Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
Zebenzuí, el follador follado
Aunque admito que es moverse sobre el filo del cuchillo, cada vez disfruto más escribiendo acerca de “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, zigzagueando en torno a los donaires de Juan de Mairena, en vez de dedicarme a escuchar “las voces de los tenores huecos” y, encima, servirles de megáfono o bafle. ¿Recordaremos este verano de Irma, microalgas, secesionismos y clavijadas? No lo sé. Primero, pasados los años conservando la vida, habría que husmear en las estanterías del cerebro y luego tener mucho cuidado. Mucho cuidado, porque la memoria, al deconstruirse viniendo a nosotros, casi siempre nos engaña o nos lidia con medias verdades. ¿Hasta qué punto somos los que fuimos cuando recordamos? Atahualpa decía que “cada cual cree que no cambia y que cambian los demás”. “Los recuerdos suelen contarte mentiras. Se amoldan al viento, amañan la historia; por aquí se encogen, por allá se estiran, se tiñen de gloria, se bañan en lodo, se endulzan, se amargan a nuestro acomodo, según nos convenga; porque antes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivirantes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivir”, advierte Serrat.
A pesar de todo, hay que sobrevivir. Y la única manera de sobrevivir es vivir pasando sobre esas cosas que pasan mientras nosotros pasamos. Unas recubiertas de solemnidad, otras domésticas, aquellas corrientes, muchas infames, pero todas moviéndose sobre el mismo tablero, que el tablero es uno, aunque múltiple como los misterios y hasta infinito. Tal vez eterno. El hombre cree que su tiempo es el tiempo, sin advertir que existen tantos tiempos que no pueden contarse. Que eso que las estadísticas consideran “la esperanza de vida” sólo es aplicable a tal vez el grano más ínfimo del Universo. Para Gardel, 20 años no eran nada … y qué son 80, 90 e incluso 100, un siglo, frente a los 10.000 millones de años que puede palpitar el sol a base de fisiones nucleares. Por ello, me aterroriza ese miserable y corrompido carpe diem sui generis, ejemplo de vesanía e irresponsabilidad, que practica una clase política que, como me decía hace muy poco el todavía Diputado del Común, Jerónimo Saavedra, explica que “la inmensa mayoría de los políticos defiendan su puesto a dentelladas y degüello, no por ninguna vocación de servicio a los demás, sino porque de lo contrario se iría al paro”.
El lenguaje de la calle por montera y montada
El verbo follar es considerado por la Real Academia de la Lengua como una expresión vulgar que significa “tener relaciones sexuales”. Nunca fue un término utilizado en prensa ni en tiempos del franquismo – Oremus. Mea culpa, mea culpa – ni en los inicios de la transición. Posteriormente, con el advenimiento del género llevado hasta el ridículo – tanto en positivo como en negativo – el género como medida de todas las cosas, comenzó el vocablo a aparecer primero en textos y luego en titulares. El personal está de acuerdo y concede que el follar añade a la cópula un componente morboso que coloca a la palabra con mayor facilidad en la senda de la excitación. Como siempre ha habido clases, preferentemente hipócritas, los burgueses se follaban a las putas, pero no a sus señoras, con las que copulaban absque desiderio, ejecutaban el acto marital o hacían el amor, en la mayoría de las ocasiones sin que existiera de por medio amor de ninguna clase. Aunque siempre hubo pornografía, la lengua inglesa consideró que era pertinente trasladar un sentimiento a una acción creadora imposible – make love – algo así como somatizar verbalmente y dulcemente, a través de feromonas y oxitocinas, sensaciones que provienen en gran parte de la ceguera mental que impulsa la perpetuación de la especie. Aún ese descafeinado, lo cierto es que el brutal desarrollo de la industria del primer plano de genitales en acción – mueve en torno a los casi 90.000 millones de euros en todo el mundo y unos 400 millones en España – contribuyó rotundamente a que las palabras vulgares afloraran al lenguaje común, lo mismo que la tecnología de comunicación a través de las redes virtuales. De tal manera que, si el saber no ocupa lugar, el follar, tampoco. Lo que quiere decir, es obvio, que mientras más, mejor.
