Con la Virgen a la espalda

Costaleros del Carmen

Javier Lópex

Las Palmas de Gran Canaria —

Treinta y cinco hombres cargan unos 1.600 kilos por las calles de La Isleta cada mes de julio. Llevan la imagen de la Virgen del Carmen en los tres días grandes de su fiesta, recientemente proclamada Fiesta de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Lo hacen por devoción, para cumplir una promesa, como acto de fe... Cada uno por sus propios motivos. Andar seis o más horas de procesión con una media de 50 kilos en el cuello no se entiende sin una motivación metafísica.

Lo hacen desde el año 85, sin tener muchos conocimientos de cómo debía hacerse, algo que han ido adquiriendo con los propios errores y con los progresivos contactos con costaleros peninsulares. En los comienzos cargaban sobre los hombros, en filas de atrás adelante. En 2004 cambiaron al estilo andaluz y este año estrenan parihuela de madera, construida por un maestro sevillano para la asociación sociocultural Costaleros de Nuestra Señora del Carmen. El nuevo soporte les permite hacer más pasos, con mecidas y ritmos imposibles con la anterior estructura metálica.

Cada uno tiene su función bajo la imagen. Según las posiciones que ocupan pueden ser pateros, quienes van en las esquinas, junto a las patas; fijadores, los que van justo a su lado y les ayudan a marcar el paso; costeros, el resto de las filas externas; y corrientes, como se llama a los del centro, por donde corre el agua cuando llueve. Espejo es quien marca las pautas desde el interior. Desde fuera colaboran contraguías y capataces. Aunque son 35 los costaleros que cargan cada vez, les acompañan otros 10 de relevo.

Las procesiones principales -la del día del Carmen, la Marítima y la Terrestre- pueden durar entre seis y ocho horas. A partir de la tercera, la experiencia comienza a ser puro trance. “Te aíslas totalmente de lo que pueda estar ocurriendo fuera.”

Todos los detalles son importantes, desde la vestimenta hasta el aseo. Para que todo salga bien, el trabajo comienza en enero con los novatos. Los ensayos por las calles, los de la puerta para superar la complejidad de la rampa en las escaleras de la iglesia... Todo necesita un aprendizaje, como el que ha tenido el grupo entero, que en sus inicios no sabía ni hacerse los costales, las telas con las que cubren las cabezas y sirven de apoyo a la carga.

Cervicales, lumbares, rodillas son algunas de las zonas en las que acumulan lesiones. Muchos, con el paso de los años han desarrollado un bulto en el cuello, en el lugar donde reposa el trabajo. Es en la séptima vértebra, justo donde se miden la altura para repartirse los puestos bajo la imagen, en las vigas o trabajaderas.

Por estatutos. En el paso van costaleros de distintos zonas de Gran Canaria, no todos son isleteros. La asociación recibe solicitudes cada año y tienen que hacer procesos de selección. Preguntamos por la ausencia de mujeres y Ángel Luzardo, presidente de la asociación, asegura que lo prohíbe los estatutos. No las considera incapaces, “seguro que las hay más fuertes y resistentes que nosotros”. En Vegueta y Moya existen pasos mixtos, pero él no comparte el criterio, lo considera “indecoroso” por los contactos físicos que se dan bajo la parihuela. “Si vinieran 35 mujeres y lo cargaran solo ellas me parecería muy bien”, afirma, al tiempo que recuerda que “nos han montado una guerra con este tema, hasta nos llaman machistas.”

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