Canarias, sin perro que le ladre
Corre por los endemoniados mentideros insulares la especie de que la facción ática de CC no ceja en el afán de disminuir a sus primos grancanarios y quedarse de únicos gallos del gallinero. Es el rollo de la rivalidad interinsular que ya aburre a las ovejas y hace bostezar a las sillas, pero sigue ahí con su nacionalerismo plano, pues, como dijera tiempo ha el Hermoso Manuel, el canario es el nacionalismo más español de cuantos son, han sido y serán. Una afirmación muy propia de quien presidió la corporación municipal de Santa Cruz que decidió, patrióticamente y por mayoría, que Colón jamás pisó Gran Canaria, la isla odiada de la que el Almirante no tenía ni noticia. Esta anécdota ridícula me recuerda otra, contada por Juan Rodríguez Doreste, de cierta corporación que, en los días de la República, sometió a votación nada menos que la existencia de Dios: -Y resultó que Dios existe por dos votos –remató el que fuera alcalde de Las Palmas.
Hermoso, claro está, no relacionaba el nacionalismo isleño con el independentismo, lo que llevó al dirigente peneuvista Xabier Arzalluz a comentar el buen conformar de los canarios pues dejaban de piar en cuanto les daban cuatro cuartos para carreteras. No captó, Arzalluz, que en el sustrato de ese nacionalismo de mesa camilla late la tenue sospecha de la condición colonial del archipiélago, esa que asoma en tiempo de elecciones ya sea para denunciar el maltrato a las Islas por el Gobierno español, ya para lamentar que nuestros abuelos no cogieran hace 121 años el tren al que se subieron Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Aunque no voy a entrar, ahora, en si las Islas son o no una colonia, es evidente que mal las engarbaron (“engarbiaron”, dicen nuestros clásicos) en el Estado español; y que los canarios debemos a los ingleses, no a la metrópoli hispana, la noción de modernidad y el primer progreso económico, social y urbano que no alcanzó a remediar, todo hay que decirlo, la terrible miseria secular de las clases populares, en especial del campesinado. Una etapa, la inglesa, ya lejana pues hoy es raro encontrar jardineros que señalen las plantas por sus nombres latinos, lo que delata a los pertenecientes a generaciones familiares dedicadas al cuido de los jardines de las ladies que competían por conseguir las flores más hermosas. Tenía yo, por cierto, un amigo que se decía capaz de identificar a los jardineros de casta, o sea, con padres e incluso abuelos que cuidaron aquellos gardens mezclando el inglés de garrafón con los nombres latinos de las plantas. Fue, deberían saber, una notable fuente de canarismos mediante procesos parecidos al que va del “knife” al “naife” o el de las papas “chinegua” y “utodate” que fueron, en sus orígenes, el “King Edward” y el “Up to date” estampados en los sacos de semillas y quizá referido el segundo a que el contenido estaba en fecha, fresco, no caducado.
Hoy no podemos olvidar que Canarias no tiene perro que le ladre. Que es (o era) era la forma isleña de expresar la absoluta soledad de un sujeto. De alguna forma expresaba esta soledad el periodista Jesús Montesdeoca el otro día, en La Provincia. Lo menciono, agradecido como estoy de que me haya ahorrado la paliza de leer los programas de los cinco partidos que aspiran a gobernar España. Quizá fuera por influjo de la Semana Santa pero lo cierto es que el hombre asumió esa carga como el Jesús genuino los pecados de la Humanidad. El resultado de su pesada indagación fue ese que les dije: a Canarias no la menciona, ni para bien ni para mal, ninguno de los programas. Cosa que comprenden quienes recordamos el esquema de relaciones de Coalición Canaria (CC) con Madrid, el que fuera aprobado en uno de sus primeros congresos, (“nacionales”, of course ¡Faltaría más!). El mismo esquema, en fin, que expuso ahí más allá Pablo Rodríguez, hoy vicepresidente del Gobierno clavijero.
