El lado serio del silbo: entre perros pastores, ciencia ficción y el lenguaje ancestral de La Gomera

Es fácil silbar o eso dicen. Juntar los labios como si fuésemos a dar un beso, recoger la lengua y ¡voilà! Inspiramos o exhalamos el aire y debería salir ese fino sonido tan característico que se parece al canto de las aves y que, cuando uno está contento, suele salirle de manera natural; o bien cuando estamos escuchando una canción pegadiza, la acompañamos silbando. Pues ahora un libro publicado en Inglaterra (A brief history of whistling) nos presenta, en 196 páginas, los silbidos más famosos de la historia: perros pastores, ciencia ficción y, como no podía ser de otra manera, el silbo gomero, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Sus autores, John Lucas y Allan Chatburn, proponen un interesante recorrido sobre el mundo del silbido, lleno de curiosas anécdotas, como aquella en la que el ex Beatle Paul McCartney recordaba cuándo se dio cuenta de todo lo que su grupo había conseguido: escuchando silbar al lechero de su barrio el clásico “From me to you”.

Pero además proponen diferentes tipos de silbido. Para estos estudiosos, existe el silbido del trabajo y para ello ponen como ejemplo cómo para los perros pastores un silbido significa que gire el rebaño a la izquierda o cómo dos es a la derecha. Pero también en la ciencia ficción, recordando una escena de Star Trek donde un humano silba dejando perplejo a un androide, incapaz de emitir ese sonido. Claro que todo libro que analice este complejo mundo no puede olvidar el particular lenguaje de origen prehispánico que es el silbo gomero. Aunque se refieren a él como “guanche” –desconocen que eran gomeros, tal como hoy en día- explican concienzudamente las particularidades de cómo se articula, de manera silábica, los modos de este lenguaje único que ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Un libro de silbos y silbidos, de anécdotas y de estudio serio. Por cierto, cargan contra el mítico Henry Ford, fundador de la compañía Ford Motor Company, porque prohibía a sus empleados silbar en horas de trabajo. Y es que el silbido no gusta a todo el mundo.