Espacio de opinión de La Palma Ahora
Apaciguar los ánimos
Lo pensaba mientras leía en la prensa y en este periódico digital las noticias del desencuentro entre el Gobierno de Canarias y el Cabildo de La Palma en el asunto del Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan), ambas instituciones están obligadas a salir de esta especie de pim-pan-pun y de la guerra fría en la que se habían metido. Apaciguar los ánimos es una medicina preventiva hasta para los infartos. El político, como ha descrito magistralmente Weber, está marcado por el entorno en el que desarrolla su actividad, casi siempre se mueve por la pasión y por la ambición. Ambos sentimientos están alejados de la reflexión que ha de acompañar a hombres y mujeres abnegados, que se afanan por el bienestar social y el progreso de los pueblos. Menos mal que el Gobierno de Canarias, ante el posicionamiento del Cabildo de La Palma y su presidente Anselmo Pestana, ha expresado tras la reunión bilateral mantenida, su deseo de flexibilizar su estrategia y frenar la escalada de tensión originada semanas atrás. La Institución palmera puede acreditar gastos antes de que acabe el plazo legal del 9 de diciembre y, comprometido fielmente con la ley, procurará hacerlo, mientras que la consejera del Gobierno Rosa Dávila ha establecido un nuevo calendario de reuniones de seguimiento del Fondo con un primer encuentro en el mes de enero. Quienes apreciamos en el Fdcan la noble idea del honesto reparto entre islas y municipios en un esfuerzo por crear riqueza, no entendimos el recurso del Gobierno de Canarias para devolver 13,4 millones de euros, que el Cabildo decía haber justificado. Nos pareció una respuesta simplista a los problemas complejos y reales que tiene La Palma y que el Gobierno debiera conocer, pues sus obras públicas en la Isla, también se eternizan de forma considerable.
Esta es una tierra con amplias heridas abiertas, algunas de ellas heredadas, que tardan en cicatrizar. Por eso, generalizar es muy cómodo, pero a veces es injusto. En La Palma se dan situaciones, y lo saben, en las que se aumentan los plazos y se elevan los costes de los trabajos tanto humanos como mecánicos, pero eso no es óbice para que nos quiten la libre iniciativa y la voluntad de sobrevivir. La Isla que causa asombro y envidia por su belleza y por ser un modelo a seguir en la conservación de sus parajes naturales, no puede quedar al margen, esperando por la mágica generosidad de dádivas o limosnas que puedan solucionar sus problemas. Siempre habrá una línea que marque, o debiera marcar, la natural convergencia de islas mayores y menores, y entre administraciones de superior e inferior rango, y esa línea no es otra que la prevalencia de servir al ciudadano.
No es de extrañar que la gente se canse de la política cuando percibe, como días atrás, comportamientos arbitrarios más propios de mercaderes de poder que de servidores públicos. Algunas decisiones tomadas, supongo que de forma precipitada, han roto con las premisas en las que deben asentarse nuestras instituciones y, con ellas, la función pública: profesionalidad, imparcialidad e integridad. Me pregunto para qué toda esta parafernalia, si el acuerdo y el compromiso son la esencia de la política. No se trata de censurar ahora, a caballo pasado, esta o aquella conducta, pero sí ha molestado, y mucho, que políticos/as y funcionarios/as a los que se les supone dotados de lealtad institucional, neutralidad y honestidad, se hayan visto arrastrados por este lío, en el que hemos tenido la impresión de que el Fdcan se había convertido en degradante mercancía.
Lo pensaba mientras leía en la prensa y en este periódico digital las noticias del desencuentro entre el Gobierno de Canarias y el Cabildo de La Palma en el asunto del Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan), ambas instituciones están obligadas a salir de esta especie de pim-pan-pun y de la guerra fría en la que se habían metido. Apaciguar los ánimos es una medicina preventiva hasta para los infartos. El político, como ha descrito magistralmente Weber, está marcado por el entorno en el que desarrolla su actividad, casi siempre se mueve por la pasión y por la ambición. Ambos sentimientos están alejados de la reflexión que ha de acompañar a hombres y mujeres abnegados, que se afanan por el bienestar social y el progreso de los pueblos. Menos mal que el Gobierno de Canarias, ante el posicionamiento del Cabildo de La Palma y su presidente Anselmo Pestana, ha expresado tras la reunión bilateral mantenida, su deseo de flexibilizar su estrategia y frenar la escalada de tensión originada semanas atrás. La Institución palmera puede acreditar gastos antes de que acabe el plazo legal del 9 de diciembre y, comprometido fielmente con la ley, procurará hacerlo, mientras que la consejera del Gobierno Rosa Dávila ha establecido un nuevo calendario de reuniones de seguimiento del Fondo con un primer encuentro en el mes de enero. Quienes apreciamos en el Fdcan la noble idea del honesto reparto entre islas y municipios en un esfuerzo por crear riqueza, no entendimos el recurso del Gobierno de Canarias para devolver 13,4 millones de euros, que el Cabildo decía haber justificado. Nos pareció una respuesta simplista a los problemas complejos y reales que tiene La Palma y que el Gobierno debiera conocer, pues sus obras públicas en la Isla, también se eternizan de forma considerable.
Esta es una tierra con amplias heridas abiertas, algunas de ellas heredadas, que tardan en cicatrizar. Por eso, generalizar es muy cómodo, pero a veces es injusto. En La Palma se dan situaciones, y lo saben, en las que se aumentan los plazos y se elevan los costes de los trabajos tanto humanos como mecánicos, pero eso no es óbice para que nos quiten la libre iniciativa y la voluntad de sobrevivir. La Isla que causa asombro y envidia por su belleza y por ser un modelo a seguir en la conservación de sus parajes naturales, no puede quedar al margen, esperando por la mágica generosidad de dádivas o limosnas que puedan solucionar sus problemas. Siempre habrá una línea que marque, o debiera marcar, la natural convergencia de islas mayores y menores, y entre administraciones de superior e inferior rango, y esa línea no es otra que la prevalencia de servir al ciudadano.