La victoria de Cameron y Rajoy en la inopia
Entre los mensajes electorales de David Cameron para que le votaran figuraba asegurar la estabilidad que permita al país continuar por la senda de la recuperación económica frente a los laboristas, que lo llevarían a la ruina. No sé si se les suena pero por si no, diréles que es el mensaje preferido del PP; el que explicitara Soraya Sáenz de Santamaría en la acostumbrada rueda de Prensa tras el Consejo de Ministros con los resultados de las elecciones británicas sobre la mesa. Es curioso que el mismo partido que pedía no extrapolar los resultados andaluces a España lo haga con los del Reino Unido con el que solo tiene en común a Trillo. Será el legado de Fraga, que se apuntaba como propio cualquier triunfo conservador allí donde se produjera.
Yo no descarto ni dejo de descartar que el PP gane las elecciones generales, aunque no creo que, de ser así, repita la mayoría absoluta; o disoluta que también se dice de un partido récord mundial de casos de corrupción en los que sus dirigentes no han tenido arte ni parte; ni in vigilando ni in nombrando, dicho sea retorciendo el latinajo de garrafón en honor a Esperanza Aguirre, plusmarquista en la especialidad de darle cancha a los zarandajos. Como tampoco estoy demasiado seguro de que se haya acabado ya con el bipartidismo. No me fío, qué quieren, del PSOE; no me sorprendería que volviera a entrar en ese juego si puede obtener alguna ventaja. Hay entre los socialistas quienes lo bendicen, como Felipe González, nada menos.
Pero voy ahora por la contumacia con que el PP utiliza, según le cuadre, el engaño o la media verdad (táchese lo que no corresponda) que indica la poca consideración en que tiene la inteligencia del electorado. Porque a nadie se le escapa que, al margen incluso de las diferencias temperamentales, de cultura y práctica democrática, de sistema electoral, etcétera, no se perciben de la misma manera las cosas en España y en el Reino Unido. Se le fue, pues, el baifo a la viceRajoy con su euforia “fraguista” porque, aun en el supuesto de que los británicos le dieran a Cameron el triunfo para no arriesgarse a perder lo que tienen, no es lo mismo. Entre otras cosas porque tienen los británicos mucho más que “conservar”. Para no meterme en mayores honduras, les recordaré que la tasa de paro del Reino Unido es del 5,7% (2014), frente al 23,6% de la española en el mismo año, lo que, como mínimo, indica que son muchos más los españoles que tienen motivos para arriesgarse y votar el cambio. Mientras los británicos se miran en España o Italia para no llegar a esos extremos, no son pocos los españoles convencidos de que nada tienen que perder porque lo han perdido todo; o se lo han arrebatado.
Además, Rajoy no es Cameron. Si el premier se mojó cuando el referéndum escocés, el presidente español siguió con Cataluña la pauta del anticatalanismo de toda la vida. No es preciso estar por la independencia catalana para entender que se trata de un viejo problema que no acaba de solucionarse, entre otros motivos porque sigue el Gobierno del Estado empeñado en poner al resto de los españoles en contra de las reivindicaciones catalanas para aplastarlas; ya sean justas o injustas, pues lo que se juega no es la famosa “unidad de la Patria” sino el monopolio del poder centralizado de la casta gobernante y funcionarial residenciada en Madrid en la que hay, incluso, “dinastías”. Las pulsiones recentralizadoras están ahí, no son nuevas y en lo que toca a Canarias explicarían las dificultades con el Gobierno central, desde las presupuestarias hasta el retraso de determinadas reformas fundamentales. Que no sea Paulino Rivero santo de mi devoción no me impide apreciar que no es él, como dice Australia Navarro, quien eligió la senda de la confrontación.
