Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
Tumor Clavijo 'delenda est'
Iba yo por la calle del medio, fastidiado por no poder llevarme a los labios un refrescante mojito para mitigar los efectos de la brutal inmigración de polvo sahariano no reivindicada por el Frente Polisario ni aliñada con comentario alguno por parte de Rabat. Que polvo eres y en polvo te convertirás antes de que el telurio obtengas, como señalan algunos libros sagrados. Mi termómetro cerebral marcaba exactamente, a las 14.00 horas, 122 grados Fahrenheit. Una auténtica monstruosidad calenturienta, superior incluso a aquellas de la adolescencia y las poluciones nocturnas. Y es que de poluciones iba la cuestión, ya que, cuando siempre defendí que el hombre había acabado con sus macrodepredadores – manteniéndose los mini y micro en hechura de enfermedades – y los había sustituido por matanzas genocidas interespecie, empezaba a colegir que tal vez me había subido al campanario antes de tiempo. Me explico: que los macrodepredadores bípedos están ahí y a ellos se han unido bichos también de infecta calaña, aprovechando para el despiste su carácter micro y la miopía, hipermetropía y presbicia del contribuyente atolondrado. Vino entonces, por esos libres albedríos de la mente mía, a mi mente vino aquella época en que nació la minifalda – medio siglo y tres años atrás – presumiblemente de los diseños de Mary Quant y André Courrèges, aunque son muchos los que sostienen que la atrevida ascensión del vuelto muslo arriba fue una eclosión de espontánea detonación, impulsada por la rebeldía y provocación de la década de los 60, tremendo cabreo que desembocaría en el Mayo Francés del 68, la imaginación al poder y aquello tan de actualidad que decía y dice algo así: “Miles de millones de moscas comen mierda. No pueden estar equivocadas. Comamos mierda nosotros también”. Es una manera escatológica pero muy acertada de definir cualquier régimen corrupto de partidos. ¡Y qué escándalo que la mosca del vinagre tenga un genoma muy similar al nuestro! También recuerdo a Twiggy, primera top model y precursora de la delgadez extrema en la mujer, mucho antes de que el personal estático o transeúnte supiera lo de la anorexia y la adoración judeomasónica a la talla 36. Pero no quiero ponerme nostálgico … o sí. Cuando era joven, la vida me parecía maravillosa. Un milagro, era hermosa, mágica. Y todos los pájaros en los árboles cantaban tan felizmente. Con alegría y juguetones, me miraban. Pero luego, me mandaron fuera. Para aprender a ser sensato, lógico, responsable, práctico. Me enseñaron un mundo donde podía mostrarme digno de confianza, clínico, intelectual, cínico. Hay momentos cuando todo el mundo duerme en que las preguntas se vuelven demasiado profundas para un hombre tan sencillo como yo. ¿Quieres decirme, por favor, lo que hemos aprendido?¿Quieres decirme, por favor, lo que hemos aprendido?
¿Por qué dicen sostenibilidad cuando quieren decir estercolero?
Y fue una ducha de noche – no, una mesa de noche, no – digo bien, era una ducha de noche de esas que se toman ardiendo por la meteorología e indignado por lo que dicen los periódicos más valientes acerca de esta tierra nuestra, Canarias, y de esas gentes no nuestras, ajenas en lo más profundo, tóxicas e impuestas por cualquiera sabe que maldición. Como decía Antonio Machado, no son de ayer ni de mañana sino de nunca. El pueblo llano, e incluso aquel asentado en ladera de colina, terraplén o montaña, conviene coloquialmente y ya sin disimulos en que la cosa está muy chunga. El año en que el turismo alcanza un excelente nivel – los salarios en la hostelería siguen sin embargo bajo tierra – hemos logrado un terrorífico eclecticismo por el cual conviven las sombras del Nublo con microalgas cojoneras, playas tapiadas con bacterias E-Coli, enterococos donde Manrique proyectó un Edén, barcos lanzando alaridos de nitrato de amonio y Cañadas del Teide con excrementos y orines vomitados a la mar. Y yo, con ese hedor que despide la irresponsabilidad e incompetencia de quienes manejan el dinero público, estaba tratando que las microalgas situadas en la proa de la bañera no me alcanzaran con sus amonios y demonios – los técnicos dicen que no muerden pero avisan que ellos no se meterían en el agua -, cuando de la calle me llegan voces de otros mundos que están en éste, como decía Huxley. Que le han descerrajado cuatro tiros a un hombre de violenta reputación en plena calle – seguro que con una pistola limpia, me comentan – por asuntos múltiples en los que, al parecer, no falta la mujer. Cherchez la femme y encontraréis al asesino. Disparos en la calle junto a peatones, contenedores de basura y guaguas.
