Hace casi un año se inauguraba el espacio de diálogo literario “Habitar el mundo”. Un lugar de reflexión que pretendía acercar la cultura y el debate horizontal a la población palmera, dando visibilidad a las personas jóvenes creadoras de Canarias (y, en especial de la isla). Un evento que, desde el amor y el cuidado, pretendía construir un espacio de afectos y resistencia en el que poder pensar sobre cuestiones que nos interpelan como individuos de este hogar llamado mundo. Pero tras realizar un total de ocho encuentros y contar con la participación de artistas como: Daniel María, Miguel Villalba, Yeray Barroso, Manu Echeva, Beatriz Morales, Aida González Rossi, Esmeralda Rodríguez, Luis Miguel Machín Martín, Ferchos, Marcos Dosantos, Sara Pérez y Echedey Medina, lamento comunicar que, en principio, este año no se seguirá celebrando.
Eso sí, antes de cerrar este capítulo, me gustaría que el motivo de esta decisión se hiciera público porque creo que nos permite reflexionar sobre las posibles dificultades que encontramos a la hora de poder realizar proyectos artísticos y culturales. A menudo, las personas de a pie, como espectadoras omnipresentes, asumimos que los eventos no se celebran o se dejan de hacer porque no queremos que se hagan y esta asunción, al menos en este caso, no es cierta. Porque encontrar apoyos para realizar eventos de índole cultural cada vez es más difícil.
El mundo del arte y de la cultura siempre ha sido considerado el patito feo, una realidad que se ha construido sobre un imaginario de “vagos y maleantes” que tratan de vivir del cuento y del dinero del Estado a través de ayudas públicas. Pero la realidad es que la financiación en cultura por la Administración General del Estado supone en términos del PIB, el 0,07% (según indica el Anuario de Estadísticas Culturales 2023). Creo que dar luz a este dato quizás nos permita entender que el mundo de la cultura no es el gran beneficiado. Un tema que tampoco nos debería sorprender en un momento en el que se prioriza el consumo y los roles productivos (relacionados con el trabajo asalariado y la generación de ingresos y reconocimiento). Está claro que un encuentro con artistas autonómicos (y, encima jóvenes) no va a dar el mismo reembolso económico que cualquier feria gastronómica o festival multitudinario. No interesamos porque no damos dinero. La cultura siempre ha estado relacionada con un rol más reproductivo, con actividades de índole social que, en nuestra sociedad neoliberalista y capitalista, no tienen la retribución esperada.
Lo cierto es que “Habitar el mundo” ha estado casi un año celebrándose sin prácticamente apoyo institucional, y no hablo solo a nivel económico. Porque el apoyo también es estar y formar parte de los pequeños eventos, interesarse por las posibles necesidades y dar las herramientas necesarias para fomentar la participación ciudadana y que, así, los nuevos proyectos no tiendan a desaparecer. “Habitar el mundo” se ha estado realizando sin financiación y las personas invitadas han tenido la generosidad de participar en un proyecto de manera totalmente gratuita, como lo he hecho yo como coordinadora. Pero organizar, dirigir y crear cualquier espacio cultural (o de otra índole) por amor al arte, como diría Bourdieu, tiene un peso personal y emocional que no puede sujetarse durante demasiado tiempo (al menos sin ayuda).
Dicho esto, no quiero sonar negativa, y cabe señalar que ha habido entidades y personas que han colaborado con amabilidad y cariño, sin recibir ningún tipo de compensación económica, solo con el firme compromiso de querer ayudar. Me gustaría dar las gracias a todas las personas participantes, a la Real Sociedad Cosmológica y a su presidente Nacho Pastor, a Víctor Yanes y su labor de difusión en La Palma Opina, a Esther y al periódico La Palma Ahora.com y, por último, a la Librería Ítaka y a Javi, al que estaré siempre eternamente agradecida.
Creo que toda esta ayuda desinteresada es con lo que deberíamos quedarnos. Porque al menos a mí me da esperanza para seguir construyendo en conjunto. Hoy en día, creo que cuesta encontrar iniciativas donde las personas se muevan de manera voluntaria y altruista para crear una sociedad mejor. Pero las hay y las seguirá habiendo, al menos mientras exista el arte y queden artistas. Porque esa es la gran labor del arte y de la cultura: crear comunidad y construir historia para cuando nosotros nos vayamos.
Porque cuando yo me muera, me dará igual el dinero que he ganado o los ahorros que he dejado, pero espero ser recordada a través de los poemas que he recitado, de los cuadros que he pintado o de las manos que he tendido. Porque cuando la cultura se pierda, lo que quedará es el vacío de una vida sin sentido. Una tierra que no reconoceremos como hogar, solo polvo sobre el que seguir produciendo y gastando.