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De campaña nos vamos

Pablo Casado apuntó el otro día su intención de recortar el salario mínimo: de los 900 euros en que lo acaba de fijar el Gobierno de Pedro Sánchez a los 850 apalabrados por Rajoy con las partes interesadas antes de que lo obligaran a coger puerta. Haría Casado el recorte si gana las elecciones y antes de cambiar el colchón de la alcoba presidencial, rito que merece algún comentario porque pocos sabían de esta costumbre y nadie se ha percatado de que va claramente en perjuicio del Patrimonio Nacional porque éste debería tener entre sus colecciones la de colchones y jergones, desde Indíbil y Mandonio, caudillos iberos de los que gustan a Abascal, hasta los de los Reyes Católicos, el cardenal Cisneros, sor Patrocinio, el padre Claret y otros integrantes de la clerecía cortesana y frecuentona de los alrededores reales. En definitiva: el trasiego de colchones monclovitas del que acabamos de enterarnos es, por lo visto, cara tradición dicho sea porque el gasto de dineros públicos no ha originado tradición alguna entrañable y popular que lo justifique. Cosa distinta sería si su gestión pasara al organismo administrativo adecuado que podría organizar incluso subastas porque siempre habría quienes disfrutarían durmiendo en el catre de campaña de Hernán Cortés cuando lo envíen de allá una vez pedido Felipe VI perdón por no haber impedido aquella expedición.

Campañas censurables

La amenaza de rebajar el salario mínimo la largó el candidato pepero por Onda Cero y en el programa de Carlos Alsina. Y forma parte, cómo no, de la estrategia de ningunear a Pedro Sánchez puteando al obreraje y asalariados en general. No me queda así más remedio que etiquetar a Casado con el sector torpe de la derecha española. No es la primera vez que la derecha más impuesta en la realidad se lleva las manos a la cabeza ante las cosas de este hombre al que Rivera le reserva el Ministerio de Universidades para que acabe de triturar las licenciaturas que le faltan. De las ocasiones anteriores, las más sonadas fueron sus calificativos a Sánchez de “okupa”, “felón”, “vendepatrias” y otras lindezas de castellano antiguo cabreado. Además de dar por firmados acuerdos para repartir indultos como si fueran manises de tentempié. Es cierto que Albert Rivera estuvo de acuerdo con él hasta que cambió la dirección de los vientos, que ya saben ustedes del comportamiento de las veletas. Ya no parece tan convencido el hombre con la línea ascendente del candidato pepero que acaba de acusar Sánchez de preferir mancharse las manos de sangre antes que pintárselas de blanco. Agüita, oye. Olvidó Casado que su admirado Aznar tuvo sus apaños con ETA cuando mataba casi a diario. Llegó incluso a calificar a la organización terrorista de Movimiento de Liberación del País Vasco y practicó el acercamiento de presos etarras a Euskadi y si mal no recuerdo, puso en la calle a uno que aprovechó para perpetrar un atentado mortal a las pocas horas de salir de la prisión. Todo cuanto escandaliza a Casado lo ha hecho su admirado Aznar y no se le tuerce el gesto para atribuirle a Sánchez acciones semejantes que no se han producido. Sin olvidar, por supuesto, la venganza islamista por el apoyo aznárico a la invasión ilegal de Irak y perdonen si me equivoco al escribir el apellido del ex presidente con zeta cuando debería hacerlo con ese. Más dice quien más tiene que le digan.

Por otro lado, en apoyo al candidato Casado, jóvenes del PP instalaron en Ferraz, junto a la sede del PSOE, una oficina de la ficticia Falcon Viajes, en alusión al avión presidencial y sus gastos. Una iniciativa de las que hacen época y provocan, más que nada, sonrisas de conmiseración. Tiene gracia que en apoyo del candidato del partido que ostenta el record de corrupción y vaporización de grandes cantidades recurra al reproche por el uso del Falcon del que disponen también los presidentes del Gobierno salidos del PP. Serían más creíbles si Falcon Viajes hubiera abierto sucursal en la calle Génova. Sin embargo, lo grave de verdad, lo que indica gran irresponsabilidad, es el uso de imágenes de las hijas de Pedro Sánchez en las redes para ilustrar mensajes de la campaña electoral, si hemos de creer las informaciones de la Prensa que con esto de las fake news hay que andarse con ojo. En el momento de escribir Casado no se ha disculpado ni se sabe si ha tomado medidas para detener esa peligrosa espiral en un país donde no han sido pocos los atentados. Confío en que de ser cierta la noticia, no obedezca a iniciativa de los responsables oficiales de la campaña pepera. De momento se asegura que el PSOE ha presentado denuncia en la fiscalía para aclarar los hechos.

