El insularismo, según Clavijo
La condena del insularismo por Fernando Clavijo en el último debate parlamentario sobre el estado de la nacionalidad provocó risas. Especial gracia tuvo que no revelara el presidente en qué isla descubrió anidada la bicha ya que, por supuesto, descartó a la de su residencia, la que incubó a ATI-CC y endilgó el baldón a Gran Canaria sin agradecerle que fuera la que más le rió el chiste. Porque tiene tela que señale precisamente a la Isla que nunca ha avalado en las urnas a las candidaturas insularistas en cuantas ocasiones electorales intentaron coger cacho con sus miserables planteamientos. No es que los grancanarios sean mejores, peores o medio pensionistas: sencillamente no les mola el insularismo del que los acusan apenas abren la boca, quizá esperando una respuesta en la misma clave insularista que legitime las mezquindades de un Gobierno lamentable. Muy significativo es que los áticos y su Gobierno estén siempre con la escopeta preparada sin que nunca figure entre su munición datos, cifras, razones, etcétera que contrarresten las informaciones que circulan: se limiten a negarlo todo, a descalificar a los críticos silenciándolos allí donde puede y a exigir que se acepte su palabra como de Dios.
También es de mucha risa que adornaran su Gobierno con un vicepresidente grancanario que por ahí anda; que sigan con sus favores a empresarios a los que suponen con capacidad para impedir que los llamados canariones se subleven, además de tirarle los tejos a José Miguel Bravo quien, al decir de las bífidas lenguas, se deja querer y ya le han perdonado sus denuncias del desequilibrio y que fuera quien encargó los informes para ponerlo en evidencia. Intentonas tan divertidas como la explicación que han encontrado algunos áticos, algunos amigos míos, a que el insularismo no cuaje en Gran Canaria: por lo visto, Gran Canaria no necesita un insularismo específico porque todas sus fuerzas políticas son eso, insularistas perdidas. Uno de esos amigos, lagunero y cachondo por más señas, disculpa a sus paisanos porque, dice, a todos nos educaron en el santo amor al Teide y el odio al canarión, revelación que se le permite porque va seguida con el acto de contricción de pagar la siguiente ronda.
Viene esto a cuento no del chusco debate de referencia que de nada sirve. Cosa que saben sus señorías pues el propio Gobierno pasa de él, empezando por el propio presidente, y deja que se aprueben propuestas y más propuestas en su ausencia sabedor de que nadie se ocupará de ejecutarlas ni de hacer el conteo de cumplimientos; como ocurrió con las del anterior debate y así sucesivamente, pero hacia atrás. Setecientas y un pico holgado fueron las propuestas de este año con lo que ya me contarán.
Como apagué la tele para no perder el día, no sé si la cosa se enmendó. Me dediqué a llamar a gente que pudiera estar interesada en los asuntos políticos y no encontré a nadie que estuviera a pie de televisor e incluso hubo alguno que ni se acordaba. Admito que no ofrezco una muestra suficiente para sacar conclusión alguna pero no creo errar si afirma que el debate es acontecimiento prescindible pues no interesa siquiera a las señorías participantes; más allá de las dietas de asistencia, claro.
Y vuelvo al circo de insularismo sí, insularismo no. En la memoria de todos está que el de ATI es de los que organizan movilizaciones no para satisfacer una aspiración de su gente sino para impedir que Gran Canaria satisfaga las suyas. Sería el caso del enfrentamiento universitario en que inquietaron a pequeñas empresas y familias al asegurarles que el pérfido canarión planeaba cerrar la Universidad lagunera. Han pasado los años, se ha demostrado la manipulación que intranquilizó a tantos tinerfeños a los que se ocultó que la preocupación era mantener ciertas satrapías académicas sobre las que correré un estúpido que no tupido velo.
Sin embargo, no puedo dejar pasar lo del puerto de Granadilla. Me parece muy bien la iniciativa que puede incidir positivamente en la economía y el empleo tinerfeño. Sin embargo, ya ven, el regocijo de la inauguración lo provocaba menos el hecho de disponer de una nueva infraestructura que impulse la actividad, aumente la riqueza e impulse el desarrollo de Tenerife que contar, por fin, con unas instalaciones para “‘hacerle sombra'” al Puerto de La Luz, que fue lo que dijeron. Lo que me lleva a preguntar cuanto tardarán los tinerfeños en desarrollar actividades sin mirar a la orilla de enfrente.