No sólo el verbo follar follando saltó a la escena para prive, privada y privanza del contribuyente y el evasor fiscal. No, algunas otras palabras y frases cortas registraron nuevas acepciones: el francés pasó a ser, aparte de un idioma exquisito, una fellatio con lengua viva en vez de lengua muerta. El griego, mucho antes de Varufakis, Tsipras, Syriza y la fallida revolución asamblearia, ya era conocido – tanto como el Partenón – como la dilatación del esfínter anal y el falocentrismo creciente, vejatorio y penetrante. La lluvia dorada pasó a ser, de una ensoñación mágica cercana a las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo, El Principito, Matilda o Peter Pan, a una vulgar meada degenerativa sobre contendientes sexuales, mucho más unida a los tenebristas vagones del underground, Almodóvar, el Space Oddity promiscuo y bisexual de Bowie, el cutre y sucio rock de Ian Dury o a la intimidad de algunas estrellas de celuloide y papel ligadas a la conspiranoia Illuminati con huellas en el Paseo de la Fama de Hollywood,. El beso negro no es una oposición caravaggiana al rouge de Chanel ni una manifestación gótica de las hijas de Zapatero. El annilingus es la estimulación, con labios, lengua y saliva, de las terminaciones nerviosas del ano, en tantas ocasiones sucio liberador que se prolonga hasta los emisarios submarinos que se internan en la mar que es el morir. En fin, al fin y al cabo, dicen que es un tal Grey el experto en esas experiencias a priori heterodoxas y en los cómos para llevarlas a cabo. Mi pretensión consiste únicamente en poner de manifiesto que la lengua, siempre viva, y la sociedad que la usa, han llegado a colocar sobre el pergamino términos tabús que no ha mucho hubieran rasgado vestiduras de sátrapas arteros. Ahora se desgarran tangas y medias de rejilla. Por ello y por mucho más, aquí cerca del Teide hemos sabido, sin pedirlo, de las muy cuestionables estrategias follares nivarienses y laguneros de un concejal pesocialista, sus enchufes y empalmes. Pura energía eléctrica sin embargo ajena a la I+D de Thomas Alva Edison, que cargó de iones positivos – los mustios y changados – el reciente Congreso Regional del PSOE, siglas que no significan absolutamente nada y que se encuentran, dicen aunque lo dudo, en fase de recuperación plurinacional pedrista.
Tus amigos? ... haz que te metan en la cárcel ...
“La civilización es una causa perdida; la política, una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel (…) Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí”.
(Charles Bukowski)
La ética del último señorito del Menceyato de Tegueste: enchufo y follo
Cuando leí por vez primera la noticia titulada Un concejal del PSOE en La Laguna: “Yo, a follar con empleadas que enchufo en el Ayuntamiento”“Yo, a follar con empleadas que enchufo en el Ayuntamiento” y supe que el elemento en cuestión se llamaba Zebenzuí González – guanche en el nombre y patronímico del medioevo en el apellido – rápidamente acudí a nuestros historiadores más relevantes para estudiar en fondo y forma el entuerto que tenía enfrente. De ese modo, me las vi al son de lectura oblicua con Abreu Galindo, Bethencourt Afonso, los Millares, Manolo Padrón, Rumeu de Armas y Viera y Clavijo, con algunas ramificaciones. Y todo fue para no encontrar mucho que rascar. Aunque leí bastante sobre las harimaguadas, en principio cuestión de vírgenes, con la intención de saber cosas acerca de la vida sexual de los antiguos pobladores de Canarias, lo más relevante que logré saber es que un tal Zebenzuí (también escrito así: Zebensui) era el Señorito o Archimencey de Punta del Hidalgo, perteneciente al Menceyato de Tegueste, cuando se montó el follón de la conquista castellana. Todas las informaciones al respecto son bastante confusas y desdibujadas.
Zebenzuí González de León, concejal pesocialista de Mercados, Sanidad, Medio Ambiente, Playas, Piscinas y Cementerios – “Un estudiante de segundo de Magisterio por la noche se iba al cementerio y, con gran cautela y disimulo, a los muertos daba por el culo. Moraleja: Cuando las ganas de joder aprietan, ni los culos de los muertos se respetan. (Camilo José Cela)” – Zebenzuí, digo citándolo, practicaba – manifiesta esa intención – una esmerada técnica política para procurarse goce sexual: según cuenta en su wasap, ofrecía trabajo a mujeres, siguiendo la que ahora mismo y en este momento bautizo como técnica fornicaria de la bisagra lubricada. Es decir, él les abría las puertas del Ayuntamiento y ellas le abrían las piernas. Nuestro concejal socialdemócrata de izquierdas debía entender que el acuerdo era equitativo. Porque hoy un puesto de trabajo vale un Perú y porque, asimismo, es bastante difícil costear los orgasmos eyaculadores o tántricos con dinero público sin acabar en el talego.