La derecha, de uñas

Otrosí, Ciudadanos y Rivera. Por más que se pasen, resulta hasta enternecedora por lo facilona la ocurrencia “ciudadana” de jugar con el apellido de su socio electoral aplicándole el dichete de “Pablo Cansado”. Como si invitaran a los electores a volver a sus días en primero o segundo de bachillerato, de los que no sé, por cierto, a qué cursos equivalen en la actual nomenclatura.

Cambiando de tercio aunque no de tema, no sé si se han fijado en el cabreo de Casado con la negativa de Sánchez a tener con él un debate a dos; o sea, cara a cara, ellos dos solos. Dijo que Sánchez le tiene miedo, aunque visto desde la distancia a las que estamos, que no es solo geográfica, se entiende la estrategia del líder socialista al negarse a semejante enfrentamiento dialéctico. Para empezar, Casado no tiene buena imagen ni a ojos de sus socios. Sabemos lo que opina Abascal de esa “derechita” y es tan evidente que tampoco Rivera lo tiene en gran estima. O sea: no le vendría mal a Casado un cara a cara con el candidato socialista y actual presidente en funciones del Gobierno. Le haría ganar estatura de líder de la derecha, a la que conferiría una apariencia de unidad, cosa que, por supuesto, trata de impedir Sánchez. Quien exigió astutamente que participara también Vox en el debate con la intención, sin duda, de que Abascal largue por esa boca y permita a Sánchez hacer ver a los telespectadores lo que es esa derecha que igual, con un poco de suerte para él, puede acabar embistiéndose incluso en pantalla. No es torpe la invención. Entre Casado metiendo miedo acerca del desastre que nos espera con Sánchez de presidente, Abascal contando la historia de una España que nunca fue y Rivera, que se pasa de veleta, pienso que el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no anda descaminado al augurar el éxito electoral del PSOE. Y pongo por delante que no es Sánchez, ni ninguno de los mentados santos de mi devoción pero, qué quieren, una cosa es lo que opine uno y dos cosas la percepción correcta de la realidad. Es como quien desea que su equipo le gane al Barça, sabedor que con el Messi delante no hay forma.

Aquí convendría volver a la sorpresa que nos dio a todos el salto de Pedro Sánchez del ostracismo político a La Moncloa de forma impecablemente constitucional por más que digan. Algo que la derecha se empecina en negar sin otro objeto que engañar a la gente. Es cierto que los independentistas catalanes han sembrado por esos mundos dudas acerca de la calidad de la democracia española, que no es tan mala como dicen ellos ni tan buena como nos la quieren vender los autodenominados constitucionalistas. Rajoy hizo que la cuestión catalana llegara al punto en que está mientras los hábitos, los dichos y las actuaciones de Casado y Rivera en la política interior aportan también lo suyo al descrédito del país en el exterior.

La promoción del pleito

En paralelo a cuánto llevo dicho, la OCDE ha advertido que la clase media camina hacia atrás, como los cangrejos, en casi todo el mundo. O sea, se trata de un fenómeno para nada exclusivo de España y su causa principal es, por lo visto, la posibilidad de que a esas clases medias las vayan sustituyendo en sus empleos las máquinas. La creciente debilidad de las clases medias, que se advierte también en Canarias, es problema al que debe prestársele la atención que gobiernos como el canario posponen para centrarse en aprovechar las oportunidades de dañar a la isla y la ciudad odiada y hacerse con el mando del gallinero de aves desplumadas, como acaba de señalar Javier Doreste, concejal del Ayuntamiento de Las Palmas. Es evidente, pues, que el gobierno canario está en otra cosa manejado por una corriente de “pensamiento”, dicho sea así para evitar las palabrotas ante la cicatería con las islas del Gobierno central y el sectarismo con Gran Canaria del autonómico controlado por el tinerfeñismo más primitivo y ciego. No hay duda que la desunión canaria facilita las cosas a Madrid y no contribuye, precisamente, a mejorar las relaciones interinsulares. Mucho menos cuando se acepta la doctrina de CC, la de esperar a que el Gobierno español de turno necesite de los diputados de los nacionalistas canarios para sumar los votos necesarios para sacar adelante sus proyectos.

