La Garrafona: “La décima se está muriendo y me duele, esto no hay quien lo reviva”

Nieves Clemente, La Garrafona, cree que la décima "se pierde". LUZ RODRÍGUEZ

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

El Jilguero de Cienfuegos le dijo en una ocasión que era “una poeta muy profunda”, y no le faltaba razón al popular cantante cubano. Nieves Clemente Pérez, La Garrafona, referente femenino en el repentismo palmero, tiene sentimientos hondos, y los versos que enhebra los va sacando uno a uno de sus entrañas. En la conversación que mantuvo con LA PALMA AHORA, en varias ocasiones, a esta mujer valiente y curtida en las tareas campestres los ojos se le inundaron de lágrimas al recitar una décima o al hablar del mal momento por el que atraviesa la improvisación poética, “la cenicienta de la literatura oral”, en palabras de Maximiano Trapero, catedrático de Filología Española e investigador. Las pasiones de La Garrafona han sido el campo, los animales y la décima espinela. “Enlacé los primeros versos cuando ya tenía nietos, con más de cuarenta años, pero siempre me ha gustado la poesía”, asegura. Nació en Villa de Mazo, en 1939, tres días después de finalizar la Guerra Civil. Ahora, ya jubilada, “me fui a vivir a Los Llanos detrás de los nietitos y allí no tengo ni una huerta”, dice con nostalgia.

Cuando La Garrafona -apodo que heredó de sus antepasados- se inició en el mundo de la décima, “hacía lo que me salía del alma”. “Uno de mis primeros versos dice:/En Las Palmas tuve yo un nietito muy querido/ que me hizo dejar la granja por verlo recién nacido/ ese niño es muy hermoso y pesó más de cuatro kilos/ y abriendo sus lindos ojos me dijo: ‘Ya estoy contigo’/”. Recita con cuidada entonación poética y derrama lágrimas en cada verso. “Mis fuentes de inspiración están en lo que siento, en la vida…A veces hay un poco de burla, de ironía”. “/Paulino Rivero no quiere petróleo en Canarias/sé lo ‘trapameja’ que eres/ te has dormido en los laureles/no hiciste más que ‘pasiar’/ bájate del pedestal que ya muy pocos te quieren/”, le espeta al presidente del Gobierno de Canarias. Nieves, mujer de alma rural, quedó impactada por la muerte de sus cerdos a causa de la peste porcina, y los versos brotaron cuando contempló aquella desoladora estampa: “/Yo siempre iba a la granja cuando nacía la mañana/ a darle lo buenos días y ellos me contestaban/ cuando yo iba viento en popa se me cruzó en el camino/seca se quedó mi boca de reclamarle al destino/creía que era la dueña y allí no quedaba nada/toditos se iban con ella en menos de una semana/ me gustaba estar con ellos porque nunca me engañaban/ y el alma se me rompía al darle la puñalada/”.

Esta versadora sostiene que para componer décimas “te tiene que gustar, eso es lo primero, y también se necesita cierta facilidad y empeño; una día lo haces mejor, al otro mejor, y así lo vas sacando”. “Es verdad que algunas personas están mejor dotadas para este arte, pero si no te gusta, no hay nada que hacer”. Cree que la capacidad de improvisar es innata pero hay que cultivarla. “El que la sigue la consigue; necesitas constancia, porque yo sé que las ritmas no me salen antes como ahora, he perfeccionado mucho”. Y la mente, en cualquier momento, se puede quedar en blanco en el escenario. “A mí me ha ocurrido, pero siempre tienes otro verso más adelante que lo enganchas; te puedes distraer mirando al público y cuando vienes a ver ‘te fuiste”, reconoce. La Garrafona es repentista por tradición familiar. “Mi padre componía décimas, pero en aquella época todo el mundo era poeta, y el que no lo era aprendía las composiciones y las cogía al vuelo”.

Nieves Clemente, en su juventud, fue a las primeras fiestas de los barrios de Mazo con su amiga Caruca, con la que recitaba. “Me gustaba que me aplaudieran, y hasta me llegaron a dar una placa, pero eso no lo hacían todas las mujeres, porque no es fácil subir a un escenario, y tampoco estaba bien visto que las mujeres fueran decimistas”, recuerda.