Recuérdese, en este sentido, que en un momento determinado se lanzó el PP a proponer precisamente la recentralización (aquello de los 17 parlamentos, diecisiete tribunales superiores, diecisiete Gobiernos) que no tuvo la acogida que esperaban pues no en vano en las autonomías se ha generado una clase política que le ha cogido el gusto a la cosa. Esto aconsejó a los peperos interiorizar sus intentonas con una política subterránea, menos perceptible a primera vista, que vaya creando las condiciones para convertir en clamor la vuelta a la centralización; que nunca ha desaparecido del todo, por cierto. De uno de esos mecanismos me ocupé la semana pasada: la imposición a las comunidades autónomas de techos de déficit imposibles de cumplir, lo que acabará por deteriorar servicios como la sanidad y la educación, lo que facilitará del mismo bolichazo allanar el camino a las privatizaciones y a que se generalice la opinión de que mejor es devolver a Madrid las competencias transferidas, quitarse de encima semejante peso. Esto, unido a la demora de poner en piedras de ocho la ley de financiación de las autonomías, ha permitido al Gobierno crear un fondo de liquidez, bajo su absoluto control, para acudir en “ayuda” de las comunidades con problemas para hacer frente a sus pagos corrientes. Lo que recordó Rajoy a los catalanes al decirles que fue él quien adelantó a la Generalitat fondos que necesitaba con urgencia; lo que no deja de ser un aviso a navegantes: el que se mueva no sale en la foto. Miren el maltrato presupuestario a Canarias desde esa perspectiva y podrán explicarse muchas cosas. Aquí puede permitirse el Gobierno racanear.
Pero, a lo que iba: si tanto se fija el Gobierno de Rajoy en Cameron, debería tomar nota de que no se opuso al referéndum escocés, del que obtuvo el no a la independencia. Lo que no impidió a SNP, liderado por Nicola Sturgeon, conseguir la semana pasada 56 de los 59 escaños en el Parlamento de Westminster que le corresponden a Escocia. Como se preguntara Francisco G. Basterra, ¿hay alguien capaz de imaginar qué ocurriría en España si vascos o catalanes consiguieran todos los escaños que corresponden a sus territorios en el Parlamento español? Por otra parte, Sturgeon dejó claro que las elecciones acabadas de celebrar no eran el momento adecuado para poner en primer plano el debate independentista. O sea, que hay otros momentos y otras vías: las que no existen en España de modo que no andan los catalanes lejos de la tentación de darle a sus comicios, los de las generales de fin de año por ejemplo, tintes refrendatarios que no le corresponden porque no tienen otro camino. Es la diferencia de tener o no tener cauces para ventilar según qué cuestiones.
Es previsible la convocatoria de un nuevo referéndum en Escocia. Hay razones internas por el hecho mismo de que el SNP barrió a conservadores, liberales y laboristas hasta monopolizar los escaños escoceses en el Parlamento de Westminster… dominado por los ingleses. Esto, sin duda, provocará tensiones internas aunque las que aquí más interesan son las relacionadas con el asunto de la permanencia del Reino Unido en la UE que Cameron está obligado a someter a referéndum. Una buena papa caliente. Para empezar, los escoceses son decididos partidarios de seguir en la UE y desde luego no admitirían una imposición en contra de su voluntad del Parlamento de Westminster, o sea, por los ingleses. Con esta situación habrá de lidiar Cameron al que su victoria electoral le ha proporcionado de todas formas bazas que antes no tenía.
La primera, haberse desembarazado del sector más conservador de su propio partido tan antieuropeo como el UKIP, al que también se quitó de encima del bolichazo. De por ahí le vinieron las presiones que lo llevaron a proponer el referéndum sobre la UE. Éste se celebrará, sin duda, pero coge a Cameron en mejor situación para obtener concesiones de Bruselas que presentar a los votantes como muestra de que, después de todo, no es tan malo continuar en la UE. De momento, la City ya ha dicho lo que piensa el dinero. El triunfo de Cameron hizo subir la Bolsa de Londres, que arrastró a las del continente; mientras en los mercados asiáticos, la libra esterlina subía un 2% en su cambio frente al euro. Pero la euforia se frenó al saberse que la victoria tory no evitará el referéndum.
