El grupo rebelde separatista de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil o LTTE (conocidos comúnmente como los Tigres tamiles) ha anunciado este domingo su rendición para poner fin al conflicto armado más longevo del Asia moderna, un cuarto de siglo de enfrentamiento armado que se ha terminado resolviendo con una ofensiva brutal del Ejército ceilandés, provocando una catástrofe humanitaria de enormes proporciones contra la población civil atrapada entre ambos bandos.
Los rebeldes se rinden, de acuerdo con su comunicado, para evitar nuevas masacres contra la población civil perpetradas por las tropas ceilandesas, quienes a su vez denuncian que los Tigres han empleado a hombres, mujeres y niños como escudos humanos para facilitar su repliegue ante el imparable avance de los soldados, que ayer completaban la conquista de la línea costera, cerrando a los guerrilleros el acceso al mar, donde su flotilla naval ha sido prácticamente aniquilada.
Horas después, el presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapakse, anunciaba la “victoria militar” sobre los tamiles y el fin de un conflicto que se ha cobrado la vida de al menos 80.000 personas, según los pocos datos fiables que se han recogido a lo largo de este conflicto, donde la presencia internacional ha brillado por su ausencia, salvo cuatro intentos de negociación de alto el fuego, auspiciados por mediadores noruegos, y que todo lo más garantizaron sólo durante cuatro años la seguridad de la población civil.
Por la separación
Los Tigres fueron fundados en 1976 con el objetivo de conseguir la independencia del norte y este de la isla, de mayoría étnica tamil, mediante la lucha armada y al mando de su líder histórico, el denominado 'gran tigre', Velupillai Prabhakaran, generando un conflicto que escaló progresivamente hasta convertirse en una guerra civil en mayo de 1983.
En el apogeo de su capacidad, los Tigres han llegado a contar con una fuerza aérea y con una flota naval de gran envergadura empleadas para el desarrollo de tácticas militares combinadas con estrategias propias de la guerrilla, aunando emboscadas con numerosísimos atentados suicidas perpetrados por la unidad especial de los Tigres Negros, uno de los cuales se cobró la vida en 1993 del entonces presidente Ranasinghe Premadasa, y que le han valido a la organización su designación como grupo terrorista por más de 32 países, entre ellos Estados Unidos.
Políticamente hablando, los Tigres llegaron a constituir un Estado de facto en las localidades que tenían bajo su control, especialmente en torno a las ciudades de Killinochchi y Mullaitivu, regidas por su propio sistema administrativo y judicial.
Tras varios infructuosos intentos de negociación internacional para un alto el fuego, la guerrilla aceptó participar en conversaciones de paz mediadas por Noruega para conseguir alcanzar sus objetivos mediante fines políticos, declarando el cese temporal de hostilidades en 2002.
Los obstáculos aparecieron de forma casi inmediata: en 2003, el Gobierno ceilandés rechazaba una propuesta de autonomía presentada por el LTTE. Tres años después, en 2006, los Tigres anunciaban su retirada de las conversaciones de paz de Oslo aduciendo que sus milicianos seguían amenazados por presencia militar en su territorio. Durante todo el año se registraron violentos combates entre ambos bandos, mientras la comunidad internacional daba por imposible cualquier intento de salida negociada. Para cuando el Gobierno anunció su retirada del acuerdo de alto el fuego en 2008, todas las partes intervinientes daban prácticamente por sentado que, en realidad, el acuerdo llevaba varios meses careciendo de validez alguna.
La gran ofensiva
Con la toma de Madhu en abril de 2008, el Ejército ceilandés comenzaba lo que el Ministerio de Defensa denominó como 'La Cuenta Atrás Definitiva': un asalto total de, en principio, cinco divisiones con un total de 50.000 hombres contra las posiciones rebeldes por tierra y mar, empujando a las milicias hacia el norte de la isla mientras la Armada ceilandesa contenía cualquier intento de huída a aguas internacionales.
Concretamente, la 59 División del Ejército realizó un fulgurante avance hacia el este, hasta Mullaittivu, y hace un mes alcanzó las afueras fortificadas de la localidad, entrando por el oeste de la misma, a través de la laguna de Chundikulam.
Desde ese momento, el acceso internacional a la zona queda limitado, y salvo los esfuerzos de las ONG presentes en el país, no se tiene constancia a ciencia cierta del verdadero número de combatientes fallecidos de ambos bandos en esta operación. El Ejército ceilandés reconoce más de 3.500 soldados muertos en la operación, pero los Tigres aseguran que el número es mucho mayor. Por la parte rebelde, dependiendo de los Tigres o del Gobierno, la cifra oscila entre los 2.200 y los más de 4.000.
La 'ofensiva en embudo' preparada por el Gobierno no sólo atrapó a los rebeldes. La población civil de la zona se quedó aislada y a merced de las partes beligerantes. Bien por disparos, bombardeos, ejecuciones, enfermedades, hambre o sed, se cree que entre 70.000 y 80.000 personas han perdido la vida entre septiembre de 2008 y mayo de 2009.
Catástrofe humanitaria
Esta semana, y con los rebeldes reducidos a una zona de apenas un kilómetro cuadrado de extensión, las organizaciones humanitarias comprobaban los daños con un cierto margen de maniobra del que no habían gozado hasta el momento. La evaluación final de Cruz Roja sentenciaba “una catástrofe humanitaria de proporciones inimaginables”. La fase final de la ofensiva comprendía una serie de bombardeos y asaltos multitudinarios contra la posición rebelde, justamente al lado de lo que hasta hacía un par de meses era un corredor humanitario rodeado de campamentos de refugiados donde se aglutinaban hasta 50.000 civiles.
Un intento a la desesperada de forzar una solución negociada por parte de Estados Unidos, que amenazó con suspender un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) valorado en 1.400 millones de euros resultó completamente inútil: el presidente ceilandés, respaldado por la victoria en India de su tradicional aliado, el Partido del Congreso, y a sabiendas de que goza de las simpatías de China y Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ordenó el asalto definitivo el pasado viernes.
Desde entonces, los acontecimientos se han sucedido a velocidad vertiginosa. Primero con la sospecha de que los rebeldes, que portan una cápsula de cianuro para quitarse la vida en el caso de verse arrinconados, podrían estar cometiendo ahora mismo un suicidio en masa. Después, con la declaración de victoria formulada por el presidente Rajapakse durante su visita de ayer a Jordania y que se espera culmine el martes con una “celebración” en la capital, Colombo. Y finalmente, y a la espera de confirmación, la posibilidad de que el Ejército haya podido encontrar el cadáver de Prabhakaran, según anunciaban hoy fuentes militares bajo el anonimato.