Lola Herrera, doña Lola, es una de las personas más queridas y entrañables de San Sebastián. Lleva 20 años al frente de la Asociación de la Tercera Edad y Pensionistas ‘Iballa’ y su vida, por decirlo de alguna manera, se la ha pasado ligada al dulce y a la masa, como buena repostera. Hablar con ella es gratificante: aprendes muchísimo de su manera de pensar, de actuar. Lúcida, siempre tiene respuestas para todo. Imagino que debe ser la experiencia de quien mira atrás sintiéndose satisfecha de su trayectoria vital. Por sus ojos y sus recuerdos pasan casi ochenta años de la historia de La Gomera. Le pregunto por el pasado, presente y futuro de su asociación y por una vida que, irremediablemente, transcurre entre harina, azúcar y almendras. Y más ahora, que estamos en tiempos de tortas de vilana.
Lola, toda una vida dedicada a la repostería... ¿En qué ha cambiado?
Por suerte, en La Gomera no ha cambiado mucho. Porque desde su origen siempre se han utilizado productos naturales. La manteca se aprovechaba de cuando se mataban los cerdos o se hacían los chicharrones; de ahí se sacaba para hacer los dulces. Por ejemplo, se usaban lo menos posible los aditivos, y en vez de polvos para levantar pues se usaba bicarbonato y eso todavía se usa en muchos dulces aquí en La Gomera. Sí es verdad que aquí muchas dulcerías no han cambiado la química por los productos tradicionales. Se sigue usando rallar el limón o las almendras naturales. Ahora se venden de todas las formas y maneras; en cambio, antes la teníamos que machacar, pelar, picar y hacer los dulces. Por poner un ejemplo: en estas navidades yo tenía un trabajo inmenso; las compraba aquí y las ponía a hervir y luego después las sacaba una a una porque había que ponerlas a las tortas de vilana. Claro, quedaban riquísimas. Yo todavía en mi casa procuro hacer las cosas tal y como las hacía hace 50 años. Porque yo toda mi vida fui panadera y repostera y me dediqué a ello que era lo que vi en mi casa y que hoy por suerte mi sobrino continúa en el mismo ramo. Pero sí, ha cambiado muchísimo, porque ahora los colorantes hacen que veas las tartas todas pinturreadas: unas azules, otras amarillas, otras verdes... Yo eso no me lo como. Yo sé que hay que evolucionar pero hasta esos extremos no, porque eso es lo que comemos y así vivimos. Hoy la demanda requiere que se usen productos de ese tipo. Ya no se utiliza el huevo y yo gastaba cajas y cajas... Ahora viene en polvo, el merengue se hace con polvos... y todo así. Sí, ha cambiado mucho, como todo, ¿no?
Hablemos ahora de la asociación. ¿Cuánto tiempo lleva al frente?
Pues el 12 de noviembre hizo 20 años. 20 años dedicados a algo que, en primer lugar, me gusta. Lo que hago, dónde estoy y cómo lo hago. Y en segundo lugar, porque no quiero ser vanidosa, pero creo que es una obra social muy bonita y donde estén los mayores entretenidos, que se les dé un ratito de esparcimiento, de pasarlo bien, que para mí es lo más importante. Ya con eso yo estoy satisfecha.
¿Cuáles han sido los principales logros de la asociación en estos últimos años?
Logros ha habido muchísimos aunque me he quedado con una frustración grandísima: el no haber podido conseguir que aquí, en este pueblo, en esta asociación, no haya habido un centro de día, que por desgracia todavía no lo hay. Creo que esa es mi principal frustración, porque desde que empecé en la asociación comencé a trabajar en ese tema y no lo he podido lograr. Logros muchos. A comienzos de este año nos dieron el premio Canarias a esta asociación. Y yo creo que con eso dice mucho. Por el trabajo hecho, por los proyectos que hay, porque ha sido una asociación que cada día va superándose, que día a día va aumentando el número de socios, porque estamos prestando servicios que no se dan en ninguna otra asociación de la Isla... ¿Qué más logros quiero yo? Somos más de mil socios.
¿Qué retos tiene la asociación para 2015?
Los retos son lo que me puedan dar las administraciones para seguir con los proyectos. Si tengo medios, puedo hacer proyectos, si no los tendré que reducir. Aquí estamos en un puro sacrificio constante para dar por la misma cuota de 2,5 euros lo mismo que hace 15 o 20 años.
Lola, echando la vista atrás, ¿cuáles han sido los principales cambios que ha sufrido San Sebastián?
Yo creo que me remito solamente a que vean fotografías antiguas. Hace pocos días vi en Facebook una imagen de una barca donde está ahora mismo el edificio grande. Bueno, pues ahí acababa el mar y aparece una barca con personas que venían del correíllo para descargarlas en tierra y el agua llegaba a la plaza... pues imagina hoy en día. Los arreglos que le han hecho a las calles han mejorado la calidad, como de ciudad. Antes teníamos las calles empedradas, a oscuras, no podías ponerte tacones. ¿Tú te crees que antes se usaban esos tacones de 15 o 20 centímetros? ¿Adónde ibas con ellos? Sin embargo, ¿quieres que te diga una cosa? Se era tan feliz... ¡felices con lo poco que teníamos! Yo disfrutaba tanto de un baile que no creo que haya joven que haya disfrutado tanto como uno bailaba en esa época. ¡Pero era por radio Junonia! No eran ni por orquestas ni por grupos, sino un simple altavoz... Y se bailaba en esa plaza como enanos. Iba a San Bartolo caminando a un baile y nos rompíamos los dedos caminando por ese barranco iluminándonos con una penca. No me hagas hablar de esa época...
¿Considera que existe una desconexión entre los jóvenes y los mayores?
Yo no creo que sea una desconexión. Los jóvenes de hoy en día para mí son maravillosos, porque tengo nietos de todas las edades, pero tengo que decir que si algo he querido siempre trabajar son las relaciones intergeneracionales. Porque me parece muy importante. Antes estaba hablándole de un tema del cual le hablaba hace unos días a mi nieta con respecto a las tradiciones, cómo se hacía el gofio, los elementos que se necesitaban para hacerlo... y yo creo que lo que le hace falta a los mayores es que algún organismo o la misma asociación organicen proyectos donde entren ellos también. Porque ellos tienen mucho que aprender de nosotros y nosotros de ellos. Por eso le decía que no creo que sea desconexión, sino que ha faltado quizá voluntad a los organismos. Yo siempre he querido ir a los institutos y tener encuentros con los jóvenes, hablarles de nuestras cosas, de nuestras experiencias. Dicen que se ha perdido el respeto: a mí nunca un joven me ha faltado el respeto. Sé que se han perdido muchos valores en la juventud y los mayores somos los que tenemos el encargo de que los recuperen otra vez.