El urnazo alivió la presión antieuropea sobre Cameron, ahora con las manos más libres para suscribir compromisos y obtener concesiones de Bruselas. Ahí tendrá que lucir sus habilidades pues sabe bien que sus socios del continente están hasta los mismísimos de los ingleses. Desde su adhesión al Tratado de Roma, en 1973, no han hecho sino dar la lata, siempre en la órbita de Washington. De Gaulle no los quería ni por nada en el entonces llamado Mercado Común y la irritación ante su actitud llevó a algún que otro mandatario europeo a expresar el deseo de que cogieran puerta de una maldita vez. Los ingleses conciben la UE sino como una simple zona de libre comercio y han pretendido en todo momento una adhesión a la carta en la que ellos señalarían los platos y hasta los cocinarían.
El resultado es que ha comenzado a no verse como un drama la salida del Reino Unido de la UE. Lo que lleva a pensar que Bruselas no va a mostrarse ahora muy obsequiosa ni hará fiesta por su vuelta al redil, que nunca ha abandonado sin acabar de estar. De haber concesiones, serán formales con algo de cosmética porque precisamente en 2017, en que está previsto el referéndum sobre la UE, hay elecciones en Francia y Alemania y cabe temer que influya negativamente en el electorado que se hagan concesiones importantes al Reino Unido. Será por eso, imagino, que se habla de la posibilidad de adelantar el referéndum, o sea, distanciarlo de las elecciones francesas y alemanas, quitarse de encima cuanto antes la consulta y disponer de un espacio de tiempo para demostrar que hay un cambio de actitud real.
Todo esto y más ha hecho que vaya tomando cierto cuerpo la idea de convertir el Reino Unido en una federación. Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos, es de los que más se han ocupado de estos asuntos. Para él no es chica la papeleta que le ha caído a Cameron pues debe comenzar a configurar el futuro del país y considera que la propuesta más radical y coherente es la del marqués de Salisbury: abolir la Cámara de los Lores, que pasaría a ser la Cámara Alta del posible reino federal; la de los Comunes se convertiría en el Parlamento inglés, de modo que cada nación federada dispondría de su propia asamblea. Tampoco sé dónde he oído yo cosa parecida. Desde luego, no creo que anden estas cosas en las mentes de nuestros peperos. Y no solo de los peperos, para qué engañarnos, pues para todos los partidos el universo temporal no va mucho más allá de los cuatro años de la siguiente legislatura.
Hollande con Fidel
En varias ocasiones me he referido a la irrelevancia de la política exterior española, desastrosa en lo que se refiere a América Latina. Fui de los ilusos que pensaron, cuando la adhesión al Tratado de Roma, que tras el fin de la dictadura franquista España se convertiría en puente importante de las relaciones europeas con el Caribe y el subcontinente americano por razones en las que no parece necesario abundar. Felipe González lo tenía claro y hubo notables progresos en esa dirección; por lo menos se señaló una vía posible. Mucho hizo también en esa dirección el rey Juan Carlos que por su talante personal desparramado, por decirlo de algún modo que no ofenda el respeto de la derechona a la Majestad, casaba bien con la idiosincrasia de sus interlocutores latinoamericanos.
Todo parecía ir razonablemente bien hasta que llegó el cenizo de Aznar. Sobre todo el de su segundo mandato en que la mayoría absoluta le permitió quitarse la careta. Pasó de calificar en público a ETA de Movimiento de Liberación a considerar poco menos que terroristas a los más tímidos defensores de las autonomías y las particularidades identitarias de las comunidades españolas. Aznar puso los pies sobre la mesa de centro del racho de Bush que tuvo el mismo efecto en él que para el caballero Lancelot sentarse en la Tabla Redonda del rey Arturo; a pesar de ser él más del Cid y Santiago, cierra España que estoy entre puertas.