Aseguró Rodríguez en esa ocasión que cuando Canarias cuenta con una representación fuerte y decisiva en España, o sea, en el Congreso y el Senado, se consiguen los grandes planes de infraestructuras, las grandes inversiones, los planes de empleo y la mejor financiación. Pudiera decirse que para Rodríguez y quienes piensan como él consideran el chantaje principal arma política y piden al electorado que los ayude practicarlo. Mientras peor le vaya al Gobierno español, mejor para esta subperiferia archipelágica, sentimiento que además de poco cristiano tiene un pestazo a chantaje que tira de espaldas. No ha tenido en cuenta Rodríguez las tres dimensiones de la Justicia que allá por el siglo III señalara Ulpiano. No entro en las dos primeras, vivir honestamente y no dañar a los otros, para ir a la que interesa, “suum cuique tribuere”, “dar a cada uno lo suyo”, lo que le corresponde. Rodríguez, en definitiva, hizo una invocación/elogio al chantaje como modo de hacer político que suscitó el comentario despectivo de Xavier Arzalluz mirando a Mauricio, entonces diputado y presunto hombre de Aznar en Canarias, al decir de las bífidas lenguas. Dijo Arzalluz, en fin, que los “nacionalistas canarios” van a viaje con cuatro perras para carreteras.
Llegados a este punto, la misma regla de tres del vicepresidente canario justifica la actitud nada complaciente con las Islas de Pedro Sánchez. No necesita el voto de CC, que además le fue negado y no tiene, de acuerdo con las tesis nacionaleras, motivo alguno para andarse con contemplaciones. Desde luego, no es de buen gobernante esta especie de chantaje a la inversa: si CC cree que puede obtener lo que quiera con la fuerza de los votos, Sánchez deja claro que de nada servirá CC. Lo que me parece indicio de que también se sirvió del mentado Ulpiano para no observar otra de sus recomendaciones, la de “alterum non laedere”- no dañar a los otros; porque el presidente del Gobierno da a los canarios en las canillas las patadas que debía dirigir a Clavijo y su partido.
Otrosí, Angeles Batista, candidata si no ando equivocado al Senado por el partido de José Miguel Bravo. Ella también barre para su casilla y desde luego su argumento es más fumable que el de Rodríguez aunque sea bastante elemental y responda más a poner en evidencia a los contrincantes que a ofrecer alternativas frente a ellos. Pero eso parece ser enfermedad de esta que llamamos democracia. Aunque no exima al PSOE de ese sistema reducido a mostrar lo mal que lo ha hecho el otro, sí que puede afirmarse que esa es la especialidad de la derecha. En el primer debate celebrado hasta ahora, Cayetana Alvarez de Toledo e Inés Arrimadas no hicieron otra cosa que darle caña a la ministra Montero sin que tuvieran el menor reparo en repetir una y otra vez buena parte de las grandes mentiras que va largando Pablo Casado junto a las de Albert Rivera. Sólo faltó del trío Santiago Abascal por decisión de la Junta Electoral so pretexto de que no tiene todavía representación parlamentaria; aunque me da que lo excluyeron no fuera a presentarse en el plató con un miura aleccionado para llevarse por delante a las representantes de la izquierda y a los del PNV y ERC, pues siempre se ha dicho, es fama, que los miuras son de derechas y antiseparatistas.
Pero estaba con Ángeles Batista, aspirante a senadora de Unidos por Gran Canaria. Ésta ha demostrado más tino que Rodríguez aunque sus argumentos no aportan novedad. Se limita a “denunciar” que los parlamentarios canarios electos de los partidos nacionales se olvidan de las Islas en cuanto llegan a la capital española porque deben obediencia a su partido que les da órdenes de Madrid o de Barcelona. Nada que no sepamos, si bien me sorprende la alusión a Barcelona como origen de las órdenes. Debe haberse inspirado en las ocurrencias de Pablo Casado que ha resultado ser un mentiroso de tomo y lomo. Y no ya porque se diga dispuesto a impedir que manden en España terroristas, comunistas e independentistas que, por lo visto, han formado una sociedad comanditaria para romper España y su revolución nacional-sindicalista. Nada que objetar pues no cabe esperar otra cosa de esta derechona presta a colocarse bajo el manto de don Pelayo del bracillo de Vox; si es que don Pelayo existió, que esa es otra. Pero, en fin, dime con quien andas y te diré con quien vas y Casado, al fin y al cabo, está en la línea de Aquel que habitó entre nosotros y al que no saben ahora donde poner.
