El volcán de La Palma cumple este domingo 11 semanas desde que se diera inicio la erupción, el pasado 19 de septiembre, en la zona conocida como Cabeza de Vaca, 77 días de angustia, tristeza e incertidumbre para los palmeros y palmeras que siguen de cerca el avance de las lenguas de fuego, que no cesan en su monstruoso empeño de destrucción, arrasando con miles de hectáreas y edificaciones, sepultando los sueños y el trabajo de toda una vida.
En estas 11 semanas, Canarias Ahora ha ido retratando el perfil humano detrás de la erupción, el de las familias que ya se han quedado sin hogar, el de los agricultores y trabajadores que ya no tienen negocio al que volver ni tierra que cultivar. Estas son las 11 historias de lucha, superación y empatía que han conmovido a los lectores de este periódico.
1) Alberto y Cathaysa, una familia afectada por el incendio de agosto y el volcán
A principios de octubre se daba a conocer la historia de Alberto, Cathaysa (nombres ficticios) y sus dos hijos de 4 y 18 años, que sufrieron los estragos del incendio que tuvo lugar en agosto en El Paso y, ahora, de la erupción del volcán de La Palma. Una semana antes de que la familia firmara la compra de una vivienda en este municipio, las llamas bordearon su zona. Por suerte, no causaron daños en el interior de su vivienda, pero atrasaron todos sus planes para reformarla y entrar a vivir. Mientras trabajaban en la adecuación de su hogar, alquilaron un piso en el barrio turístico de Puerto Naos. Doce días después, tuvieron que marcharse con lo puesto porque la colada había empezado su andadura hacia el mar, amenazando todo lo que encontrara a su paso.
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2) Dácil, de una casa con jardín a una caravana
El día que el volcán de La Palma entró en erupción, Dácil y sus hijos de 2 y 7 años estaban en la piscina. Junto a otros familiares, almorzaban con tranquilidad en su casa de Las Manchas, un barrio que ahora está escondido bajo la ceniza. De pronto, un fuerte estruendo los sobresaltó. ''Eso habrá sido un helicóptero'', dijeron algunos. Pero cuando se asomaron a la ventana, vieron cómo la tierra comenzaba a escupir lava a unos cinco kilómetros de su hogar. ''Los niños estaban en bañador, sin zapatos, ni ropa, pero los metí en el coche y nos fuimos de allí''. Desde entonces, la palmera convive en una caravana con su pareja, sus dos hijos, su suegra, su cuñada, dos perros y un pájaro.
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3) Carmen y Pedro, su último día en su tienda
Carmen y Pedro cumplían más de 10 años al frente de su ventita, un pequeño comercio en la calle de Cruz Chica, en el barrio de La Laguna (Los Llanos de Aridane), pero aquel día de octubre sería el último. Los propietarios del negocio hacían inventario de lo que se quedaba dentro del local. “Un KH7, cuatro champús Pantene, cinco paquetes de galletas Oreo…”. Y mientras tanto, comentaba sus predicciones. “Yo creo que aquí [la lava] no llega, el problema está si se desborda, si coge anchura”. “Si tiene que venir que lo haga de una vez”, le respondió una de las vecinas que entró al local, formando un corrillo alrededor del estante. “A mí que me dé unos días más para recoger las máquinas”, concluía Pedro. Nada puede describir lo que significa dejar atrás lo que han cimentado durante las últimas décadas de sus vidas. “Nos iba bien. Vivíamos de esto”, recuerdaba Carmen. Ella hablaba ya en pasado, como si ese tiempo se hubiera esfumado, como si la lava ya hubiera sepultado lo que ha construido.