A partir de ahí, a la sombra de Bush, tuvimos ocasión de sonrojarnos cuando se dirigió a un grupo de hispano-estadounidenses con una parla de supuesto acento mexicano, portorriqueño o vayan ustedes a saber. Después metió a España en la guerra de Irak; debilitó las posiciones obtenidas por Felipe en la UE asumiendo la vetustez de las democracias europeas, que era la tesis de la administración USA; promovió la posición común europea contra el régimen cubano y un largo etcétera.
El paso de Zapatero por la presidencia poco o nada cambió. En minoría y castigado día a día, de la mañana a la noche, por el obstruccionismo del PP y su despiadado ejercicio de la oposición, se abatató. Permitió que los peperos pusieran en la cuerda floja a las instituciones del Estado y nada hizo tampoco contra Aznar y sus viajes “patrióticos” desaconsejando a los inversores extranjeros meter sus dineros en la España “socialista”; ni frente a la Iglesia de Rouco Varela que se decía “perseguida”. Zapatero, para qué les voy a decir otra cosa, hizo el papafrita sin tener otro reconocimiento por el PP que el de atribuirle un liderazgo mundial y extragaláctico como responsable de la crisis internacional, que no se incubó, como suele creerse, en inasequibles sedes financieras que jugaban a la economía de casino sino alrededor de la mesa camilla de Zapatero en La Moncloa entre partiditas de mus que es al envite lo que el póker a equis.
Pero, a lo que iba. Si ya Aznar había conseguido deteriorar las relaciones con Cuba y Venezuela, si Zapatero no encontró el modo de arreglar el desaguisado, si es que lo intentó, no podía esperarse que un hombre tan gris como Rajoy enderezara el asunto. Fidel Castro le puso a Aznar el nombrete de “Franquito”. En lo que Hugo Chávez lo tildaba de fascista. Eso hizo en la sesión plenaria de la XVII Cumbre Iberoamericana, cuando el rey Juan Carlos le espetó el famoso “por qué no te callas”. Zapatero intervino para pedirle al presidente venezolano un respeto a Aznar y como el hombre seguía erre que erre tratando de interrumpir al Zapatero, el rey se cabreó.
Ahora es Maduro el que utiliza a España de pim-pam-pum contra Rajoy al que acusa de estar detrás del intento de golpe de Estado de febrero pasado. Necesitaba un enemigo exterior al que culpar de la parte que le toca en la desastrosa situación de su país y no tenía a mano mejor candidatura. Al fin y al cabo, cuando Chávez fue apartado del poder, las 48 horas que tardaron los militares en reponerlo fue suficiente tiempo para que Aznar se apresurara a felicitar a quienes le dieron el golpe. Y Rajoy no andaba en lejanas montañas.
Lo que quiero decir es que gracias a esta forma de actuar España no pinta nada en la actual verbena. No creo que Obama informara, aunque fuera por cortesía, al Gobierno de Rajoy de su propósito de descongelar las relaciones con Cuba; ni que supiera nada de la intervención del Papa Francisco para facilitar el acercamiento al punto de que Raúl Castro, ex alumno de Jesuitas al fin y al cabo, dijera que como siga el pontífice argentino hablando como lo hace volverá a rezar.
Yo creo que, en buena medida, Rajoy y los suyos no han caído en la cuenta de que para los latinoamericanos Cuba es, antes que nada, el país que desafió al Imperio y le ha mantenido el pulso durante medio siglo. Esto importa más que el hecho de que sea un régimen comunista. Hace años, allá por los 60, frecuentaba el periódico un personaje con una mentalidad facha de aquí te espero que, paradójicamente, era un encendido partidario de Fidel Castro y su revolución: la razón era que había sido capaz de poner firmes a los cubanos. Una anécdota perfectamente extrapolable a cómo ven los latinoamericanos a Cuba más allá de lo puramente ideológico. De Venezuela podría decirse otro tanto; al menos mientras vivió Hugo Chávez porque no creo que Maduro tenga esa mayor consideración.
