Hoy no estoy para bromas. Un fantasma recorre Europa, y ese fantasma no es la furia proletaria a la que se referían Marx y Engels en el Manifiesto comunista de mediados del siglo XIX, no esta vez es la amenaza fantasma de la guerra y no de la guerra de las galaxias precisamente. Leemos consternados cómo los países más avanzados de Europa, los países nórdicos, distribuyen manuales diciendo a sus ciudadanos cómo comportarse en caso de guerra, y la mismísima Alemania da consejos a sus empresas sobre economía de guerra, al parecer. Mientras tanto en Rusia hacen refugios antiatómicos standars y en serie. Algún militar en la reserva recalca que debemos estar unidos y preparados para una guerra y cada vez leo en más sitios aquella famosa frase de “si quieres la paz prepárate para la guerra”. Mientras los pacifistas defienden la paz a base de pancartas, los no pacifistas dicen que una vez más tendrán que pelear para defender a los pacifistas. Yo creo que nos salvará la negociación y un espíritu universal de concordia, pero como estamos tan lejos de eso mi pacifismo llega hasta aquello de “por favor, que no seamos los primeros en disparar” pero sin olvidar que si somos los últimos en disparar cuando vayamos a hacerlo ya estaremos muertos. Me da mucho miedo que una vez más los países poderosos quieran resolver sus problemas internos, en cuarto creciente, con cañonazos a gente contra la que no tenemos nada y con la que solo queremos relacionarnos con cultura y comercio. Ay, qué miedo me dan aquellos cuyo principal trabajo sería protegernos, proteger a los pueblos de la Tierra. No siento el más mínimo ardor guerrero, sólo hay que ver las dos últimas guerras mundiales para que este ruido de misiles nos parezca más que preocupante ¿o es que sólo los viejos guardamos la memoria del horror? Bueno, al menos espero que alguna plataforma nos ofrezca un streaming del apocalipsis radioactivo, así podremos ver en directo una exhibición pirotécnica que ríete de la parafernalia de drones del encendido en ‘Somos Capital’, a mí personalmente me gustó más la tronada del día siguiente, la verdad.