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La erupción que destruyó el trabajo de toda una vida en la cumbre de La Palma

Natalia G. Vargas

El Paso —
20 de septiembre de 2021 22:25 h

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Las calles de El Paso están cubiertas de ceniza. El nuevo volcán de La Palma no deja de escupir lava más de 24 horas después de haber estallado. El sonido de la radio y la televisión inunda la mayoría de casas de este municipio en el que habitan poco más de 7.000 personas. Nadie quiere perderse ni un detalle de la histórica erupción que vive la isla bonita. Desde el balcón de su casa, José Manuel, un vecino jubilado de 67 años, admira en directo el espectáculo, embelesado y a la vez preocupado por sus hijos, que estuvieron ''en primera línea de fuego''. La colada del volcán ha engullido sus viviendas y ahora están alojados con otros familiares. Él ya vivió la erupción del Teneguía, en 1971. Esta tiene menos fuerza, pero ha causado más daños. “En la anterior casi no había infraestructuras cercanas que poder destrozar. Esta vez, la colada ya ha arrasado con más de 166 viviendas y muchos cultivos''. Como muchos otros palmeros, José Manuel no esperaba que la erupción llegara ''tan pronto'': ''Tantos años construyendo algo para que al final venga la naturaleza y te lo quite''.

La casa de Dévora López aún no ha sido arrasada por la lava, aunque sigue temiendo por ella. ''En principio no ha llegado la lava, pero dependerá de la altura que coja finalmente'', cuenta la joven palmera. Su hogar está a pocos metros del origen de la catástrofe y, además, colinda con la ruta que sigue la colada. El enjambre sísmico lleva sacudiendo la isla bonita desde hace una semana, pero ocho días y 25.000 terremotos después, los seísmos comenzaron a sentirse con más intensidad. Fue entonces cuando la familia de Dévora recogió todas sus pertenencias y tomó la decisión de marcharse con otros seres queridos lo más lejos posible. “La mayoría de los vecinos hizo lo mismo y, solo dos horas más tarde, estalló''.

Mudarse a segundas residencias y hospedarse en viviendas de familiares han sido las alternativas a las que se han aferrado la mayoría de los residentes afectados de El Paso, Tazacorte y Los Llanos de Aridane. Las 300 personas que no tienen otro lugar al que ir, entre las que hay 80 perfiles vulnerables, permanecen en el acuartelamiento militar de El Fuerte, en el municipio de Breña Alta. ''Ojalá mi casa no se pierda, pero el dolor de todos es unánime. Años luchando por tu casa, tu terreno, tus animales, tu negocio... Y sin miedo ni contención todo ha desaparecido'', añade Dévora. Salvar a los animales es otra de las prioridades de quienes sufren los efectos del fuego, por lo que este lunes se ha evacuado al ganado de las zonas próximas a la erupción.

Para paliar los daños, la vecina de El Paso espera que las instituciones públicas no solo presten ayuda económica, sino también psicológica: ''Sin duda, esto ha dejado una huella para toda la vida. Todas somos islas volcánicas, pero no le deseo a nadie tener que vivir esto. Es desolador y devastador''.

Neomar vive en Los Llanos de Aridane y no ha podido pegar ojo en toda la semana por los temblores del suelo. Cuando intentaba descansar, un seísmo lo despertaba y, aunque la noche se tranquilizara, él seguía en vela. El domingo, cuando el volcán entró en erupción, sintió miedo y comenzó a llamar a sus amigos. Algunos de ellos han perdido sus hogares y están devastados. ''Todo lo que pasa por el camino de la lava acaba destrozado''.

A Neils y a Camille la erupción les pilló de vacaciones en La Palma. El 14 de septiembre viajaron desde Francia a Canarias sabiendo que la isla estaba en semáforo amarillo por riesgo volcánico. Sin embargo, no creyeron que fueran a verlo estallar. Fue el hermano de Neils desde Francia quien, a través de una llamada de teléfono, les advirtió de que el volcán había entrado en erupción. Entonces, se asomaron a la ventana y vieron la enorme columna de humo que partía al cielo en dos.

Camille no tiene miedo. Con timidez confiesa que había soñado con vivir una estampa como esta desde pequeña. Si bien, es consciente de que deben andar con precaución porque ''la naturaleza es impredecible''. Por el momento, no tienen previsto cambiar su billete de vuelta, planeado para el 25 de septiembre, aunque no descartan adelantarlo o atrasarlo si la situación empeora.

Poco a poco la lava sigue su curso y avanza hacia el mar despacio, a 700 metros por hora, pero a su paso va sepultando carreteras y comunicaciones terrestres, eléctricas y telefónicas. Cuando llegue al mar, creará lluvia ácida, según el catedrático de Geología José Mangas. “Es como una apisonadora, para volver a habilitar las carreteras se necesitarán explosiones, no se podrá con excavadoras”.

Estrenamos ‘Un tema al día’, el podcast diario de elDiario.es con Juanlu Sánchez, hablando del volcán de La Palma. Tienes más información aquí. Puedes seguirlo en Podimo y otras plataformas.

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