales en Estados Unidos, el debate en la Universidad Belmont en Nashville (Tennessee) prometía ofrecer a millones de televidentes una escalada de ataques mutuos, a juzgar por recientes declaraciones de los candidatos.
McCain incluso sugirió que en este encuentro no tendría miramientos para atacar a su rival demócrata.
Pero el debate de 90 minutos, el único programado como “asamblea popular” para que los candidatos respondiesen a preguntas de 80 votantes “indecisos”, pronto se convirtió en un ejercicio en el que no hubo drama ni errores garrafales pero sí una repetición de los ataques de los últimos días.
“Aquí la meta era evitar tropiezos: McCain necesitaba controlar su temperamento y Obama tenía que evitar las respuestas abstractas y la retórica que pueden distanciarlo del ciudadano de a pie”, dijo Nathan Griffith, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Belmont.
Se suponía que era un formato que domina McCain pero Obama también se mostró cómodo en el salón y, cuando la crisis económica domina los titulares, la aparente fijación de McCain en Irak ha sido contraproducente, según observadores.
A falta de un “nocaut”, la situación sigue igual: la crisis en Wall Street sigue dominando la cobertura mediática en EEUU y Obama continúa aventajando a McCain en las encuestas nacionales y en las de estados clave.
De hecho, la primera pregunta de la noche reflejó la ansiedad que está en boca de muchos estadounidenses: tras el rescate financiero de Wall Street, ¿quién protegerá a los jubilados y ancianos que ven reducidos sus ingresos?
De nueva cuenta, Obama trató de vincular a McCain con “las fallidas políticas económicas de los últimos ocho años” y defendió su propuesta de ampliar las ayudas para la clase media, el voto codiciado de ambas campañas.
McCain propuso un plan de ayuda para los propietarios de casa, en el que el Departamento del Tesoro adquiriría “de inmediato” las hipotecas fracasadas y renegociaría las mensualidades en base al valor actual de las casas.
Al igual que en su primera careo en Mississippi el pasado 26 de septiembre, ninguno de los dos candidatos pudo precisar los sacrificios que harían, frente a la crisis financiera, si ganan el 4 de noviembre.
Obama reconoció que “posiblemente tengamos que recortar algunos gastos”, pero no dijo cuáles ni por cuánto.
McCain, por su parte, abogó por un congelamiento en los gastos, salvo en el caso de defensa “y otros programas vitales” que tampoco precisó.
Si el contenido fue una repetición de los ataques de siempre, el estilo tampoco generó chispas.
Cuando McCain hablaba, Obama permanecía en su asiento, aunque en ocasiones se dibujaba una sonrisa en señal de desacuerdo con su rival. Cuando Obama hablaba, McCain evitaba contacto visual o tomaba apuntes en una libreta.
McCain también intentó un poco de humor y para conectar con el público recurrió a su consabida frase de “amigos míos”.
Quizá por las reglas y restricciones establecidas a priori -y acordadas por los candidatos-, los votantes sólo escuchaban en silencio, sin demostrar emoción alguna, y eso añadió al ambiente anodino del evento.
McCain no atacó el pasado ni el carácter de Obama, como hizo en varias ocasiones su compañera de fórmula, Sarah Palin, quien incluso le recomendó “quitarse los guantes” para golpear con más contundencia.
Pero en uno de los momentos más comentados de la noche, McCain apuntó con el brazo y se refirió a Obama como “ése”, al criticar un voto en el Senado a favor de un plan energético “repleto de regalitos” para las petroleras.
Recuerdo a sus biografías
Ambos candidatos cerraron el debate recordando sus respectivas biografías, Obama como producto de un hogar humilde, criado por una madre soltera y sus abuelos, y McCain como un prisionero de guerra y un reformista dispuesto a enfrentarse a su propio partido.
Aunque McCain a veces pareció conectarse con los votantes en un tono más íntimo, un sondeo de la cadena CNN indica que un 54 por ciento de los televidentes cree que Obama ganó el debate, mientras que el 30 por ciento apuesta por McCain.
En declaraciones a la prensa tras el debate, Steve Schmidt, portavoz de la campaña de McCain, reconoció “las dificultades dado el clima político actual, pero creemos que el senador McCain está muy cerca de ganar esta contienda”.
“Al senador McCain se le ha dejado por muerto en al menos tres veces en esta contienda. Es un tipo fuerte al que no se puede subestimar, y 27 días es mucho tiempo en la política...seguiremos destacando las enormes diferencias entre los dos candidatos”, enfatizó.