La Garrafona no quiere hablar de machismo en el repentismo, considera este asunto casi un tabú, pero esta redactora insistió una y otra vez, y al final logró que se manifestara sobre este espinoso tema: “Claro que me he sentido discriminada, porque he participado en festivales en los que a los hombres se les ha pagado el doble que a mí, e incluso han llegado a no pagarme; no sé quién fue el responsable de esa discriminación, pero me he sentido muy dolida; mi respuesta, en estos casos, siempre ha sido empeñarme más que nunca en hacerlo bien”. En La Palma, sostiene, “siempre ha habido mujeres decimistas, y muy buenas, en Tijarafe, en Mazo, en Los Sauces… pero antiguamente no estaba bien visto que la mujer subiera a un escenario a cantar décimas, aunque sí las había que las componían y las cantaban, pero muchas nunca las firmaron”. “Aunque digan que en Tijarafe no hay machismo, yo sé que allí había mujeres que hacían décimas muy buenas, y me he quejado al alcalde porque en el monumento a los poetas no hay ninguna piedra con el nombre de alguna de ellas; se han comprometido a ponerla, pero no sé si lo harán o no”, comenta con poco convencimiento.

Los momentos por los que atraviesa la improvisación poética y la tradición decimista en La Palma son “preocupantes”. “La décima va de culo, esto no hay quien lo reviva ya, a la gente lo gusta son los móviles, internet, y esto hay que trabajarlo”, recalca. “Todavía voy a Tijarafe y me pagan, pero esto se acaba; ya no gusta a la gente como gustaba; en las fiestas de los barrios se nos daba una oportunidad, pero ahora se traen artistas de fuera o de aquí, pero no cuentan con nosotros”, se lamenta. Tijarafe, que es la cuna de los versadores, “es el único municipio que me invita, y siempre participo en el Día de la Décima, pero en mi propio pueblo hace años que no simbolizo nada”, afirma. “La fiesta antes se hacía con lo que había en el barrio; ahora hay dinero, muchas ayudas, y se traen otros artistas, y lo nuestro vale poco, pero porque aquí le damos poco valor, porque yo he salido fuera de La Palma, pocas veces han sido, y se me ha valorado más que aquí”, se queja. “Fui a Cuba, que me llevó el Gobierno de Canarias, y allá se me puso toda la gente de pie (llora) y aquí eso impensable”, insiste.

No considera La Garrafona que la mujer tenga una especial sensibilidad para el repentismo, pero a ella muchas cosas de los hombres no le gustan. “Cada cual tiene su estilo; el Jilguero de Cienfuegos me dijo en Cuba que yo era muy profunda, pero otros son más irónicos, soberbios, peleones… y eso me molesta, no tolero que se insulte a un compañero, me gusta mucho más que se quieran, que se aprecien, que se adoren, que se echen flores, y no que estén como dos perros en un escenario”. Reconoce que hay ‘piques’ entre los versadores que llegan incluso al terreno personal. “Si cantamos una décima insultándonos no damos un buen ejemplo, me parece triste; un chico que vea este espectáculo y que quiera salir no se atreve porque sabe que le van a dar leña; esto no ayuda, pero es verdad que a mucha gente es lo que le gusta, la pelea de perros”.

El futuro de la décima le inquieta a La Garrafona. “Me emociono, me duele que la décima se muera, me duele que se lleve por caminos que no son los de ellas, la décima es preciosa y merece más atención, que se cuide más. A la gente joven no la hemos enseñado a cuidarla y se nos va de la mano”, advierte. “Hay que llevar la décima a los colegios, enseñar a los niños a componer, aunque sea una vez a la semana, porque esto se muere, y sería una lástima que este patrimonio se perdiera, pero se pierde, yo creo que sí”, asume con tristeza, y otra vez los ojos se le llenan de lágrimas.

Con 75 años La Garrafona es consciente de que “con la edad se pierde todo, aunque ahora, en la décima, tengo el terreno más trillado, pero las facultades fallan”. La conversación concluye con una décima, y con más lágrimas: /Ya me advierte la vejez que tome mis precauciones/porque me sobran razones para sentir mi madurez/debe ser que tal vez pasé de prisa los años/ y no noté nada extraño hasta llegar a 70/ pero voy para los 80 colmada de desengaños/“.

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