Pero lo que llama la atención en Casado no es nada de eso sino su capacidad de vaticinio. Debería preocuparse el Partido Animalista y averiguar en las entrañas de qué bicho leyó el hieromante Casado que con los socialistas España va derecha a un desastre. Aunque eso no es nada comparado con su formidable anticipo del Gobierno que formará Pedro Sánchez. Según Casado, Pablo Iglesias irá a Interior; Puigdemont se encargará de los Asuntos Exteriores; Quim Torra irá a Justicia y Otegi a Defensa. Confieso mi perplejidad no por los designados, que cada cual es quien cuyo, sino que esa visión de futuro de Casado lleva implícita su derrota en las elecciones.
Homenaje a los 100 años de César Manrique
Homenaje a los 100 años de César Manrique Pero dejemos estas tristezas para celebrar el homenaje que Lanzarote, las Islas en su conjunto, dedica a César Manrique. No me he enterado de los detalles Sólo me cuesta creer que sea ahora cuando, por fin, lo hacen Hijo Predilecto de Arrecife y por extensión de Lanzarote. Han tenido que pasar casi treinta años de su desaparición para que se le haga el homenaje de reconocimiento que debió recibir en vida. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero debe ponerse de manifiesto que fue la Fundación privada que lleva su nombre la que, además de velar por su legado, ha impedido que Manrique pase a engrosar el largo listado de canarios ilustres olvidados. Lo recuerdo por el entusiasmo que ponía en todas sus iniciativas y la generosidad con que se prodigaba en beneficio de su Isla. Basta pensar en lo que sería hoy Lanzarote de no haber existido César Manrique.
Y José Ramírez Cerdá, ex alcalde de Arrecife y ex presidente del Cabildo de Lanzarote que, al igual que César, nació en 2019. Si no se comprende que fuera privada la iniciativa de homenajear al artista, no lo es menos el recuerdo de Ramírez Cerdá, que respaldó en todo momento las iniciativas del artista y que es el mandatario que impulsó el surgimiento de la Lanzarote moderna. Pepín Ramírez, como se le ha llamado siempre, formaron un tándem irrepetible en unos años que resultaron claves para el futuro de la Isla. Es lamentable e injusto este olvido que da idea del nivel que la clase política, en este caso la lanzaroteño que han tratado, sin embargo, de capitalizar el homenaje a César. No vendría mal a los interesados el libro de Juan Marrero Portugués “César Manrique y Pepín Ramirez. Dos líderes canarios en su contexto histórico”.
Corre por los endemoniados mentideros insulares la especie de que la facción ática de CC no ceja en el afán de disminuir a sus primos grancanarios y quedarse de únicos gallos del gallinero. Es el rollo de la rivalidad interinsular que ya aburre a las ovejas y hace bostezar a las sillas, pero sigue ahí con su nacionalerismo plano, pues, como dijera tiempo ha el Hermoso Manuel, el canario es el nacionalismo más español de cuantos son, han sido y serán. Una afirmación muy propia de quien presidió la corporación municipal de Santa Cruz que decidió, patrióticamente y por mayoría, que Colón jamás pisó Gran Canaria, la isla odiada de la que el Almirante no tenía ni noticia. Esta anécdota ridícula me recuerda otra, contada por Juan Rodríguez Doreste, de cierta corporación que, en los días de la República, sometió a votación nada menos que la existencia de Dios: -Y resultó que Dios existe por dos votos –remató el que fuera alcalde de Las Palmas.
Hermoso, claro está, no relacionaba el nacionalismo isleño con el independentismo, lo que llevó al dirigente peneuvista Xabier Arzalluz a comentar el buen conformar de los canarios pues dejaban de piar en cuanto les daban cuatro cuartos para carreteras. No captó, Arzalluz, que en el sustrato de ese nacionalismo de mesa camilla late la tenue sospecha de la condición colonial del archipiélago, esa que asoma en tiempo de elecciones ya sea para denunciar el maltrato a las Islas por el Gobierno español, ya para lamentar que nuestros abuelos no cogieran hace 121 años el tren al que se subieron Cuba, Puerto Rico y Filipinas.