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4) Dulce, la abogada de trincheras
La Palma (y el resto de Canarias) contaba con un plan de emergencia volcánica, el tan conocido PEVOLCA, para, en caso de una erupción, evacuar de sus casas a todas los residentes en peligro y crear una estructura jerarquizada que coordinara la toma de decisiones. El PEVOLCA integra a las entidades nacionales, autonómicas y locales y filtra desde un mismo organismo heterogéneo las medidas de protección civil. Hasta el momento ha sido un éxito, ya que no ha habido daños personales desde que se abriera la tierra en la llanura, ahora montaña, de Cabeza de Vaca, en el municipio de El Paso. Sin embargo, las acciones dirigidas a la asistencia social y jurídica han ido aparte. En modo y forma. La abogada del Turno de Oficio de Los Llanos de Aridane, Dulce García, lo explica. “Explota el volcán y al minuto siguiente la activación de seguridad y emergencias es inmediata. Pero en el Archipiélago no existe ese mismo plan para la ayuda social en ningún campo: ni trabajadores sociales, ni psicólogos. Nada de nada. Todo está empezando a conectarse ahora”, resumía.
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5) Dayan y su vuelta al cole bajo una lluvia de cenizas
De la mano de sus madres o padres, con mascarillas y dos nuevos accesorios; las gafas de protección y paraguas con pleno sol. El alumnado de los tres municipios afectados directamente por el volcán de La Palma (Tazacorte, Los Llanos de Aridane y El Paso) regresaban a las aulas en noviembre. Lo hacían bajo una lluvia de ceniza. En el colegio Adamancasis, en El Paso, que se sitúa a apenas unos cuatro kilómetros del volcán, iban llegando los alumnos y alumnas. “Tenía miedo, pero quería ver a mis amigos”, señalaba Dayan de seis años. “Hoy nos explicaron que este volcán es distinto al Teneguía”, continuaba.
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6) Victoria, agricultora de aguacate
El padre de Victoria empezó a los 9 años a dedicarse a la agricultura. “No tenemos otra cosa”, contaba Victoria a Canarias Ahora. Ella, su padre y su sobrino sobreviven al año con el dinero que les da su producción agrícola, una cifra que a veces no alcanza los 4.000 euros anuales. Con eso pagan los gastos fijos. “Luego tenemos algunas plantaciones de plátanos que nos ayudan a ganar algo de dinero para comer”. Victoria paseaba por su finca de casi 3,5 hectáreas y se llevaba las manos a la cabeza cada vez que veía el desastre. Cuando alza la vista le sobrepasa el miedo. “Ahí está. Ahí está el demonio. Espero que no le dé por pasar por aquí porque puede hasta quitarme todo esto”, contaba.
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7) Jésica, la apicultora galardonada y damnificada por el volcán
El pasado 5 de noviembre, el jurado del Concurso de Mieles de Canarias reconoció a una miel palmera procedente de una zona afectada por el volcán con la Gran Celdilla de Oro, el mayor galardón del certamen. El producto fue elaborado durante el mes de junio en el municipio de Fuencaliente, en doce colmenas de la marca Tagoja. Después de 50 días de erupción, la ceniza ha matado a algunos de los insectos que elaboraron la mejor miel del Archipiélago y ha impregnado las flores de los terrenos ubicados en El Charco, a unos 500 metros de la zona restringida, dificultando que se alimenten de polen, necesario para la cría. Solo pueden recibir alimentos artificiales de los apicultores para mantenerlos vivos. La apicultora Jésica Díaz fue la ganadora de la Gran Celdilla de Oro, un reconocimiento que nunca había obtenido. “Después de tantos años de sequía y ahora con el volcán, recibir el premio es un gran agrado”, señala. Junto a su padre, Isidro Díaz y Guillermo Hernández, gestionan colmenares repartidos por toda la isla para producir miel que comercializan bajo la marca Tagoja, muy apreciada en La Palma.
