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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¡Al Carmen!

Miguel Ángel Morales Mora

Un rumor se extiende desde lo alto del Valle. Un rumor con olor a eucalipto y sonido de agua. Comenzó con los “busios” de San Juan, que lo propagaron de barranco en barranco, y con las luminarias de las hogueras que lo trasladaron de loma en loma.

El rumor se convirtió en clamor y el clamor en estruendo. Estruendo de chácaras y tambores que anuncian la buena nueva: “La Señora” se ha puesto en marcha.

“La Señora del mar” en todas partes, aquí “Reina del monte”, colocada en lo más alto del Valle, hace ahora más de trescientos años, por alguien con alma de labriego y corazón de marino. Alguien, que la quería proteger contra las incursiones berberiscas, y trasladó “El Carmen” desde el mar a la montaña. Allí entre riscos y árboles, nace cada cinco años, la romería que la trae al pueblo.

¡ Al pueblo!, de hombro en hombro, de descanso en descanso, llevada en volandas entre tajarastes y folias, baja los caminos que siguen el curso del maravilloso barranco del Ingenio, anteriormente florido de huertas y jardines, y hoy reconquistado por los matorrales autóctonos, estandartes de una actividad humana venida a menos.

En Triana el recibimiento, las palabras, el bastón de mando de “Alcaldesa de Vallehermoso”, los fuegos, los “vivas”, las lágrimas, el fervor...y el Roque Cano, símbolo del pueblo, que recoge los ecos y las luces devolviéndolos al valle, impidiendo que salgan fuera y se pierdan para siempre. Ejerciendo de vigía perenne, de protector, de guarda de las más puras tradiciones isleñas.

Al final la Iglesia Parroquial del Bautista que, como siempre, a hecho de precursor, de anunciante de la “Gran Fiesta” que cada cinco años convoca a las gentes de todas las edades, ideologías y credos, alrededor de una devoción centenaria. Cantos, rezos, más lágrimas y más vivas.

El camino no ha terminado, la “Patrona del mar y de los marinos” tiene que llegar hasta allí, hasta el mar:

“ ...metí la mano en el agua, la esperanza me mantiene”

El Atlántico se yergue y se inclina ante su reina, su estruendo compite con el que procede de tierra, pero finalmente se entrega y, mansamente, se acerca y rinde pleitesía a “La Señora”. Su color azul-verdoso, color de esperanza, extiende ésta por toda la rivera:

“ ...más si a tu orilla llega un peregrino reflejando en tus ondas su nostalgia,

no le digas que allá, en la lejanía,

no existe, tras tus aguas, la esperanza.“

Y de allí al pueblo otra vez. Las campanas, que hacen rebotar su alborozo en las laderas del Valle Abajo, lo anuncian así. Baile de tambor, pies de romance, fuegos artificiales... “La Señora del Carmelo” vuelve a la que será su casa por unos días: ¡Salve Reina de los Mares! ¡Viva la Virgen del Carmen!.

“...con la mano en el agua así lo espero”

Un rumor se extiende desde lo alto del Valle. Un rumor con olor a eucalipto y sonido de agua. Comenzó con los “busios” de San Juan, que lo propagaron de barranco en barranco, y con las luminarias de las hogueras que lo trasladaron de loma en loma.

El rumor se convirtió en clamor y el clamor en estruendo. Estruendo de chácaras y tambores que anuncian la buena nueva: “La Señora” se ha puesto en marcha.