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Belén Esteban y la Infanta Cristina: el esperpento nacional

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Si el gigante Valle Inclán inauguró el género del esperpento en la historia de la literatura española, no me digan que no tiene algo de esperpento el hecho de que 'Ambiciones y reflexiones', con prólogo del ilustre comediante Boris Izaguirre, sea el libro con mayores ventas en el tramo final de 2013, elegido como regalo navideño por gente que no suele leer. Está claro que la comercialidad y la calidad literaria no suelen ser coincidentes, hay literatura de calidad que siempre será minoritaria y hay literatura digamos entretenida, los típicos best sellers, cuya lectura nos procura placer. Hay libros esencialmente comerciales que tienen interés, como la serie de Harry Potter o una parte, aunque sea pequeña, de la novela negra que se está escribiendo. Pero cuando hasta las folklóricas, los futbolistas, los toreros, los cantantes y variados personajillos de la crónica rosa tienen negros a sueldo para escribir sus textos con pretensiones algo malo está sucediendo. Cualquiera puede ser escritor y España está sojuzgada por lo hortera de Tele 5, el mal gusto, el griterío y la ordinariez de presuntos famosos.

La 'princesa del pueblo' es un fenómeno mediático que conecta con muchos, tal vez porque es malcriada y vocinglera, se supone que dice la verdad sin miramientos. Debe ser también que hay una crisis de lectura, los libros exitosos son los que promueven chismorreo, ahora somos una civilización exhibicionista, de gestos efímeros, y la pasarela es lo que importa. De este modo, la gran literatura se queda arrinconada y el cine de autor es solo para minorías, porque se ha producido un cambio de escenario mental. Lo que Vargas Llosa estudió en 'La civilización del espectáculo', con la banalización de la cultura y el triunfo del amarillismo. Los saberes humanísticos pierden la batalla frente a la “cultura rentable”, pero si solo se considera útil lo que produce beneficios, apañados estamos porque significa la muerte del pensamiento, de la crítica, de la revisión de valores. Lo que se vende es bueno y lo que hace reflexionar es “un rollo”. El mercado impone sus exigencias, desvalorizando la capacidad de disidencia y reflexión.

Podríamos preguntarnos si, después de tanta reforma educativa con tanta Logse, tanta Loe y tanta Lomce, acaso Belén Esteban es la representante más genuina de la actual mujer española. También podríamos analizar si acaso su éxito mediático demuestra que el grupo televisivo del señor Berlusconi ha acabado por ganar la apuesta por el lavado de cerebro de millones de personas. Apañados vamos con tanta reforma educativa que nos da el peor índice europeo de comprensión lectora. El espacio que esta diva ocupa con tanto alarde en los grandes almacenes se lo está quitando a libros que sí merecerían ser leídos pero esto es lo que hay. Qué tiempos tan oscuros ahora que la asistencia a los cines, a los conciertos y museos ha descendido por el vértigo de la crisis. No prescindimos de la cervecita en el bar, pero sí de ir a una librería. La piratería en internet florece que da gusto, por ella se vende menos música, menos cine, menos libros. En las nuevas generaciones, el ocio de los videojuegos, las nuevas tecnologías, el entretenimiento audiovisual, no augura mejores perspectivas.

En los pueblos en que hay extranjeros residentes, es normal comprobar que en las exposiciones de arte, los conciertos de villancicos, música clásica o jazz, acto abundan más los alemanes o británicos que la gente de aquí. Somos un país de escasa demanda cultural, pero el problema es que ha habido presidentes de nuestro gobierno autónomo que se han jactado de no leer un libro, que han presumido de no haber necesitado leer para alcanzar el éxito en la vida. Eso sí que es grave, porque demuestra el subdesarrollo mental de la colectividad. Hay demasiado ignorante que presume de serlo. Y, para finalizar, nadie se cree que la Infanta Cristina se siente en el banquillo. Así son las princesas: inviolables, y así le va a la monarquía. ¿Recuerdan el chiste de que somos iguales ante la ley?

(Blog La literatura y la vida)

Si el gigante Valle Inclán inauguró el género del esperpento en la historia de la literatura española, no me digan que no tiene algo de esperpento el hecho de que 'Ambiciones y reflexiones', con prólogo del ilustre comediante Boris Izaguirre, sea el libro con mayores ventas en el tramo final de 2013, elegido como regalo navideño por gente que no suele leer. Está claro que la comercialidad y la calidad literaria no suelen ser coincidentes, hay literatura de calidad que siempre será minoritaria y hay literatura digamos entretenida, los típicos best sellers, cuya lectura nos procura placer. Hay libros esencialmente comerciales que tienen interés, como la serie de Harry Potter o una parte, aunque sea pequeña, de la novela negra que se está escribiendo. Pero cuando hasta las folklóricas, los futbolistas, los toreros, los cantantes y variados personajillos de la crónica rosa tienen negros a sueldo para escribir sus textos con pretensiones algo malo está sucediendo. Cualquiera puede ser escritor y España está sojuzgada por lo hortera de Tele 5, el mal gusto, el griterío y la ordinariez de presuntos famosos.

La 'princesa del pueblo' es un fenómeno mediático que conecta con muchos, tal vez porque es malcriada y vocinglera, se supone que dice la verdad sin miramientos. Debe ser también que hay una crisis de lectura, los libros exitosos son los que promueven chismorreo, ahora somos una civilización exhibicionista, de gestos efímeros, y la pasarela es lo que importa. De este modo, la gran literatura se queda arrinconada y el cine de autor es solo para minorías, porque se ha producido un cambio de escenario mental. Lo que Vargas Llosa estudió en 'La civilización del espectáculo', con la banalización de la cultura y el triunfo del amarillismo. Los saberes humanísticos pierden la batalla frente a la “cultura rentable”, pero si solo se considera útil lo que produce beneficios, apañados estamos porque significa la muerte del pensamiento, de la crítica, de la revisión de valores. Lo que se vende es bueno y lo que hace reflexionar es “un rollo”. El mercado impone sus exigencias, desvalorizando la capacidad de disidencia y reflexión.