Diría, para terminar, que no se es latinoamericano y mucho menos argentino en vano. Visto a toro pasado y en base a los pronunciamientos nada equívocos del Papa Francisco, no puede sorprender su intervención en el acercamiento Washington-La Habana. Menos cuando desde hace tiempo existía en Estados Unidos opiniones favorables a acabar con una situación, lo que ha contribuido a mejorar la imagen de Estados Unidos en Latinoamérica.
La campaña electoral canaria y el futuro
Las informaciones en los medios de las propuestas de los partidos políticos canarios en esta campaña no se llevan paja y media de otras anteriores. Se repiten los que llevan años erre que erre y no veo esas grandes novedades en los recién llegados. Comprendo que casi nuevo haya bajo el sol, pero ya podrían, por lo menos, renovar los colores de las sombrillas. Del recuento a lo largo de los años de promesas, compromisos y demás, obligados en estos trances, la única impresión que me queda es que, de cumplirse nada más que el 0,5% hubiera bastado para llevarnos a la Gloria; o para, al menos hacernos el camino un pasar más llevadero.
He revisado las carpetas de campañas anteriores y encontré algunos textos míos, de cuando era joven y podía, tan válidos hoy como entonces que me llevaron a la aterradora conclusión de una pobreza política tan extrema que no da para más comentario que señalarla. Es evidente que carecen de un proyecto de futuro y que es precisamente esa carencia la que explica el escaso peso canario en el contexto político nacional. Este llega a tal extremo que hay encuestas realizadas por institutos del propio Gobierno que fallan de fijo porque siguen sin entender bien que esto es un archipiélago con peculiaridades y notables putadas en las normas electorales que no se ajustan a la “plantilla” estándar. Todavía recuerdo, hace más años de lo que quisiera, que ante uno de los crónicos problemas de la escasez de agua en Gran Canaria contestó el Ministerio denegando ayudas porque consideraba a las islas bien dotadas, incluso por encima de la media nacional de metros cúbicos por habitante y año. Ocurrió que el listo turno sumó la totalidad del agua disponible en las distintas islas e hizo la correspondiente operación matemática sobre el número de habitantes con ese resultado. Como recuerdo, esto ya por experiencia directa, el año en que un huracán o punto menos destrozó cuantas plataneras se le pusieron al paso. Hasta aquí se llegó el Director General de Agricultura, del que no recuerdo su nombre, que ya en el aeropuerto comenzó a desgranar a los periodistas las medidas que se adoptarían de inmediato; comenzando por un censo de los “árboles” del plátano caídos para su envío a la industria maderera. Tiré privado para el periódico adonde había llegado antes que yo una llamada del gobernador civil para que no se mencionara el “comprensible” error de la autoridad ministerial. Ocurrió tal y como me predijo Fernando Hernández Gil que me acompañó en aquella información.
Estas y otras anécdotas, desde las chungas a otra más serias, ilustran que las islas no están bien explicadas en las Españas, que los políticos de los partidos estatales están más por predicar aquí lo que han decidido sus cúpulas para todo el país, con algún que otro añadido local al servicio de la oportuna actualidad, sin esa mayor trascendencia. Sería el caso, por ejemplo, de los que nos cuentan para paliar, del que Canarias figura de fijo entre el grupo de regiones a escala europea que lidera las estadísticas, pero no se ve por ninguna parte propuestas de política económica orientadas en esa dirección. Si se exceptúa la propuesta de Milagros Gil que prometió abaratar los cartones de bingo si salía elegida. Y salvo las referencias a la necesidad de atraer inversores y dándoles barra libre para que depreden a gusto, sin otro horizonte que la creación de más camas turísticas, sin tener en cuenta cual es la capacidad de carga de un archipiélago con limitados recursos. Podría citar infinidad de casos en los que se ve claro que no tienen los mandatarios isleños una idea clara de lo que quieren que sean las islas dentro de cincuenta o más años. Nada he oído decir, por ejemplo, de que después de gastarse la intemerata en el tren al sur de Gran Canaria tengan ahora que tirarlo a la basura porque ha surgido la idea de un parque acuático o algo parecido. Desde luego no me entusiasma la idea del tren, más bien todo lo contrario, y solo conozco del parque acuático la intención de hacerlo; pero eso no evita la impresión de que esta gente cada vez que mea, piensa; por decirlo de forma directa. Comprenderán que no tenga interés en la campaña.
