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Pedro García Cabrera, in memoriam

Que Pedro García Cabrera es uno de los gomeros más universales es, a estas alturas, una obviedad. Este poeta, este demiurgo de la palabra, alcanzó los más altos reconocimientos de las letras canarias. Convertidos muchos en himnos, sus poemas siguen estando extraordinariamente vivos, máxime en tiempos difíciles como los que estamos viviendo. Nacido en Vallehermoso en 1905, un busto, instituto y una casa cultural le recuerdan. Imagino que debe ser indisociable su nombre al de su municipio natal. Y también está su casa... prácticamente en estado de semiruina. Lo cierto es que es un tema complejo que diferentes administraciones y herederos no terminan de resolver, o al menos eso parece. Mientras, una vivienda que tiene un valor extraordinario –tanto a nivel patrimonial como por su significado- sigue alargando su agonía mientras no se atisba una solución a corto plazo. Quizá, cuando caiga, lo lamentemos. Aunque, ahora bien, si algún día se acomete su intervención, esperemos que tenga un plan de viabilidad y funcionalidad definido, si no, pasará como con otros centros. Las casas están para ser vividas o, en algunos casos, para ser disfrutadas por el conjunto de la ciudadanía.

Que Pedro García Cabrera es uno de los gomeros más universales es, a estas alturas, una obviedad. Este poeta, este demiurgo de la palabra, alcanzó los más altos reconocimientos de las letras canarias. Convertidos muchos en himnos, sus poemas siguen estando extraordinariamente vivos, máxime en tiempos difíciles como los que estamos viviendo. Nacido en Vallehermoso en 1905, un busto, instituto y una casa cultural le recuerdan. Imagino que debe ser indisociable su nombre al de su municipio natal. Y también está su casa... prácticamente en estado de semiruina. Lo cierto es que es un tema complejo que diferentes administraciones y herederos no terminan de resolver, o al menos eso parece. Mientras, una vivienda que tiene un valor extraordinario –tanto a nivel patrimonial como por su significado- sigue alargando su agonía mientras no se atisba una solución a corto plazo. Quizá, cuando caiga, lo lamentemos. Aunque, ahora bien, si algún día se acomete su intervención, esperemos que tenga un plan de viabilidad y funcionalidad definido, si no, pasará como con otros centros. Las casas están para ser vividas o, en algunos casos, para ser disfrutadas por el conjunto de la ciudadanía.