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8) Carolina y la peluquería de Todoque
La madre de Carolina Pérez barría la escalera cada día antes de que la peluquería abriera y empezara a recibir clientes. Su marido pasaba horas asomado al balcón, disfrutando de las vistas que ofrecía Todoque. ''Era como su castillo'', cuenta Carolina. Todo se congeló en el momento en que el reloj se paró a las 15.10 del 19 de septiembre de 2021, cuando el volcán de Cabeza de Vaca entró en erupción. La palmera ha capturado esta rutina en un mural que ahora adorna su nueva peluquería instalada en Los Cancajos, al otro lado de La Palma, después de que la lava acabara no solo con su negocio, sino también con su casa familiar. Peluquería Caroli arrastraba 34 años de historia en este barrio que ha dejado de existir. Rosa, la madre de Carolina, la instaló en una casa antigua heredada de su familia porque era ''su ilusión de toda la vida''. Hasta allí se desplazaban vecinas y vecinos de Las Manchas, Puerto Naos, La Laguna o Los Llanos de Aridane. El local era ''chiquitito y familiar'', y al mismo tiempo que funcionaba como salón de belleza era también una especie de ''centro de psicología'' para quien pasara por allí.
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9) Amanda, de un jardín en flor, a otro con ceniza y una monstruosa boca eruptiva
“Mira, ¿tú sabes algo de mi casa?”. Esta fue la primera pregunta que formuló Amanda, de 33 años, propietaria de la reconocida vivienda en la que se abrió una boca eruptiva y que, gracias a la fotografía de Emilio Morenetti para The Associated Press ha recorrido el mundo entero, siendo portada de The Wall Street Journal. Entonces ella era desconocedora de cómo se encontraba su hogar. Solo tenía un dato: la lava de la montaña de fuego que se ha creado en la ladera de Cumbre Vieja empezó a brotar desde su jardín. La tierra se abrió justo ahí, enfrente de su vivienda. Se enteró de lo ocurrido por un mensaje de su prima. “Ahora tenemos un jacuzzi”, ironizaba. “Mi hijo mayor, de tres añitos, me dice todos los días: mamá, vamos para casa. Y yo ya le dije ayer que no se puede, que se la comió el volcán. Y aún así me sigue diciendo: vamos”.
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10) Juan Manuel, el palmero que construyó más de 300 estanques antilava
En la televisión de una casa de Los Llanos de Aridane se reproduce la imagen de una de las coladas del volcán de La Palma que ha arrasado miles de casas y sueños. De entre el enorme río de rocas a mil grados emergen pequeños estanques redondos de agua, muy característicos de la isla, sobre todo en esta zona del Valle de Aridane. Estos depósitos están sobreviviendo a la lava, que rodea la infraestructura y no la derriba, como hace con cualquier otro inmueble que se encuentra a su paso. Juan Manuel, palmero de 78 años, construyó muchos de ellos, más de 300, dice, y recuerda perfectamente dónde se hallan. Cuando enfoca su mirada frente a la pantalla, no da crédito. “Lo he visto, sí. Mira que eso aguanta. Yo sabía que soportaban bastante, pero no tanto”, comenta algo sorprendido.
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11) Robert, un duelo multiplicado por dos
Cuando comenzó la erupción en La Palma, Robert Nazco, hijo de la isla, empezó a sobrevolar por las coladas de lava los drones que administra dentro de su productora audiovisual. Lo hacía con distintos fines: a veces para informar al Cabildo insular de cómo evoluciona el recorrido del material incandescente, otras para comunicar a vecinos si su casa seguía en pie o no, también para enviar los vídeos a los medios de comunicación.
Entre tanto ajetreo, Robert sacaba cada día un hueco para llevar su dron al sur del cono principal del volcán, donde no ha habido tanta destrucción y se encuentra el cementerio de Las Manchas, un camposanto de mil metros cuadrados que alberga los restos de 3.160 difuntos, más de 5.000 nichos y el único crematorio de toda la ínsula. Allí se posaban sus ojos, que bajaban un poco para situarse a escasos metros de la tumba de sus padres. Y él respiraba. La lápida seguía intacta, el río de lava no había llegado. Así avanzaron los dos primeros meses de actividad volcánica. Pero todo cambió el 25 de noviembre de 2021.
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