Soria no para de molestar
Soria acaba de informar al Congreso que no hay ninguna solicitud en Canarias para realizar prospecciones mediante fracking, pero advirtió que si la hubiera o hubiese, se estudiaría e “iría adelante”, de cumplir con la ley. Al recordársele que hay comunidades autónomas que han prohibido su aplicación, respondió que es al Estado, no a las comunidades, a quien corresponde la competencia.
Es evidente que a Soria le trae al fresco lo que comienza a saberse de los daños que está ocasionando el fracking y que comienzan a advertirse reacciones contrarias a su empleo. En Estados Unidos ya hay sitios en que la población se ha visto gratamente sorprendida al inflamarse el gas que les llega con el agua del chorro. Se sabe que no son inocuas las sustancias químicas introducidas a gran profundidad para que ayuden a romper las rocas que aprisionan el gas o el petróleo; o las dos cosas. Todo lo despacha con la afirmación de que no conoce ninguna actividad industrial que no conlleve algún riesgo. Y que lo importante es que las instituciones legislen para minimizarlo. Como han legislado, por ejemplo, para los vertidos. Que no sé yo si han seguido legislando para evitar el cachondeo de que resulte más barato pagar las multas que adoptar las medidas necesarias para evitarlos.
Como hablar con esta gente de estas cosas y comprobado que ni el Ministerio ha curado a Soria de su propensión a molestar, dejo ahí el asunto. No merece la pena. Aunque me intriga que siendo este gas un hidrocarburo asociado al petróleo admita, el muy ministro, la posibilidad de que alguien pueda solicitar permiso de fracking en unas islas geológicamente jóvenes. Parece que no pega mucho. De todos modos, me alegró, lo cortés no quita lo valiente, que le dieran la oportunidad de asegurar que el Gobierno no vela por los intereses económicos de lobbies económicos sino que actúa “en base al interés general de España”. Siempre es bueno aclarar estos extremos porque la gente es muy mal pensada.
[Este es un contenido Premium de CANARIAS AHORA SEMANAL. Hazte Lector Premium para leerlos todos y apoyar a sus periodistas]
Entre los mensajes electorales de David Cameron para que le votaran figuraba asegurar la estabilidad que permita al país continuar por la senda de la recuperación económica frente a los laboristas, que lo llevarían a la ruina. No sé si se les suena pero por si no, diréles que es el mensaje preferido del PP; el que explicitara Soraya Sáenz de Santamaría en la acostumbrada rueda de Prensa tras el Consejo de Ministros con los resultados de las elecciones británicas sobre la mesa. Es curioso que el mismo partido que pedía no extrapolar los resultados andaluces a España lo haga con los del Reino Unido con el que solo tiene en común a Trillo. Será el legado de Fraga, que se apuntaba como propio cualquier triunfo conservador allí donde se produjera.
Yo no descarto ni dejo de descartar que el PP gane las elecciones generales, aunque no creo que, de ser así, repita la mayoría absoluta; o disoluta que también se dice de un partido récord mundial de casos de corrupción en los que sus dirigentes no han tenido arte ni parte; ni in vigilando ni in nombrando, dicho sea retorciendo el latinajo de garrafón en honor a Esperanza Aguirre, plusmarquista en la especialidad de darle cancha a los zarandajos. Como tampoco estoy demasiado seguro de que se haya acabado ya con el bipartidismo. No me fío, qué quieren, del PSOE; no me sorprendería que volviera a entrar en ese juego si puede obtener alguna ventaja. Hay entre los socialistas quienes lo bendicen, como Felipe González, nada menos.