En esta coyuntura, aprecio, hay dos caminos para terminar por la vía rápida con una carrera política (?). Uno, evadir dinero a paraísos sin Adán y Eva, y otro, meterse en líos que, tanto la sociedad civil como la Justicia, puedan colocar en el escenario de género en general y la violencia machista, el acoso, el piropo soez y alguna otra cosa, en particular. Un escenario complejo. Pero que muy complejo. Tanto que me atrevería a afirmar que, desde comienzos del pasado siglo con les suffragettes y las sufragistas moderadas, nunca habían estado más a la gresca hombres y mujeres, con las dificultades añadidas por la inserción social del colectivo LGTB y sus irradiaciones como, por ejemplo, la tenencia de hijos, la adopción en otros países, vientres de alquiler, etc.
Esa tremenda hipocresía
Zebenzuí se metió de lleno en la charca de Shrek – por la boca, hoy por el whatsapp, muere el pez – pero ello no implica no denunciar la tremebunda hipocresía de una clase política codiciosa de poder y dinero. Antes de que la cometa tuviera demasiado hilo, todo ese vomitivo entramado trató de ocultarse a los ciudadanos canarios para que no se modificaran las condiciones políticas en el Ayuntamiento de La Laguna y entre los diversos partidos, sujetos a las leyes del equilibrio en el reparto de la tarta.
Vuelvo a usar las herramientas que ofrece el habla para explicar en qué quedó la cuestión, una vez el escándalo escondido durante tiempo se convirtió en escándalo con acompañamiento sinfónico. En primer lugar, todas las mujeres que enchufó Zebenzuí en La Laguna o a las que ayudó en el mercado laboral han sido presuntamente – insisto, esa es la intención que manifiesta el texto que escribió – poseídas carnalmente por esa máquina de follar de la que hablaba Bukowski. Ese era el trato. O lo desmienten o lo admiten. No hay otra, dado que Zebenzuí también ofreció sus servicios de fornicio a domicilio a estudiantes. Al parecer, ejercía como auténtico conseguidor, pene de por medio.
Finalmente, toda esta ópera bufa y kitsch la resolvió el Ayuntamiento de La Laguna de la siguiente manera: “Todos los partidos, sin la presencia del destituido Zebenzuí González en la sala (aunque sí estuvo al mediodía en el Ayuntamiento), que era lo previsible, aceptaron condenar y reprobar de manera unánime las manifestaciones misóginas del citado concejal elegido en las listas del PSOE; ”El cese fulminante en todas sus responsabilidades públicas“ (lo que ya había comunicado en rueda de prensa el alcalde Díaz); la petición ”de que este entregue su acta de concejal“ en La Laguna (lo que no ha hecho hasta la hora de escribir este texto y, por lo dicho por él mismo, no tiene en mente), y la que se puede considerar la única gran novedad: que el ”Ayuntamiento de La Laguna dé traslado a la Fiscalía (de los mensajes machistas del concejal) por si estos fueran constitutivos de delito“.
Decía hace un momento que iba a echar mano de las herramientas del lenguaje y eso hago. Follar no significa solamente realizar el acto sexual. La Real Academia de La Lengua admite como sinónimos fastidiar y molestar. No hay más que echar un vistazo, o mejor una escucha, al habla de la calle, para recoger frases como estas: “Oye Paco: ¿Gervasio ya no está en el taller? No. Se lo follaron la semana pasada”. “Manolo: ¿Aprobó por fin Esteban el examen para Policía Local? ¡Que va … al final se lo follaron!”
Es lo que le ha pasado al último Archimencey guanche: anunció la jodienda y se supone que folló de manera fraudulenta y resultó follado por decisión política y presión popular. Evidentemente, el gran polvazo inferido a Zebenzuí por su fatal despiste llegaría al orgasmo más brutal si el concejal despojado de Mercados, Sanidad, Medio Ambiente, Playas, Piscinas y Cementerios, es de alguna manera obligado a entregar el acta por la que se embolsaba 58.381 euros brutos al año. Debió estar atento a las informaciones meteorológicas. El polvo estaba en suspensión. O lo que es lo mismo, suspendido. Y la ley es preciso respetarla.
