El 29 de noviembre hizo un mes del tsunami de agua, barro, cañas y residuos de todo tipo que arrasó decenas de municipios de la Comunidad Valenciana.
He visitado algunos de los lugares en varias ocasiones y he aportado ayuda en la medida que he podido, pero también he observado el comportamiento humano.
La condición humana consta de múltiples, por no decir de infinitas versiones y posiblemente en un solo ser humano existen varias de casi todas ellas. He comprobado que no somos seres puros definibles por una sola cualidad, en el momento de enfrentarnos a una situación tan dramática y apocalíptica como la que han vivido los habitantes de esa zona de nuestro país.
Aunque son cosas ya sabidas por todos, al menos eso creo yo, no dejo de sorprenderme de las reacciones de las personas.
Hemos visto imágenes de personas que arriesgaban su vida por salvar a un desconocido que tristemente iba a la deriva, sobre el techo de un coche. He conocido la solidaridad de vecinos por sacar de su vivienda y poner a salvo a una vecina con la que jamás hablaron. Y también he comprobado de primera mano, cómo esa misma mujer, le negaba el uso de su teléfono móvil a la persona que la acogió, que solo deseaba informar a una de sus hijas que estaba viva y que ésta pasara la noticia al resto de familiares.
He visto a decenas de miles de voluntarios, que cargados con escobas y recogedores que parecían de juguete, frente a la dimensión de la catástrofe, acudir a ayudar a otros seres humanos a salir de ese mar de lodo. Unos voluntarios que fueron llamados por su ética, su capacidad de empatizar con el horror y el dolor ajeno, por su instinto solidario y se presentaron en el lugar destruido apenas unas horas después de la catástrofe.
Pero también hemos sido conocedores y observadores de cómo han saqueado comercios, viviendas y rebuscado entre la chatarra de los vehículos siniestrados objetos de valor.
También he visto cómo se han organizado para ofrecer a los habitantes de esos municipios todo tipo de alimentos, objetos y productos que pudiesen necesitar. Y ¡Ay, esas colas!
En esas colas a la espera de obtener agua, algo de comida o productos de limpieza, como era de esperar, he visto de todo:
- Desde la persona que respeta el turno pacientemente o simplemente abatida y sin ánimos ni para levantar la mirada.
- El “espabilado o espabilada” de turno que como una anguila se desliza entre las personas que conforman la cola, con tal de avanzar unos puestos.
- He visto a la anciana que ante la cantidad de alimentos que le dan, rechaza unos cuantos porque dice que no necesita tanta comida y que hay familias que necesitarán más que ella, a la anciana que llega con un carro de la compra nuevo y limpio (lo cual resultaba altamente sospechoso) y lo va llenando hasta los topes y sigue reclamando alguna cosa más.
- Y también he tenido que soportar cómo una señora exigía una marca determinada de conserva, porque las marcas blancas “no le sentaban bien”.
En fin, condición humana.
¿Y nuestros queridos políticos que se suponen que gestionan las cuestiones civiles de nuestra sociedad?
No quiero meterme en ningún jardín, pero las luchas dialécticas que han protagonizado y que hemos tenido y seguiremos soportando los ciudadanos, son INSOPORTABLES, INSOSTENIBLES E INÚTILES. Esa situación parece, manteniendo la abismal distancia, esa que protagonizan los adolescentes de: _Tú;
_No tú
_No, venga tú, cuelga primero.
Ese “no me diste” frente a ese “no me pediste”, resulta francamente nauseabundo ante la sociedad civil. Lo más triste, si cabe a mi pobre entender, es que ni tienen vergüenza del espectáculo que han dado y siguen dando, y sobre todo no existe un mínimo de esperanza que vayan a cambiar su actitud, frente a problemas de envergadura apocalíptica como la de esta DANA.
Y eso, sin querer tener en cuenta en este artículo, que la ineptitud no supone una dimisión de ningún cargo. Sólo espero que, dentro de un par de años, que suele ser lo habitual, no tengamos que enterarnos que comienza un proceso judicial porque algunos comisionistas se enriquecieron a costa de la desgracia ajena y que por supuesto algunos políticos colaboraron para que esa circunstancia se pudiese dar y que la corrupción también “adornó” la catástrofe.
Fuerza y ánimo para seguir luchando.
M.J. Alfonso