Espacio de opinión de La Palma Ahora
Generación Damasco y la cultura
Si les das a varios niños un inmenso salón vacío, algunos pinceles, colores varios, pegamentos, cartulinas, tijeras y otros, y se les indica que lo decoren, acabarán impregnándolo todo en manera que se forjará un paraíso de ilusión, imaginación y fantasía. Si le entregamos la misma cantidad y variedad de elementos a algunos adultos, además de 60.000 euros, tirarán tolo lo dado, se quedarán 58.000 euros, harán una chapuza con 2.000 euros, y enarbolarán quejas y excusas aludiendo que con tan escaso y nimio presupuesto es difícil, e incluso imposible, hacer algo mejor. Este país está lleno de ejemplos.
Por eso, es admirable y consecuencia de agrado y aplauso, que en Siria en pleno apogeo de la guerra y del desmembramiento social y económico, Annas Nassar, un escenógrafo de 31 años, en el casco antiguo de Damasco, de una vieja y derruida casa árabe haya convertido un santuario de libertad y trabajo para múltiples artistas de todo tipo: literatura, música, pintura, escultura… Y a partir de ahí, intelectuales llegados de todas partes, han armado y confeccionado en relación y consecuencia a sus necesidades la misma, en la que no solo forjan y exhiben sus proyectos y trabajos, sino por otro lado, albergan y generan un clima de progreso, discusiones y conversaciones sobre toda clase de obras, sobre pensamientos y filosofías eternas, un oasis de vida y sutileza en el desierto de muertes y bandos y rivalidades y violencia y paisaje de guerra que llegó para quedarse, y donde no parece que vaya a florecer o emerger nada que no venga de parte de ellos.
Las iniciativas culturales emergidas de la nada en casas, locales y bares derruidos y abandonados, impulsadas a la sombra de la actualidad siria por jóvenes intelectuales de todo tipo, parecen ejercer y proporcionar brotes elocuentes y sociales a tanta barbarie en la que reside sumido dicho país, y constata una vez más que la expropiación de la cultura que cientos de gobiernos han intentado en símil impostura a lo largo de la historia, incluido el actual gobierno español, con toda clase de falacias amparándose en irrisorias excusas y planteamientos, forja el principio elocuente de una sociedad lógica, inteligente, laudable, desprovista de trajes de corderos y cegueras religiosas, económicas o bélicas.
Si les das a varios niños un inmenso salón vacío, algunos pinceles, colores varios, pegamentos, cartulinas, tijeras y otros, y se les indica que lo decoren, acabarán impregnándolo todo en manera que se forjará un paraíso de ilusión, imaginación y fantasía. Si le entregamos la misma cantidad y variedad de elementos a algunos adultos, además de 60.000 euros, tirarán tolo lo dado, se quedarán 58.000 euros, harán una chapuza con 2.000 euros, y enarbolarán quejas y excusas aludiendo que con tan escaso y nimio presupuesto es difícil, e incluso imposible, hacer algo mejor. Este país está lleno de ejemplos.
Por eso, es admirable y consecuencia de agrado y aplauso, que en Siria en pleno apogeo de la guerra y del desmembramiento social y económico, Annas Nassar, un escenógrafo de 31 años, en el casco antiguo de Damasco, de una vieja y derruida casa árabe haya convertido un santuario de libertad y trabajo para múltiples artistas de todo tipo: literatura, música, pintura, escultura… Y a partir de ahí, intelectuales llegados de todas partes, han armado y confeccionado en relación y consecuencia a sus necesidades la misma, en la que no solo forjan y exhiben sus proyectos y trabajos, sino por otro lado, albergan y generan un clima de progreso, discusiones y conversaciones sobre toda clase de obras, sobre pensamientos y filosofías eternas, un oasis de vida y sutileza en el desierto de muertes y bandos y rivalidades y violencia y paisaje de guerra que llegó para quedarse, y donde no parece que vaya a florecer o emerger nada que no venga de parte de ellos.