Epílogo
Nada habría que objetar a un desaforado deseo sexual del lagunero concejal follador y de folletín, pero lo que no resulta admisible es que se jacte – dice “je, je, je, je” – de contratar a señoras pagadas con dinero público para beneficiárselas él, sin participación alguna de ONG’s y otras instituciones sin ánimo de lucro. Luego, no cabe la obra social, a pesar de su aportación al crecimiento del empleo, las cotizaciones a la SS, las estadísticas del INEM y la erección del miembro viril arrimada el ascua a su sardina. Muy posiblemente, las barras de los bares se han llenado estos días con la proeza del concejal de Camposantos, sobre el que, es preciso decirlo, no pesa sospecha alguna de necrofilia. Está más que demostrado que, desde el Cid Campeador, nadie contrata muertos. Por otro lado, aparte de enfrentarse mediáticamente la microalga con la macro montada – de Ayuntamiento, ayuntarse – dando lugar al llanto y la risa veraniegos de los estupefactos y achicharrados ciudadanos, no es tampoco para tomar una decisión tan drástica como inmolarse en un asadero de carne de conejo. Ya en 1906, Guillaume Apollinaire, en su libro Las once mil vergas, decía cosas como estas: “Su busto estaba adornado con dos soberbios pechos duros como el mármol, cercados de azul, coronados por unas fresas rosa suave, el de la derecha coquetamente manchado por un lunar colocado allí como una mosca, una mosca asesina. Mony Vibescu al agarrarla había pasado las manos bajo su voluminoso culo que parecía un hermoso melón que hubiera crecido al sol de medianoche, tan blanco y prieto era. Cada una de sus nalgas parecía haber sido tallada en un bloque de Carrara sin defecto alguno y los muslos que descendían debajo de ellas eran perfectamente redondos como las columnas de un templo griego. ¡Pero qué diferencia! Los muslos estaban tibios y las nalgas, frías, lo que es un síntoma de buena salud. La azotaina las había vuelto un poco rosadas, de tal modo que de esas nalgas se podría decir que estaban hechas de nata mezclada con frambuesas. Esta visión excitaba hasta el límite de la lujuria al pobre Vibescu. Su boca chupaba alternativamente los firmes pechos de Tone, o bien posándose sobre el cuello o sobre el hombro dejaba marca de sus chupadas. Sus manos sostenían firmemente ese prieto y opulento culo como si fuera una sandía dura y pulposa. Palpaba esas nalgas reales y había insinuado el índice en el agujero del culo que era de una estrechez que embriagaba. Su grueso miembro que crecía cada vez más iba a abrir brecha en un encantador coño coralino coronado por un toisón de un negro reluciente”. Y eso que Apollinaire era sólo un poeta vanguardista y no un concejal de izquierdas, misionero y a cuatro patas.
Aunque admito que es moverse sobre el filo del cuchillo, cada vez disfruto más escribiendo acerca de “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, zigzagueando en torno a los donaires de Juan de Mairena, en vez de dedicarme a escuchar “las voces de los tenores huecos” y, encima, servirles de megáfono o bafle. ¿Recordaremos este verano de Irma, microalgas, secesionismos y clavijadas? No lo sé. Primero, pasados los años conservando la vida, habría que husmear en las estanterías del cerebro y luego tener mucho cuidado. Mucho cuidado, porque la memoria, al deconstruirse viniendo a nosotros, casi siempre nos engaña o nos lidia con medias verdades. ¿Hasta qué punto somos los que fuimos cuando recordamos? Atahualpa decía que “cada cual cree que no cambia y que cambian los demás”. “Los recuerdos suelen contarte mentiras. Se amoldan al viento, amañan la historia; por aquí se encogen, por allá se estiran, se tiñen de gloria, se bañan en lodo, se endulzan, se amargan a nuestro acomodo, según nos convenga; porque antes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivirantes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivir”, advierte Serrat.
A pesar de todo, hay que sobrevivir. Y la única manera de sobrevivir es vivir pasando sobre esas cosas que pasan mientras nosotros pasamos. Unas recubiertas de solemnidad, otras domésticas, aquellas corrientes, muchas infames, pero todas moviéndose sobre el mismo tablero, que el tablero es uno, aunque múltiple como los misterios y hasta infinito. Tal vez eterno. El hombre cree que su tiempo es el tiempo, sin advertir que existen tantos tiempos que no pueden contarse. Que eso que las estadísticas consideran “la esperanza de vida” sólo es aplicable a tal vez el grano más ínfimo del Universo. Para Gardel, 20 años no eran nada … y qué son 80, 90 e incluso 100, un siglo, frente a los 10.000 millones de años que puede palpitar el sol a base de fisiones nucleares. Por ello, me aterroriza ese miserable y corrompido carpe diem sui generis, ejemplo de vesanía e irresponsabilidad, que practica una clase política que, como me decía hace muy poco el todavía Diputado del Común, Jerónimo Saavedra, explica que “la inmensa mayoría de los políticos defiendan su puesto a dentelladas y degüello, no por ninguna vocación de servicio a los demás, sino porque de lo contrario se iría al paro”.