Considera que las bibliotecas, además de ser “un instrumento complementario a la educación”, son también “un medio extraordinario para acercar la cultura a una sociedad”. Pablo Díaz Cobiella (Santa Cruz de La Palma, 1987) estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca, y se especializó en la rama infantil. “Hay ciertas visiones equivocadas sobre las bibliotecas -que al mismo tiempo son opiniones o ideas que se integran dentro de su propio funcionamiento- pero debemos cambiar el ‘chip’ y pensar que no son sólo un lugar para estudiar o hacer trabajos y tareas, lo que no quiere decir que no haya espacios habilitados para ello”, ha explicado a LA PALMA AHORA.
Pablo, que se formó en una de las mejores universidades de España en Biblioteconomía y Documentación, con reconocidos expertos y en las mejores bibliotecas públicas del país –las de Salamanca- destaca “un aspecto esencial en todas las bibliotecas: que deben ser un lugar de encuentro entre las personas y el conocimiento”. Por eso, los carteles de ‘Silencio, por favor’ que exhiben casi todos estos centros de lectura, le “abruman”. “En la biblioteca debe haber un ambiente de diálogo, de compartir, de disfrutar su contenido, de fiesta del libro y la lectura, de participación, como si fuera una fábrica constante de imaginación e ideas; como si de asomarnos a la ventana se tratara y desde ella pudiéramos observar una buena parte del mundo, a través de los libros, de la información”, dice.
Este joven bibliotecario, entregado a su profesión, asegura que “el problema más grande con que nos encontramos es la falta de costumbre en un hecho simple: ‘ir a la biblioteca’, y eso no se debe a la cultura que hayamos recibido o la educación, es cuestión de lo atractiva que pueda o no llegar a ser la biblioteca, algo que depende exclusivamente del bibliotecario y de las ganas que tenga la institución a la que pertenece”.
Díaz Cobiella quiere “zanjar de un plumazo eso de que ‘no hay presupuesto” y recuerda que “vengo de estudiar en una de las mejores universidades en cuanto a bibliotecas y centros de documentación, la Universidad de Salamanca, y una de las cosas en la que más nos insistieron fue en cómo exprimir al máximo un centro cultural, una biblioteca o una sala de animación a la lectura con recursos escasos”. “Todos sabemos los recortes que hay en estos momentos, y nadie se atreve a invertir en desarrollos culturales o de educación como son las bibliotecas, pero estoy completamente seguro que con un buen proyecto, con la participación de grupos locales, que pueden ser desde ciudadanos particulares hasta asociaciones de vecinos, se pueden lograr muchísimas cosas”, sostiene. “La imaginación, las ideas prácticas, la constancia, el esfuerzo, la dedicación y sobre todo el amor a esta profesión, no tienen absolutamente ningún coste, y son, precisamente, las bases fundamentales para construir una buena biblioteca, y que esta sea efectiva”, afirma.
En La Palma, expone Pablo Díaz, “hay bibliotecas que funcionan muy bien, aunque desconozco sus últimas estadísticas en cuanto a visitas, préstamos o actividades, pero sé que son efectivas en su desarrollo, aunque siempre puede mejorarse, está claro, y también estoy seguro de que se hace lo que se puede con el presupuesto que disponen, pero debemos olvidarnos de los presupuestos, y demostrar que las bibliotecas pueden seguir vivas y ser muy efectivas con poco dinero, y depositar las ganas de exprimirlas al máximo y darles otra forma para que genere la atracción necesaria y la gente venga”. “La biblioteca debe ser un lugar cercano a todo el mundo, sin excepción”.
Santa Cruz de La Palma: una red de puntos bibliotecarios
En el caso de municipios como el de Santa Cruz de La Palma, señala Pablo Díaz, “donde hay numerosos barrios alejados unos de otros, sería muy interesante crear una red o estructura que englobara pequeños rincones o puntos bibliotecarios, con lo que conseguiríamos llegar a un mayor número de personas y lograr el objetivo fundamental, que no es otro que generar el interés”. Propone asimismo “crear espacios de información tanto para investigadores como para estudiantes de todos los niveles y edades, que sirvan también como un punto de promoción cultural de la ciudad, así como impulsar iniciativas para acercar la historia, el presente y el futuro de nuestro pueblo, y nuestra esencia, que la tenemos”, destaca.