Aunque, ya ven, como soy de los que sacan algo positivo y está visto que eso de concebir el archipiélago como unidad económica que funcione con acciones y objetivos comunes es del género tonto o de los soñadores inasequibles al desaliento, me entretengo con viejas historias. Por ejemplo, los esfuerzos tinerfeños para que Las Palmas no tuviera un mal dique de amarre hasta avanzado el siglo XIX, primero el entrañable Muelle de Las Palmas, en San Telmo y por último el Puerto de La Luz. Este producto, significativamente, de los intereses de las compañías inglesas y sus capitales, del papel destacado en la política de la Restauración borbónica de Fernando de León y Castillo y la competencia técnica de su hermano Juan y sobre todo de la escasa capacidad de las autoridades provinciales para intervenir el proceso de construcción. Una bonita historia relacionada con el imperialismo colonial británico que señala la entrada de Canarias en la modernidad, aunque yo prefiera las más folklóricas del tipo de esa supuesta complicidad tinerfeña con Puertos del Estado que se ha detectado alrededor de la inauguración de Granadilla. No sé lo que hay de cierto pero, desde luego, los indicios de esa actuación torcida de Madrid evocan lo que en tiempos de Franco alguien calificó de “procedimiento abreviado”. Consistía éste en no andarse con rodeos ni conduermas ni entretenerse en los procedimientos ordinarios. Si el jerifalte de turno quería conseguir algo fuera de procedimiento, lo abreviaba, verbo no relacionado con “breve” sino con “abrevadero”. El sujeto puesto en ese trance no llenaba instancias ni recurría a papeleo alguno: cogía el macuto, lo llenaba de cajas de puros y otros productos coloniales, añoranzas del imperio perdido y no hallado, para obsequiar a todo bicho viviente en el Ministerio que correspondiera y asunto concluido. Nada que ver con los obsequios de acciones liberadas de empresas a personajes encumbrados, que eso era ya otro nivel.
Como en esta tierra pocas cosas se toman en serio, gracias a Dios, decían que buena parte de los regalos del macuto iban a parar a los bedeles del Ministerio que correspondiera pues, era fama, de tan esclarecido cuerpo salían los gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento que enviaban a las provincias canarias. Al menos, eso decía Juan Melián Alvarado, personaje ocurrente de Agüimes donde caciqueaba y a quien, para variar, “sombrea” en Tenerife otro de parecido calibre del que no recuerdo su nombre y al que le atribuyen la misma anécdota.
Cataluña y restos
Estoy tan harto como el que más de la cuestión catalana. El asunto ya jiede, hiede en vulgo fino. Una actitud que no se corresponde a la gravedad del problema planteado que ya comenzó a contaminar el aparato institucional del Estado, empezando por la Justicia en la que el Gobierno ha descargado el grueso de un problema político secular, el de la integración de los territorios del Estado y de sus gentes. Con frecuencia recuerdo que de los cuatro problemas gordos con que comenzó el siglo XX español se han superado los de la Iglesia, el Ejército y el agrario mientras permanece el territorial que inquieta porque no parece el Gobierno en condiciones de hacerle frente. Ni siquiera sabemos si los jueces que andan en el fregado son conscientes del embolado de cargarlos con semejante asunto o si es que les va la marcha del PP y consideran que el Código Penal basta para meter en cintura al más pintado. Un reflejo del viejo autoritarismo.
Nunca he entendido cómo es posible que un país, un Estado, que se ha ido estructurando mediante reinos, alianzas dinásticas, de historias muchas veces compartidas, conflictos comunes, una cultura generalizada con el añadido siempre enriquecedor de las de sus territorios históricos no acabe de encontrar su lugar y su forma de organización y convivencia. Desde luego, no ha estado el PP a la altura de las circunstancias porque ideológicamente no alcanza, como se ha visto con su feroz persecución de la reforma del Estatut catalán a la que se fue encadenando cuanto vino después con provecho del secesionismo que de no pintar nada en la vida catalana pasó en poco tiempo a ser determinante con “jubilación” de los autonomistas acusados de creer en los pecesitos de colores. La ejecutoria de Rajoy fue, en todo momento, al menos desde 2004, la de putear, con perdón, a los catalanes, agravar el problema, judicializarlo para evitarse la molestia de tratarlo como el problema político secular que es con el resultado de un procés que no sé si calificar de loquinario o de enloquecido. Y lo peor que si a los secesionistas les mueve una percepción de la realidad desenfocada, Rajoy responde sólo a la demoscopia de cara a futuros procesos electorales. Es decir, al partidismo puro y duro para beneficio de su gente y de los intereses que hay detrás que la escasa cultura política del país confunde con el patriotismo que corresponde a la España eterna. Le pongo colorín para explicar mejor el desastre a que nos están llevando los unos y los otros, incluyendo entre estos a los restantes partidos que han hecho “progresar” al país desde la democracia a una partitocracia que hace de los partidos un fin en sí mismos.
