Calladita estás más guapa

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Este martes es 8M, día de la mujer, que defiende la igualdad real de derechos y deberes entre el género masculino y femenino. No defiende que la mujer sea mejor. Ni tampoco la mujer se queja por gusto porque la Constitución diga que todos somos iguales. Igualdad real, significa muchas cosas. Incluso, hacer que algunas mujeres (y hombres) que denigran al feminismo, lo entiendan y lo defiendan. El privilegio de no “notar” las desigualdades por haber nacido con suerte, no elimina las desigualdades. ¿Has nacido con dinero y has podido estudiar y ya está todo resuelto? ¿Has nacido hombre y no has tenido miedo nunca al volver a casa de noche y solo? Como en todo, hay privilegiadas y maltratadas, pero la desigualdad radica en la desproporción. La gran mayoría de las mujeres hemos sufrido algún tipo de abuso por el mero hecho de ser mujer. 

Así que hoy volvemos a tener “permiso” para salir a la calle a manifestarnos. Durante dos años ha sido fácil decirnos que “calladitas estamos más guapas” con la excusa de una pandemia. Y si no lo estábamos, culpabilizarnos a nosotras solas por los contagios, como ocurrió en 2020. Es que no sienta bien esto de manifestarnos, aunque sea una vez al año. No sienta bien que algunas locas e histéricas se vistan de violeta y salgan a la calle a pedir igualdad. ¿Igualdad para gritar y salirse de las normas? ¿Locas, histéricas? 

La poca memoria me asombra. Si hubiese nacido antes de 1910 no hubiese podido ir a la universidad, me hubiesen casado y hubiese tenido más de 10 hijos. Podrían incluso haberme matado a golpes y no hubiese pasado nada.... Gracias al feminismo, cuando nací, ya podía estudiar, pero no constaba como hija de mi madre. Solo mi padre tenía potestad sobre mí. Ahora puedo elegir los hijos que tengo y son míos, puedo abrir una cuenta bancaria y es mía. Puedo trabajar, tener propiedades a mi nombre, denunciar si sufro maltrato y divorciarme sin perder a mis hijos. Yo nací en 1974. Ese año, nada de eso eran derechos para las mujeres en este país. 

Soy una privilegiada porque tengo consciencia de la propia desigualdad, que no me permite acceder a puestos de responsabilidad o poder con la misma facilidad o dificultad que a un hombre. Sigue habiendo desigualdad generalizada por razón de sexo pero ahora puedo decir, sin estigma, que he sido abusada. A lo largo de mi vida he sufrido tres tipos distintos de abusos por ser niña o mujer: a los 8 años, a los 17 y a los 42. Lo normal, muchas de mis amigas también. Ahora puedo decir Metoo y lo digo, porque invisibilizarlo solo perpetúa el gran problema y porque francamente, las ataduras sociales van perdiendo fuerza. En otros países, apedrean o meten en la cárcel a las mujeres violadas porque incluso una violación significa haber tenido sexo fuera del matrimonio. ¿En serio? En más de 90 países todavía existe mutilación genital femenina como manera de control. Lo que es horrible, una tortura, causa muertes, dolor de por vida, estigma y desde luego, eliminación de cualquier tipo de placer sexual. ¿En serio? 

Se desconoce exactamente cuántas niñas y mujeres han sido violadas, abusadas o maltratadas. Es un secreto que se transforma en dominio social junto con otros factores que estipulan exactamente cómo se debe comportar un sexo y cómo se debe comportar el otro. Hombres fuertes, masculinos, que no lloran, y mujeres modositas, calladas y sumisas. Soy una privilegiada, porque unas leyes imperfectas me protegen en un país más o menos civilizado y ya no tengo nada de sumisa. Pero no es el caso para la mayoría de las mujeres. 

Según la ONU, las mujeres en general poseemos un 1% (sí, un 1%!!!) de la riqueza mundial. La exclusión social y la pobreza tiene nombre femenino con una proporción mucho mayor en la población femenina que en la masculina en todos los países. A muchas mujeres se las viola con guerras, sin guerras, en casa, por caminar solas, por llevar minifalda, por llevar la compra... simplemente porque creen que pueden. Otras llevan burka, cubren su cuerpo, son analfabetas donde hay colegios pero son solo para ellos, las casan con un hombre al que no aman, las venden como ganado o su única salida laboral es la prostitución. 

El reparto de los puestos de poder y de responsabilidad no tienen nada de igualitarios ni en el primer mundo. Las presidentas de corporaciones, las rectoras de universidad, las presidentas de gobierno son todavía anecdóticas. Son pocos los referentes femeninos que parecen empezar con Marie Curie, como si la historia empezase en el siglo XX. Antes, las mujeres no tenían nombre, eran invisibles. Y si lo tenían, eran por ser reinas o monjas. Privilegiadas ricas en un mundo de hombres. 

A ver...que no, que no estamos más guapas por estar calladitas, ni cuando nos sentamos con las piernas cruzadas, ni cuando hacemos lo que las normas no escritas del patriarcado nos dictan. Interesa que estemos calladas para mantener un orden social en el que cada uno tiene su lugar, para que los que tienen poder permanezcan en el suyo. Es un mecanismo de control más. 

Sin embargo, echo de menos a nuestros compañeros, amigos y familiares hombres en las manifestaciones y en las protestas, en las reclamaciones por la igualdad. Si mi compañero luchara por algo injusto, no me quedaba en casa, lo acompañaba. Echo de menos unas políticas de igualdad, que los incluyan a ellos. Porque las políticas de igualdad enfocadas solo a la mujer, es como predicar al converso. Salvo por dudas puntuales, la fe ya la tienes. Donde hay que predicar es a los no creyentes y más incluso, a los que les importa un bledo, porque no va con ellos. 

Podríamos pedir venganza, pero con el movimiento feminista pedimos igualdad. Ninguna guerra gana derechos. Sólo inclinan las balanzas del privilegio al otro lado.

Este martes hay manifestación 8M en los Llanos. Nos vemos.