¡Por todo te emocionas!

Santa Cruz de La Palma —
15 de mayo de 2022 14:33 h

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El horizonte se pierde en el lugar y momento que deseas hacerlo, igual que una gaviota se cruza en tus ojos y millones de sucesos se deslizan hasta la punta de los dedos, o simplemente ocurre el vuelo de una gaviota; sin más. O cuando el mar llega para abrazar tus pies y la libertad se estremece y el alma se abre y las manos se entrelazan y te amas y puedes amar.  

Lástima que no pueda ni desee escribir este texto todo igual que el primer párrafo, lástima, lástima que vivimos en un mundo tan completamente acelerado que muchos momentos que aún recordamos se empiezan a reducir a una especie de escombros abandonados en mitad de un bosque que creemos aún precioso. Las nuevas generaciones ni siquiera tienen la oportunidad de experimentar esa pausa, y próximamente ni el bosque. Nacieron y están creciendo en esa 'prisa social' que están provocando los intereses de los patrones de aquellos barcos que nunca vemos; escasos de timón y con el control absoluto del soplo del viento, donde la proa dejó de ser proa y la popa ya no se sabe bien, o unas velas artificiales que renunciaron al poder natural del momento y viajar, en pro de atraparse, con una finalidad en la que solo ellos creen.  

La brisa sigue bajando del norte en nuestra isla, y solo se nos ocurre inmortalizar ese momento en una imagen, porque es mucho más importante que los demás vean con rapidez que la brisa acarició mi piel que la caricia en sí misma. El poder de mostrar lo que realmente no estamos sintiendo, si no todo aquello que necesitamos enseñar para satisfacer esa 'pirámide de logros' que nos han y hemos impuesto con el afán y el oficio de obtener una victoria sin saber ganar o caer derrotados. Anclarnos en esa pérdida hasta el final de nuestros días. Es un perdición sí, de nosotros mismos. 

También es la permisión de la peligrosa libertad costumbrista, para aquellos que gritan desesperados que ¡sí! viven en libertad y los barrotes no cesan, o la permisión de la libertad absolutista en el sentido bueno y en el sentido malo que gritan ese grupo reducido que cree mandar sobre el resto. También los buenos seres que luchan en esos extremos repletos de preguntas donde jamás hallan respuestas, lo siento. O los 'malos malísimos', los que atraviesan con la espada tus sueños, tu visión de futuro diferente, tu corazón palpitando de una manera que les molesta, por ese odio que hemos sembrado, donde antes había trigo, donde había una complicidad de ternura alcanzable; así es el trigo.   

¡Claro que me emociono por todo! Aunque me miren mal desde la calle pesimista o me ignoren desde la calle de las altas esferas. Aunque parezca un libro de esos de frases de hormigón que no se pueden mover del lugar donde las pusieron. Existe una posibilidad en el interior de cada uno de nosotros que no permite la demostración directa a los demás, si no que es como si te acercaras a ese mundo que le han salido labios porque a alguien se le ocurrió besar. Besar sin que tus labios se peguen a los míos, si no ese precioso y singular momento, esa maldita pausa que no logramos ver en el que todo se precipita sin importar la causa y mucho menos el efecto, ese momento detenido en una belleza inexplicable, implacable. Necesitamos de miles de millones de momentos así, necesitamos creer que es posible la emoción de ese beso, o lo que sea que soñemos en un remoto lugar de nuestro ser. Dejar atrás el desánimo y comenzar de cero las veces que hagan falta. Aunque no existan metas y objetivos, o si existen, ¡qué absurdo todo! ¡Simplemente ser! ¡Emocionarnos! 

Siento lector o lectora, estos minutos de lectura en el que se ha visto más lo que soy por dentro que por fuera, siento no dar la golosina que deseamos. 

Siempre he pensado de esta forma, y me han machacado a lo largo de mi vida lo que no está escrito, me han convencido del fracaso estrepitoso en cada paso que he dado, imaginado, pensado. No han confiado en lo que soy porque creían que me elevaba demasiado del suelo, ¡Pero si me arden los pies! ¿Qué querían que hiciera?