Si Rajoy ha demostrado no ser capaz de aportar soluciones al punto de no molestarse en buscarlas, tampoco ofrecen Albert Rivera y Ciudadanos nada del otro jueves. Su acción/reacción la condicionan los estímulos que recibe de las actitudes de Rajoy que lo ve ya como su principal rival electoral y hasta se ha referido a su financiación, lo que ha irritado a Rivera al punto de advertirle que no le echará cabo alguno en esto, lo otro y lo de más allá. O sea, están defendiendo su situación y expectativas partidistas. El país es la pared del frontón en que se enfrentan. Del PSOE no se sabe por donde anda ni si, por fin, se convertirá en un club de petanca y del cuarto en discordia, Podemos, qué quieren que les diga con un líder muy marcado por la tendencia a dar el pego.
Por su parte, la actitud de los dirigentes independentistas, la forma en que están llevando todo va muy a juego. No parecen tener interés en otra salida que irse de España. Empeño en que los alientan la generalidad de medios “españolistas” a los que nadie va a negarles que adopten las posturas que mejor les acomoden, pero sin esos sesgos de postverdad en los que se adivina la manipulación. Con olvido de que la responsabilidad original del punto a que se ha llegado, insisto, ha sido la política del PP. No pueden olvidarse los catorce años transcurridos en que ya se veía venir el lío catalán aunque, eso también es cierto, no se preveía que llegara tan lejos y del que es difícil augurar ahora mismo si ya está todo perdido, como me temo. Tan es así que para mi gusto es significativa la orden de Rajoy a sus ministros de que “no saquen pecho”, que no galleen, en definitiva, con la noticia de la detención de Puigdemont. Debe ser que habían puesto ya el champán en la nevera. Esto y que Rajoy desautorizara a las ministras Montserrat y Tejerina por sus comentarios despreciativos de la huelga del 8-M llueve sobre lo mojado del pobre Gobierno con que el PP enfrenta la situación. No puede sorprender su soledad política.
Sobre este asunto del Gobierno me vino muy bien la columna de Juan J. Millás del pasado sábado, 24, en La Provincia. La tituló “Sindiós” y ya figura entre las que me hubiera gustado escribir a mí. Entre otras cosas porque se refería al contexto en que se ejerce el poder en España por un Gobierno que carece de texto porque, dice, “no está en esa crecida del contexto” provocada por Rajoy y su corte. Indica Millás que ni sus zapatos seríamos capaces de rescatar de las aguas fecales de la riada gubernamental. Repasa uno por uno a los ministros de este Gobierno de mediocridades antes de describir el “contexto sin texto” como “un concurso sin curso, como un cónclave sin clave, como una contracurva sin curva o como una compuerta sin puerta. Pero también como una dolencia sin dolencia, un consentido sin sentido, una contracultura sin cultura o una contracubierta sin cubierta. Un contexto sin texto, digámoslo rápido, es un sindiós”.
Luis de Guindos en el BCE
Ya que menciono a la UE, algo habrá que decir acerca del acceso a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE). El retroceso de España, infrarepresentada en las instituciones continentales después de unos años de significativa presencia en la UE y no solo en la UE saltaba a la vista. Guindos viene así a paliar esa ausencia; lo que consiguió con no pocas dificultades que nos obligan a preguntarnos si fue en verdad lo suyo elección o nombramiento, aunque imagino que de todo hubo porque siempre lo hay en estas instancias. Veamos.
Rajoy y Guindos necesitaban resarcirse del fracaso de febrero cuando el segundo no consiguió la presidencia del Eurogrupo. Pudo parecer, al menos así lo creí, que el fiasco volvía a repetirse cuando los ministros de Economía y Finanzas de todos los países miembros reunidos en el Ecofin, siglas inglesas del Consejo de Economía y Finanzas de la UE, se pronunciaran por Philip Lance, gobernador del Banco de Irlanda. Encima, la Comisión de Economía del Parlamento de la UE considerara a Lane más convincente, por más que no fuera opinión vinculante. Ya puestos a enfilar a Guindos, alguien recordó como una sana práctica que ningún ministro de Economía haya dado jamás el salto directo a un organismo que es de los más antiguos de la UE. Pero ocurrió que la decisión final correspondía a la reunión de líderes en la que Francia decidió apoyar a España, a Guindos o sea, con el voto favorable de Portugal, Eslovaquia y Malta. Eso tras retirar Philip Lane su candidatura dejando en solitario a Guindos. Su renuncia para no verse derrotado la anunció Paschal Donohoe, ministro de Finanzas de Irlanda. Desde luego, no dejó de recordar el apoyo de Ecofin a su patrocinado y que la decisión de relegarlo fue de los líderes europeos reunidos el 22-23 de marzo, la que aceptaban a fin de no enturbiar el consenso dentro de la UE. Lo que no le impidió destacar la labor en el Banco de Irlanda de Lane al que, dijo, le espera “un trabajo futuro más importante en la UE”. Como verán subrayo el más de la importancia porque enseguida procedió al elogio de Guindos de quien espera un trabajo, excelente, no importante, desde “su cualificación y experiencia” como ministro. Y ahí lo dejo porque para mí que Donohoe es irlandés, pero resulta demasiado inglés.
