La leyenda urbana del pasadizo se desvaneció, pero apareció lo que parece ser un pequeño polvorín. La arqueóloga Nuria Álvarez trabaja en la segunda fase de la excavación que lleva a cabo la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias en el Castillo de Santa Catalina de Santa Cruz de La Palma, donde ha localizado pequeños habitáculos que pudieron albergar un polvorín. “El inicio del trabajo fue la búsqueda de un pasadizo entre el castillo y el antiguo convento de San Francisco, pero se descartó esa hipótesis porque no apareció ninguna puerta”, ha explicado Nuria Álvarez a La Palma Ahora. “La idea inicial es que podría haber un pasadizo porque la tradición oral señalaba que en esta habitación se encontraba un pasadizo, de hecho, cuando los obreros quisieron cambiar una losa del suelo actual se dieron cuenta de que había filtraciones, de que las herramientas se le colaban por las piedras y revivió la leyenda urbana del pasadizo”, cuenta.
“La campaña anterior comenzó limpiando un poquito el agujero y al principio es verdad que parecía que podía haber algo, pero después nos percatamos de que estaba apareciendo un suelo antiguo, un suelo empedrado; no teníamos tiempo para interpretar ese suelo empedrado y se solicitó un nuevo presupuesto a la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias, que fue aceptado”, dice. “Esa segunda fase consiste en dar explicación a unos habitáculos que están apareciendo, y lo estamos haciendo, en primer lugar, con un estudio documental; hemos visitado el archivo del Museo Histórico Militar del Fuerte de Almeyda, en Santa Cruz de Tenerife, donde hay bastante documentación relacionada con los castillos de Santa Cruz de La Palma”, añade Álvarez, que hasta ahora había centrado su labor investigadora en la Prehistoria.
La primera fase concluyó en diciembre de 2018 y ahora se ha retomado la segunda, con una duración de tres meses de trabajo, que consiste en buscar información en archivos, documentar, excavar (tarea que ya ha finalizado), estudiar los restos que van apareciendo e interpretar el espacio. “Estamos viendo si en la documentación que hemos recabado se habla de estos compartimentos; lo que ha aparecido es el ancho de la habitación dividido en dos, con el suelo empedrado, hay una diferencia de altura de prácticamente un metro entre el suelo actual y el empedrado; la habitación se ha rellenado para darle altura”, detalla Nuria, quien subraya que “inicialmente se interpretó que estos habitáculos podían ser un pequeño polvorín del castillo, aunque se sabe por documentación que la población tenía miedo de que aquí hubiera tanta pólvora y el polvorín oficial se trasladó a Calcinas, a la zona alta de la ciudad, pero aquí tuvo que haber quedado algo de pólvora o artillería para poder hacer frente a cualquier problema que surgiera de forma imprevista, y creemos que esos habitáculos podrían ser un pequeño polvorín”. “El castillo tenía que tener elementos de defensa, aunque fueran poco”, insiste esta experta. “En la documentación se señala que ese polvorín tenía que estar soterrado, y aquí, efectivamente, lo que estamos viendo es que está a un metro de profundidad, y eso podría confirmar que es un polvorín, aunque nos falta el cuarto muro que cierre este espacio”, afirma.
Sobre la importancia de este hallazgo, Nuria no tiene dudas: “Es bastante importante, aunque habría que estudiar también el uso y la evolución de los diferentes castillos de Canarias, pero tener un polvorín antiguo es relevante a nivel insular y también regional; por la información a la que he tenido acceso es relevante”, sostiene.
“No sabemos aún la fecha de este polvorín porque la información que refiere a la necesidad de tener un pequeño polvorín es del siglo XVIII, de 1740 aproximadamente, pero eso no quiere decir que no sea más antiguo”, apunta. “Aún no he podido leer toda la información que he recabado, pero la cronología será un poco relativa”, admite.
Las piedras del empedrado localizado en el castillo “son de barranco, y algunas de ellas se ve que han sido usadas, están pulidas o tienen una cara plana, probablemente, han sido reutilizadas, podrían haber estado en otras partes del castillo”, intuye. “Se ven superposiciones de suelo, está el suelo empedrado y después una losa de barro muy claro que era también un suelo, se han creado diferentes suelos a lo largo de la historia por diferentes necesidades”, expone.
Nuria Álvarez ha concluido ya la fase de excavación y trabaja ahora en la redacción de la memoria y análisis de los materiales. “Trato de poner en consonancia toda la información que se está extrayendo”, concluye.