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Una cuestión de clase? social

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Durante los años anteriores al estallido de la crisis económica se convirtió en un lugar común descalificar a quien en una conversación usara la palabra clase: términos como “trasnochado”, “anticuado”, “fuera de la realidad”, formaban parte de aquel discurso que pretendía zanjar de un plumazo la cuestión de la existencia de clases sociales.

La virulencia de las consecuencias de la crisis capitalista ha puesto sobre la mesa la cuestión de clase en el discurso político y mediático. Y es que no puede ser en otra lógica la que se explique lo sucedido el pasado sábado en nuestra Isla con la visita de los ministros Soria y García-Margallo.

Cuando La Palma se desangra poblacional y económicamente, con unas escandalosas cifras de paro -que sólo el colchón de familiares y amigos así como la economía sumergida impiden una situación de todavía mayor empobrecimiento y exclusión social-, la preocupación de los ministros del Gobierno de España y de la pléyade de cargos públicos del Partido Popular que los acompañaban, se centraba en inaugurar un hotel de lujo, ya en funcionamiento y con denuncias por problemas de accesibilidad, y en reunirse -a espaldas de las instituciones insulares- con empresarios de la Isla.

Al final, por mucho que se insista en el fin de las ideologías, no dejan de ser coherentes las preocupaciones de los dirigentes del Partido Popular: el interés por los que antaño eran considerados las “clases dominantes” y que hoy, para muchos, son definidos como “los de arriba”. Por más que su secretaria general María Dolores de Cospedal insista en que “el PP es el partido de los trabajadores” o que en Canarias Asier Antona le pida a su partido que “salgamos a la calle y seamos muy sensibles con los que peor lo están pasando”, los populares son los representantes de los intereses de una clase social determinada. Nada más gráfico que la combinación entre nobleza y burguesía terrateniente de ayer y hoy en la mencionada inauguración. Ensimismados en contemplar el patrimonio y el lujo de unas instalaciones cuyo disfrute no podrá permitirse el 99% de los palmeros y palmeras, los ministros del Gobierno de España no tuvieron tiempo para conocer in situ la realidad de una Isla en la que, como sucede en el resto del país, se han vuelto a vivir escenas propias de la posguerra. Una realidad donde hablar de cierto nivel de hambre no es una exageración, donde los servicios sociales se encuentran desbordados y donde la emigración se configura cada día más como una respuesta al paro, la pobreza y la exclusión social.

Porque lo que está en crisis es un sistema económico, el capitalismo, que no es reformable y que día a día se comprueba que es incompatible con un sistema democrático. En nuestras manos está que “los de abajo”, la clase trabajadora, tomemos conciencia de quiénes son y a quiénes representan los que gobiernan: Tanto cuando legislan, como cuando visitan la Isla.

Durante los años anteriores al estallido de la crisis económica se convirtió en un lugar común descalificar a quien en una conversación usara la palabra clase: términos como “trasnochado”, “anticuado”, “fuera de la realidad”, formaban parte de aquel discurso que pretendía zanjar de un plumazo la cuestión de la existencia de clases sociales.

La virulencia de las consecuencias de la crisis capitalista ha puesto sobre la mesa la cuestión de clase en el discurso político y mediático. Y es que no puede ser en otra lógica la que se explique lo sucedido el pasado sábado en nuestra Isla con la visita de los ministros Soria y García-Margallo.