Fue Macron quien decidió el apoyo a Guindos. El presidente francés pretende restablecer, junto a Angela Merkel, el viejo eje París-Bonn, hoy París-Berlín, y quiere contar con un espacio más afín como pueden serlo los dos países ibéricos. Lo que no quiere decir que Merkel no apoyara también a Guindos: sus relaciones con el Gobierno de Rajoy son buenas pues Rajoy es de su obediencia, el equilibrio que busca con Macron implica también zonas, países, de preferente influencia alemana y la canciller cuenta con que España apoye al “halcón” Jeins Weidmann, presidente del Bundesbank para suceder a Mario Draghi en el Banco Central Europeo, que es el corazón del problema puesto que hay quienes consideran y proclaman a Weidmann como “el hombre más poderoso de Europa” debido a su escaso pragmatismo y ninguna flexibilidad. Weidmann, en fin, figura en la corriente que denominada “ordoliberalismo” a la que caracteriza la aversión a la inflación y a las deudas que figuran entre las características más destacadas de la mentalidad económica del norte europeo frente a la mediterránea. Por eso es Mario Draghi el enemigo a abatir: aunque hay consenso en que sus medidas permitieron a la eurozona resistir las embestidas de la crisis financiera, Weidmann estuvo siempre en contra de esa política, en especial la compra de bonos en 2012 y de activos en 2015. Se especula que de conseguir Weidmann suceder a Draghi, su tándem con Guindos se traducirá enseguida en una elevación de los tipos de interés. En cualquier caso, Macron también aspira a colocar a un hombre suyo al frente del BCE.
En cualquier caso, conviene no perder de vista que en los próximos tiempos se va a proceder a la renovación completa de los cargos europeos principales. El paisaje ya no es el mismo y ya estamos viendo que las soluciones de compromiso y componenda que se esperaban para asimilar el Brexit no han salido adelante y que la UE le ha ido imponiendo al Reino Unido duras condiciones que podrían llegar a afectar a la unión de sus reinos pues no todos están dispuestos a irse.; que Donohoe es irlandés, pero resulta demasiado inglés.
La condena del insularismo por Fernando Clavijo en el último debate parlamentario sobre el estado de la nacionalidad provocó risas. Especial gracia tuvo que no revelara el presidente en qué isla descubrió anidada la bicha ya que, por supuesto, descartó a la de su residencia, la que incubó a ATI-CC y endilgó el baldón a Gran Canaria sin agradecerle que fuera la que más le rió el chiste. Porque tiene tela que señale precisamente a la Isla que nunca ha avalado en las urnas a las candidaturas insularistas en cuantas ocasiones electorales intentaron coger cacho con sus miserables planteamientos. No es que los grancanarios sean mejores, peores o medio pensionistas: sencillamente no les mola el insularismo del que los acusan apenas abren la boca, quizá esperando una respuesta en la misma clave insularista que legitime las mezquindades de un Gobierno lamentable. Muy significativo es que los áticos y su Gobierno estén siempre con la escopeta preparada sin que nunca figure entre su munición datos, cifras, razones, etcétera que contrarresten las informaciones que circulan: se limiten a negarlo todo, a descalificar a los críticos silenciándolos allí donde puede y a exigir que se acepte su palabra como de Dios.
También es de mucha risa que adornaran su Gobierno con un vicepresidente grancanario que por ahí anda; que sigan con sus favores a empresarios a los que suponen con capacidad para impedir que los llamados canariones se subleven, además de tirarle los tejos a José Miguel Bravo quien, al decir de las bífidas lenguas, se deja querer y ya le han perdonado sus denuncias del desequilibrio y que fuera quien encargó los informes para ponerlo en evidencia. Intentonas tan divertidas como la explicación que han encontrado algunos áticos, algunos amigos míos, a que el insularismo no cuaje en Gran Canaria: por lo visto, Gran Canaria no necesita un insularismo específico porque todas sus fuerzas políticas son eso, insularistas perdidas. Uno de esos amigos, lagunero y cachondo por más señas, disculpa a sus paisanos porque, dice, a todos nos educaron en el santo amor al Teide y el odio al canarión, revelación que se le permite porque va seguida con el acto de contricción de pagar la siguiente ronda.