Y ya que cuando algún grancanario se queja de cualquier arbitrariedad del Gobierno autonómico siempre hay alguien que acusa al atrevido de promover el dichoso pleito insular, le dedicaré unas líneas a este preocupante hábito partiendo de la base de que ahora le toca a Javier Doreste cargar con el dichete de canarión pleitista. Doreste es en el actual Ayuntamiento de Las Palmas primer teniente de alcalde y concejal de Urbanismo; y se presenta ahora a las elecciones por Podemos como aspirante a la alcaldía. Por su cargo durante el cuatrieno que ahora acaba está en las mejores condiciones pata afirmar que la política del Gobierno canario de CC con Las Palmas ha sido de lo más cicatera y ha contado con la complicidad de consejeros grancanarios, como el vicepresidente Pablo Rodríguez, que han puesto su apego al cargo por delante de los intereses legítimos, no caprichosos, de la ciudad de Las Palmas y su isla.

Dice Doreste que el Gobierno le tiene una especial corajina a la ciudad de Las Palmas y a su Ayuntamiento porque “no nos han dado ni agua”. Así ocurrió con la renovación del barrio de Tamaraceite donde “toda la obra pública ha sido prefinanciada por el Ayuntamiento” mientras ellos se han erigido en “liberadores de la patria” reclamando el dinero que el Gobierno de España niega a Canarias cuando en Gran Canaria no han invertido en este mandato más que en la carretera de la Aldea “porque se montó la carajera” que si no, ni eso. Pregunta Doreste, a título de ejemplo, por el paradero del Plan Nacional de Viviendas que firmó el Gobierno español con el canario para la capital: “Hemos tenido que ir a Madrid a reclamar y allí nos dijeron que ese dinero ya estaba ingresado” se supone que en las cuentas del Gobierno canario. Tiene claro el concejal que mejor se deja el Gobierno de lloros en Madrid y entrega el dinero a los ayuntamientos que han presentado sus proyectos sean de la isla que sea. Incluso de la odiada Gran Canaria, dicho sea de paso.

No para Doreste de señalar desafueros. Recordó, por ejemplo, que el Ayuntamiento prefinanció la circunvalación y que el vicepresidente y consejero de Obras Públicas del Ejecutivo regional, el grancanario Pablo Rodríguez, “se comprometió a resolver el nudo de Lomo de Los Frailes, el nudo de la Universidad-Lomo Blanco y la carretera de Teror” y nos dijo que “en agosto de 2018 presentaría los proyectos y resulta que solo los envió al Ayuntamiento a finales de marzo de 2019 porque vienen elecciones”.

Por otro lado asegura Doreste que a Rodríguez “le presentamos en su momento las soluciones técnicas para el túnel de Julio Luengo, la plaza de América y la rotonda de Belén María” y hasta la fecha. Son muchos los incidentes y las incidencias a relatar pero hemos recogido sólo las que el propio Doreste expuso en el matutino Canarias 7, sin mayores comentarios pues la cosa se comenta sola. No sorprende el escaso apego grancanario a una administración autonómica que al hombre de la calle le resulta cada vez más ajena y siente más distante. Poco está haciendo la autonomía para la cohesión de las islas unos metros más allá del círculo en que se mueven los políticos y los intereses que giran alrededor. No parece que haya mucha conexión de Gran Canaria con la administración de la que depende pero, ya saben, indicarlo es fomentar el pleito, lo que no hace el Gobierno, qué va. Doreste, pues, acaba de incorporarse al grupo de pleitistas.

Pablo Casado apuntó el otro día su intención de recortar el salario mínimo: de los 900 euros en que lo acaba de fijar el Gobierno de Pedro Sánchez a los 850 apalabrados por Rajoy con las partes interesadas antes de que lo obligaran a coger puerta. Haría Casado el recorte si gana las elecciones y antes de cambiar el colchón de la alcoba presidencial, rito que merece algún comentario porque pocos sabían de esta costumbre y nadie se ha percatado de que va claramente en perjuicio del Patrimonio Nacional porque éste debería tener entre sus colecciones la de colchones y jergones, desde Indíbil y Mandonio, caudillos iberos de los que gustan a Abascal, hasta los de los Reyes Católicos, el cardenal Cisneros, sor Patrocinio, el padre Claret y otros integrantes de la clerecía cortesana y frecuentona de los alrededores reales. En definitiva: el trasiego de colchones monclovitas del que acabamos de enterarnos es, por lo visto, cara tradición dicho sea porque el gasto de dineros públicos no ha originado tradición alguna entrañable y popular que lo justifique. Cosa distinta sería si su gestión pasara al organismo administrativo adecuado que podría organizar incluso subastas porque siempre habría quienes disfrutarían durmiendo en el catre de campaña de Hernán Cortés cuando lo envíen de allá una vez pedido Felipe VI perdón por no haber impedido aquella expedición.

Campañas censurables