Pablo también aboga por “sacar la biblioteca a la calle e impulsar actividades en distintos espacios para acercar los libros a los más pequeños, para que vayan reeducando su visión acerca de las bibliotecas y que encuentren en ellas un lugar donde satisfacer sus necesidades de información, disfrutar de la lectura o compartir experiencias”. “Integrar a los colegios en todas las actividades de la biblioteca para que estas sean una extensión más a la educación”, es otro de sus objetivos.
Para lograr estas metas es preciso, sostiene Pablo, “contar con las asociaciones de padres, además de crear grupos de trabajo con ellos, a través de charlas y talleres”. Se trata de que “tengan a su disposición un fondo atractivo, agrupando gustos culturales, de lectura o conocimiento mediante la participación en la adquisición”. Apuesta asimismo por crear clubes de lectura, convocar concursos o impulsar programas específicos, sin olvidar la biblioteca digital y las nuevas tecnologías, que se pueden y deben aplicar para modernizar los sistemas y las estructuras de organización“, detalla.
Bibliotecas cerradas “a cal y canto”
Todas las propuestas formuladas por Pablo para Santa Cruz de La Palma son “sólo pequeñas muestras de lo que se puede conseguir, es la punta del iceberg de lo que yo denomino ‘biblioteca global. Sin embargo, si ya era difícil poder desarrollar un proyecto de este calibre debido a la falta de presupuesto, lo es aún más con algunas de las bibliotecas de la ciudad cerradas a cal y canto”, se lamenta. Para este bibliotecario “es inexplicable
que en un municipio de más de 15.000 habitantes no haya una biblioteca pública, a excepción de la Biblioteca de Teatro Antonio Abdo (específica) y La Cosmológica, cuyos funcionamientos, profesionalidad e ideas esenciales son de una grandísima categoría, y ejemplos perfectos de que se pueden hacer grandes cosas con muy poco“.
El Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, en lo que a bibliotecas públicas se refiere, según Pablo Díaz, está “incumpliendo la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases de Régimen Local, en su artículo 26, y en su modificación posterior en la Ley 27/2013 de 27 de Diciembre de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, donde se engloban distintas competencias del municipio”. En concreto especifica que “los municipios por sí, o asociados, deberán prestar, en todo caso, los servicios de biblioteca pública, al tener un censo superior a 5.000 habitantes”. “Aunque me parezca una Ley anticuada, y que es muy probable que deba ser objeto de revisión y modificación, es la Ley, y como tal, hay que cumplirla. Además, creo que es coherente con el bien cultural y de educación de los ciudadanos”, dice.
Pero “al margen de las leyes que regulen las bibliotecas, creo necesario impulsarlas cuanto antes y empezar a trabajar para alcanzar el interés de los ciudadanos. Algo tan sencillo como generar interés, es la base fundamental para conseguirlo. Las bibliotecas nacieron para tener una función específica en la sociedad, no para ser marginadas, olvidadas, y cerradas. Sé que muchas ciudadanos tienen una imagen aburrida de los bibliotecarios, pero quiero decirles que somos personas divertidas, y que nos encanta acercar el conocimiento, y cuando lo conseguimos sentimos satisfacción”.
En el último año de carrera en Salamanca, a Pablo le propusieron “crear, diseñar y explotar una biblioteca en un colegio público que no tenía fondos suficientes para crear el espacio, más allá de un cuartito y cajas repletas de donaciones de libros; conseguimos programas de aplicación para la gestión (programas subvencionados) de la biblioteca, diseñamos cómo la queríamos y qué funciones podría tener, en definitiva, logramos un interés en todo el colegio, desde los chicos hasta sus padres y profesores, que tuvieron por fin un espacio para desarrollar aún más su proyecto educativo”. En resumen, que “pasaron de un interés cero por desconocimiento a lo que podían conseguir en una biblioteca, a una emoción plena en todos sus ámbitos”. La experiencia de Pablo demuestra que, en materia de bibliotecas, más que recursos, como él mismo asevera, lo que se necesita es ilusión, interés, entrega a un proyecto y ganas de acercar los conocimientos a los ciudadanos.