Espacio de opinión de La Palma Ahora
Benehauno (II)
Los conjuntos habitacionales de cuevas más interesantes se localizan en El Riachuelo, Barranco de Los Cardos, Cuevas de Herrera, El Rincón, El Hoyo-La Peña del Diablo, Riscos de La Caldereta y Cuevas de Los Tijaraferos, Caboco de Aroche, Barranco de Rodrigo, etc. La intensidad del poblamiento prehispánico del cantón de Aridane, especialmente en las faldas del Bejenado, se pone claramente de manifiesto si tenemos en cuenta varias circunstancias: 1) La ocupación sistemática de cualquier covacha o cejo natural por precarias condiciones de habitabilidad que tuviesen y 2) El uso habitacional de cavidades situadas a una gran cota altitudinal, por encima de los 1.300 metros en un ambiente de una humedad extrema, como en el Barranco de Los Cardos o directamente expuestas a los vientos de brisa, tal y como sucede, por ejemplo, en las Cuevas de Herrera o en la margen derecha del Barranco del Rincón.
Los benahoaritas también se asentaron en los lomos que recorren las laderas de Benehauno en extensos poblados de cabañas que, a juzgar por los fragmentos de cerámica, fueron ocupados durante cientos de años. Los asentamientos más importantes los encontramos, incluso, por encima de los 1.300 metros de altura en el Llano de Los Hornitos, Picachos Andén, Vetas del Valle y Roque de Los Cuervos. Estas construcciones artificiales son similares a las que nos encontramos en otros lugares de Benahoare. Las cabañas son relativamente pequeñas, de plantas circulares u ovales que se aprovechan de las anfractuosidades y desniveles del terreno. Sus muros eran de piedra seca y su cubierta vegetal hecha con ramajes y troncos de las inmediaciones. Su adaptación al terreno y perdurabilidad eran tales que la mayoría se convirtieron en abrigos pastoriles reutilizados hasta la creación del Parque Nacional en 1954.
Las razones que explican una explotación tan intensiva de Benehauno son de diversa índole: 1) Los benahoaritas tenían una economía fundamentalmente pastoril y, en este sentido, la abundancia y variedad de pastizales era abrumadora hasta el punto que, según algunos cabreros históricos, en El Bejenado podían vivir todo el año, sin problemas, más de 2.000 cabras; 2) Además, en el supuesto de que se agostasen los pastos cuando llegaba el verano, se podía descender sin problemas por todos los lomos hacia los campos de pastoreo comunales de Aceró; 3) En sus laderas crecían abundantes plantas que complementaban su dieta alimenticia como, por ejemplo, las semillas de amagantes, con las que se preparaba el gofio, los piñones de los pinos, las raíces de helechos, los frutos de garbanceras y chicharaca, etc.; 4) Pese a lo que, en principio, pueda parecer, el clima del Benehauno no es tan extremo como en otros puntos de Aridane, entre otras razones, porque no se ve afectado por el azote de la brisa y 5) Las fuentes más importantes de Aridane manan, precisamente, en las laderas y faldas del Bejenado: Tamarahoya, cuyas aguas, además, son medicinales, Los Guanches, El Pinillo, Fuente Azul, La Yedra, etc.
Benehauno no sólo fue un espacio de vida, puesto que en sus laderas, sin tener en cuenta las 8 cuevas funerarias que existen en los poblados de cuevas de sus faldas, se han descubierto varios yacimientos funerarios situados en la zona de El Rodeo. Uno de ellos es una pequeña covacha y el otro está constituido por dos pequeños tubos volcánicos contiguos. En ambos casos se trata de cavidades funerarias de inhumación, que están expoliadas, en las que los cuerpos se colocar con los objetos que esas personas utilizaron en vida: adornos personales y vasijas, fundamentalmente.
Los conjuntos habitacionales de cuevas más interesantes se localizan en El Riachuelo, Barranco de Los Cardos, Cuevas de Herrera, El Rincón, El Hoyo-La Peña del Diablo, Riscos de La Caldereta y Cuevas de Los Tijaraferos, Caboco de Aroche, Barranco de Rodrigo, etc. La intensidad del poblamiento prehispánico del cantón de Aridane, especialmente en las faldas del Bejenado, se pone claramente de manifiesto si tenemos en cuenta varias circunstancias: 1) La ocupación sistemática de cualquier covacha o cejo natural por precarias condiciones de habitabilidad que tuviesen y 2) El uso habitacional de cavidades situadas a una gran cota altitudinal, por encima de los 1.300 metros en un ambiente de una humedad extrema, como en el Barranco de Los Cardos o directamente expuestas a los vientos de brisa, tal y como sucede, por ejemplo, en las Cuevas de Herrera o en la margen derecha del Barranco del Rincón.