Sí, es evidente que el calentamiento es global y afecta no sólo a mares, océanos, glaciares y ecosistemas, sino también a la convivencia en una tierra donde las altaneras cifras macroeconómicas deben leerse con lupa. Lo macro ya no significa lo que antes significaba cuando incidía sobre lo micro. Crece el PIB y de inmediato suenan interesados voladores que sólo dibujan entelequias en el cielo. Continúa el minimalismo digestivo pobretón e indigente, pero no con la mini de los 60, sino con esos hot pants que marcan el sexo y permiten a las nalgas salir del denim a tomar una brisa que carece de existencia por el momento. Y los hombres macho macho man se refrescan como pueden, evitando en todo momento que un encontronazo de género degenere hasta las cancelas de Salto del Hombre de Color, antes Salto del Negro.
Sí. El coito es la única libertad que nos queda
“Un antropoide vive y se despereza cada mañana en mi genitalidad. El antropoide, al despertar, se las promete muy felices, supone, sin duda, que le espera una jornada de selva y fornicaciones. Hay que ir persuadiéndole gradualmente, a fuerza de espuma y alejandrinos, de que las cosas van a ser de otra forma, porque lo que le espera, realmente, es una jornada de teléfonos, pantalones, tés ni fríos ni calientes, taxímetros y conversaciones crepusculares. El antropoide se rebela, o se rebelaba, pero todo es en vano. Está aprendiendo a no arrojarse inmediatamente sobre las señoritas que le caen al lado en el cine, en el teatro, en el concierto o en lacena. Alguna vez trata de forzar a la miss que se ha quedado dormida en mi biblioteca, expurgando mis libros para una tesina, o le corta la yugular con el filo de una hoja de papel biblia, pero generalmente se está quieto y melancólico. A las damas les asusta el antropoide, en principio, o hacen como que les asusta, aunque en realidad siempre le encuentran a uno poco antropoidal, llegada la hora de la verdad. El antropoide, que siempre anda buscando ocasiones de reproducirse, cuando la ocasión se presenta huye por donde puede y me deja solo con la dama, y ya no soy más que un escritor cansado y miope. A medida que yo me voy haciendo un poco antropoidal, con los años, por la inercia del eterno retorno, el antropoide se va humanizando, se va civilizando, se torna filosófico y melancólico. El día que se me muera mi antropoide me habré convertido en un bibliotecario y estaré definitivamente acabado. Hay que llevar el antropoide como el domador lleva su tigre, pasearlo por la vida. Al antropoide le aburre que yo lea periódicos, y se pone a mirar para otro lado. Está impaciente por arrojarse al cuello de alguna mujer. Se pasa uno la vida tratando de educar al antropoide, y cuando lo tienes casi completamente urbanizado, resulta que eres tú mismo, que es lo mejor de ti lo que empieza a fallar, a selvatizarse, a rebelarse. Hubo un tiempo en que el antropoide quiso ser poeta, pero echaba muchos borrones. No pude hacer de él un amanuense. Luego abandonó definitivamente sus actividades espirituales y se ha pasado la vida queriendo volver al bosque, olfateando la llamada de la selva. La mano del antropoide es la misma que escribió los sonetos de Shakespeare, porque hay quien consigue mayores domesticaciones con su antropoide, y toda la cultura es un ejercicio circense en el sentido de que se obtiene domesticando a una fiera, educando a una bestia, humanizando a un mono. El antropoide me traiciona mucho por la nariz, y de nada vale que uno esté leyendo o escribiendo, aséptico, porque el antropoide usa libremente de mi pituitaria y olfatea mujeres por doquier. Tememos al antropoide, es cierto, pero lo que más tememos, en el fondo, es que se nos muera”.
(Mortal y Rosa. Francisco Umbral)
Dos lenguas para la 'bananalandias': 'Aló presidente'. 'Au revori presidente'
Y el hombre que es muy inquieto y desinquieto al unísono. Pese a ser nuestro empleado de mayor rango, cuando es vox populi que su gestión es fatal, nefasta, nefanda, execrable, abominable y vergonzosa, tal vez a causa de la Reforma Laboral rajoyana o rajoyista, no hay quien le dé pasaporte. Tiene él – yo soy aquel que cada noche te persigue – tiene esa habilidad para, cual si fuera rey de reyes, no tener responsabilidad alguna en ningún campo del ejercicio del poder. Eso es cosa de ellos, de los otros, de aquellos, de los de acullá y de los de más allá. Yo sólo soy el Presidente líbano-dubaití que tiro la piedra, escondo la mano y salgo pitando allá donde haya cualquier reunión que no sirva más que para mi album de fotos. Y ahora me largo a las Azores de Aznar – sin invitar a Antona – a organizar la Macaronesia, que estas islas ya van fucking good, tras haber pasado revista a mis tropas destacadas en Líbano. Cheshire latitud 28. ¡Hundido!
