Garajonay, año dos

Habrá una fecha que para siempre quedará grabada en el corazón de los gomeros: 4 de agosto de 2012. Aquel día comenzó una de las mayores tragedias que recuerda la isla, quizá sólo comparable al incendio de 1984, en el que, desafortunadamente, el fuego se cobró vidas humanas. Temperaturas extremas, rachas de viento y la sinrazón humana de quienes prendieron la llama, dejaron secuelas en una enorme superficie del mayor tesoro que guarda la isla de La Gomera: el parque nacional de Garajonay.

Hoy, 603 días después, del negro inmisericorde de aquellos días se ha pasado a un tímido verde. El bosque milenario se recupera poco a poco de sus cicatrices. Pero no por igual; hay zonas donde el fuego no dejó nada vivo. Zonas que tardarán en recuperarse muchas décadas.

El Parque organizó hace pocas semanas una visita en la que su director-conservador, Ángel Fernández, explicó al detalle el proceso de recuperación de las áreas afectadas por el fuego y cómo se está actuando en las diferentes zonas. Fernández señaló entonces que después de un incendio no todo termina; sigue habiendo vida y la principal preocupación pasa por ser prudentes a la hora de ver y valorar la evolución a través de diferentes parcelas previamente puestas al estudio.

De esta manera, para explicar el proceso de recuperación, se visitaron tres áreas del Parque donde el fuego actuó de manera diferente. En la zona de Jugal, un bosque relativamente joven, explicó que al estar en vertiente sur y por tanto expuesta a las fuertes rachas de viento, se produjo un fuego de copa. La tierra no es la mejor al ser una superficie que previamente estuvo plantada de pinos y que sufrió una repoblación posterior de hayas y brezos. Aquí las hayas comienzan a brotar; en menor medida el brezo. Pero le preocupa el manto verde de hierba que la cubre, un manto “cicatrizante”, afirma. Mantiene el suelo vivo, sí, pero supondrá un verdadero peligro por ser la zona donde mayor superficie de combustible se ha generado.

Para entender el proceso de recuperación de un bosque maduro, se visitó la zona de Las Cancelas. Aquí lo que hubo fue un fuego de suelo; mató desde la raíz lo que había de vida, cayendo las copas lentamente, formando una alfombra de hojas en el suelo impermeables que ha evitado la erosión del suelo y ha facilitado el nacimiento de especies diferentes muy antiguas, propias de este fósil viviente que es Garajonay, pero que por sí solas es difícil que germinen y, en este caso, aunque resulte paradójico, el fuego ha sido su principal aliado. Es el proceso más lento de recuperación, ya que la repoblación se está haciendo de manera natural. “Cuanto más maduro es el bosque, más difícil será que arda”, apunta Fernández.

Finalmente se recorrió la zona del Ancón de Guadiana, un bosque intermedio. Fue una de últimas áreas en incorporarse al Parque Nacional por su aprovechamiento como zona de pastoreo, carboneo y leña para las conserveras. Es relativamente joven, de menos de 50 años, y en su mayoría cubierto de brezos, aunque comenzaban a aparecer aceviños y laureles. Aquí el fuego calcinó las copas y el suelo. Aunque se observa un rebrote, va aún muy lento. Es la zona donde mejor se ha manifestado la presencia de musgos, una verdadera alfombra de colores, pero donde el suelo aún no se ha fijado, ya que se trata de una superficie muy degradada por las correntías. Su evolución ha sido mucho menor de la esperada, por lo que se está sembrando jara y codeso, aunque confiesa Fernández que “el principal aliado en estas zonas para la siembra está siendo el mirlo”.

Por otro lado, otra de las técnicas que se están llevando a cabo, dentro del proyecto de reforestación, es la utilización de coberturas de árboles muertos aún en pie como captadores de humedad por el roce con la niebla y la lluvia horizontal, aprovechando esta capacidad para replantar en estas zonas. El director del Parque recordó que los grandes incendios se producen en climas mediterráneos en épocas de sequía y en zonas con mucho combustible.

En la actualidad se están llevando a cabo varios estudios, contando con la colaboración de las universidades canarias. Por un lado la Universidad de La Laguna está aportando su ayuda en estructurar iniciativas de actuación en lo relativo a estudios sobre el suelo, estudios biológicos, etc. Por otro lado, como iniciativa propia canaria, a través de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se colocarán balizas metálicas en zonas estratégicas del Parque que permitirán detectar focos calientes en el lugar exacto en que se encuentra el incendio, enviando señales informáticas a tiempo real sobre un mapa, lo que posibilitará una actuación mucho más rápida y efectiva. Este método se ha probado en quemas controladas en Gran Canaria y se ha comprobado su efectividad. En mayo se experimentará en La Gomera.

Según Fernández, “no vamos a interferir en la evolución de su proceso natural, sólo vamos a gestionar. Es un territorio frágil y muy pequeño al que ayudaremos a través de la gestión y de los pequeños recursos humanos y económicos con los que contamos”, aunque confesó, en voz baja, que la evolución de la recuperación del Garajonay es mucho menor de lo esperada.