No sería justo comparar a Clavijo Fernando Clavijo con una bacteria o un virus. ¡Qué sabe nadie! Pero, dentro del escenario político, sí podría ser perfectamente un tumor. Cuento buenrollista, mesianismo sin base y cuasi metástasis en lo que se refiere al manejo del bastón de mando. Hay malabaristas en algunos semáforos que lo superan ampliamente. Y creo que cobran menos, aunque no estoy seguro. Tampoco sé si tienen dietas para viaje y corte. Este hombre lagunero provinciano ya ha cumplido con el imperioso deber que le habían impuesto: la Ley del Suelo y, vía movimientos de peón, ha querido dejar en buenas manos al menos los informativos de la TV que los canarios pagan usando las suyas cada día. Cosas del blues y los campos de algodón.
Epílogo
Hecha la biopsia, no queda otro remedio que extirpar el tumor. Ello es evidente no sólo para los enemigos sino para los amigos del nacionalismo de genuflexión. Muy cuco, Clavijo Fernando Clavijo no sabe si repetirá como líder de una CoCa cuesta abajo y sin cola. La quimioterapia no tiene sentido a estas alturas, aunque es cierto que la Cámara regional está atada por múltiples y variadas componendas nacional-centralistas. Al mirar Canarias desde los postigos de mis ojos y los de otros muchos que me merecen credibilidad y respeto, he recordado al amigo Catón El Viejo. Estaban por aquel entonces – yo era aún un imberbe – liados en las púnicas guerras los romanos y los cartagineses. Catón era radical al respecto y temía que Roma perdiera fuerza, así que siempre acababa sus discursos en el Senado señalando: Carthago Delenda Est (Cartago debe ser destruida). Finalmente, fue Publio Cornelio Escipión – Escipión El Africano – quien la arrasó. La ciudad fue saqueada y sus habitantes, convertidos en esclavos. El tumor había sido extirpado.
También podría haber concluido parafraseando a Robespierre: “El rey debe morir para que viva la nación”, pero no es necesario llegar a las afiladas cuchillas de la guillotina. No es un caso de altura política. Es mucho más sencillo: los ciudadanos, a mi juicio, deben escoger entre el líbano-dubaití coalicionero y las islas en las que viven. No soy optimista ni pesimista. Tampoco hago política ficción. Pero sí sé que, tiempo atrás, el elegido fue Barrabás, alguien que no se mojaba nunca. Hubiera microalgas o no.
Iba yo por la calle del medio, fastidiado por no poder llevarme a los labios un refrescante mojito para mitigar los efectos de la brutal inmigración de polvo sahariano no reivindicada por el Frente Polisario ni aliñada con comentario alguno por parte de Rabat. Que polvo eres y en polvo te convertirás antes de que el telurio obtengas, como señalan algunos libros sagrados. Mi termómetro cerebral marcaba exactamente, a las 14.00 horas, 122 grados Fahrenheit. Una auténtica monstruosidad calenturienta, superior incluso a aquellas de la adolescencia y las poluciones nocturnas. Y es que de poluciones iba la cuestión, ya que, cuando siempre defendí que el hombre había acabado con sus macrodepredadores – manteniéndose los mini y micro en hechura de enfermedades – y los había sustituido por matanzas genocidas interespecie, empezaba a colegir que tal vez me había subido al campanario antes de tiempo. Me explico: que los macrodepredadores bípedos están ahí y a ellos se han unido bichos también de infecta calaña, aprovechando para el despiste su carácter micro y la miopía, hipermetropía y presbicia del contribuyente atolondrado. Vino entonces, por esos libres albedríos de la mente mía, a mi mente vino aquella época en que nació la minifalda – medio siglo y tres años atrás – presumiblemente de los diseños de Mary Quant y André Courrèges, aunque son muchos los que sostienen que la atrevida ascensión del vuelto muslo arriba fue una eclosión de espontánea detonación, impulsada por la rebeldía y provocación de la década de los 60, tremendo cabreo que desembocaría en el Mayo Francés del 68, la imaginación al poder y aquello tan de actualidad que decía y dice algo así: “Miles de millones de moscas comen mierda. No pueden estar equivocadas. Comamos mierda nosotros también”. Es una manera escatológica pero muy acertada de definir cualquier régimen corrupto de partidos. ¡Y qué escándalo que la mosca del vinagre tenga un genoma muy similar al nuestro! También recuerdo a Twiggy, primera top model y precursora de la delgadez extrema en la mujer, mucho antes de que el personal estático o transeúnte supiera lo de la anorexia y la adoración judeomasónica a la talla 36. Pero no quiero ponerme nostálgico … o sí. Cuando era joven, la vida me parecía maravillosa. Un milagro, era hermosa, mágica. Y todos los pájaros en los árboles cantaban tan felizmente. Con alegría y juguetones, me miraban. Pero luego, me mandaron fuera. Para aprender a ser sensato, lógico, responsable, práctico. Me enseñaron un mundo donde podía mostrarme digno de confianza, clínico, intelectual, cínico. Hay momentos cuando todo el mundo duerme en que las preguntas se vuelven demasiado profundas para un hombre tan sencillo como yo. ¿Quieres decirme, por favor, lo que hemos aprendido?¿Quieres decirme, por favor, lo que hemos aprendido?